Elecciones AFA: ¿Escándalo o crisis de sorpresa?
(Columna de Luciano H. Elizalde, decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral)
Marcelo Tinelli estaba sorprendido. Luis Segura con expresión de nada. Nadie sabía qué hacer en concreto. Uno porque no está habituado a no controlar el aire de la televisión. El segundo porque, tal vez, intuía que esto podía suceder.
En realidad, lo que había pasado era que alguien, muy rápido, les había robado el acontecimiento. Alguien decidió secuestrar o hurtar el acto de votación y, con eso, cambiar la historia de la AFA.
¿Es realmente un escándalo? ¿Qué es un escándalo? Un escándalo es un hecho, una acción verbal o no verbal, una situación o un acontecimiento que viola valores públicos fundamentales de una sociedad determinada, en cierta época. ¿Para qué sirven los escándalos? Para poner límites, por medio de la vergüenza y la culpa, para que la sociedad en su conjunto, lo perciba y lo sienta como un agravio. Este agravio, esta ofensa, genera repudio y enojo colectivos, que, además, tiene capacidad de transformar la realidad.
El escándalo proviene del lenguaje religioso. En Argentina, el fútbol es un tema religioso. No es deporte, ni entretenimiento, ni diversión. El fútbol es religión. Nos conecta y nos enfrenta, nos da sentido porque es una metáfora continua para la empresa, la familia, los amigos y la política. También nos hace trascender cuando está en juego nuestra identidad nacional. Si es todo esto, no es algo irrelevante. Es un arquetipo y un ídolo para la mayoría de los argentinos. Argentino o argentina, de cualquier edad y grupo socioeconómico es muy probable que sea un seguidor o seguidora de un equipo de fútbol nacional (también de otro local y de alguno externo).
Cuando tanta gente está pendiente de algo; cuando millones de personas se guían por personas, equipos, organizaciones y marcas, sufriendo, gozando, cambiando horas de ocio, de trabajo, de familia o de estudio para ver fútbol, entonces, la responsabilidad aumenta. Nuestro problema como sociedad viene siendo la continua desescandalización de todo o de casi todo: nos quedamos sin diques morales para responder con claridad cuando algo es confuso. Vamos derribando diques morales que nos contengan. Porque los escándalos pueden ser señales, no sólo símbolos o mensajes; señales que marcan límites morales cuando las reglas jurídicas formales y las normas sociales cotidianas no pueden detener o contener cierto tipo de acciones.
Difícilmente esto sea un gran escándalo. Puede ser una crisis de sorpresa ya que nadie estaba preparado para algo muy probable. ¿Cómo salimos de la crisis? Algunos pasos básicos serían los siguientes: primero, definir reglas transparentes de los procedimientos normales y de los procedimientos excepcionales (es decir, de las crisis) para la votación; segundo, comunicarlos y transparentarlos y, tercero, aplicar las reglas de normalización y las reglas de excepción cuando se vaya a la votación. Sería un buen ejemplo de función pedagógica de una crisis. Porque es probable, muy probable, de que no haya sido un escándalo. Lo comprobaremos pronto.