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Macri inauguró la campaña

Macri_Asamblea_12
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05 marzo de 2017

(Columna de Juan Rodil, politólogo -UBA-)

Con la excusa de dar comienzo a la tarea legislativa, Macri dio inicio también al año electoral. Con una mejor performance en materia económica, hubiéramos escuchado un discurso más centrado en la felicidad y los afectos que en la herencia y la corrupción.

El período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación inició con el discurso de un Mauricio Macri más político que de costumbre. Con la excusa de dar comienzo a la tarea legislativa, dio inicio también al año electoral. Dirigiéndose más a las cámaras de televisión que a los legisladores, el Presidente se dedicó casi con exclusividad a construir un escenario en donde no hay lugar para medias tintas. Las alusiones a la gestión, a los datos y a las políticas públicas fueron más bien escasas y siempre en contraste con el gobierno anterior. Ejemplificando constantemente con situaciones y casos de la vida cotidiana, tal como indican los manuales de comunicación política, Macri trazó las primeras pinceladas de una obra que se irá completando de aquí a octubre con los resultados electorales.

La discusión electoral de la argentina está planteada fundamentalmente en torno a la opinión pública, ya que los resultados de la elección de 2017 difícilmente le otorguen un triunfo arrollador a nadie, ni modificaran sustancialmente la composición del Congreso. De hecho, no se trata de una elección, sino de 24. La más importante quizás, la de la provincia de Buenos Aires.

En la PBA se ponen en juego tres bancas de senadores (ninguna pertenece al oficialismo) y 35 bancas a diputados nacionales (solo tres corresponden a la coalición gobernante). Por ello, es muy probable que aún sin ganar la elección en la provincia, Cambiemos vea incrementado su número de escaños en el distrito. Aun así, allí estarán puestas todas las miradas.

Pero entonces, ¿qué es lo que está en juego? ¿Por qué es otra vez la provincia de Buenos Aires la madre de todas las batallas? Lo que se pone en juego es la política: un oficialismo que “ganará” o “perderá” una “única e imaginaria” elección que dará por resultado el respaldo de la ciudadanía al Gobierno o su cuestionamiento. Estos son los términos en que el presidente y la coalición que encabeza parecen encarar el desafío electoral. “Nacionalización” de las elecciones de distrito y un fuerte foco en la provincia gobernada por su dirigente con mejor imagen: María Eugenia Vidal.

El panorama en la oposición no parece muy distinto, al menos en los sectores más vinculados al kirchnerismo. Quienes impulsan la candidatura a senadora de Cristina Fernández de Kirchner en la PBA parecen bien dispuestos a aceptar el convite en esos términos.

Otra es la cuestión con los transeúntes de la ancha avenida del medio. Allí se avecinan tiempos difíciles, mucho tironeo desde los extremos que antagonizando tienden a llevarse toda la atención y “desgarrar” el centro. Sin embargo, Sergio Massa, principal dirigente de esta postura en la provincia de Buenos Aires, ya ha dado sobradas muestras de sostener su posición durante la última elección presidencial. Importante: en las legislativas se gana a mayoría simple de los votos y no hay balotaje.

Es posible que la politización repentina del escenario electoral se deba a la demora en la aparición de resultados perceptibles en materia económica. Allí donde está ausente una economía pujante se hace presente una política punzante. De haber logrado una performance superior en materia económica, seguramente hubiéramos escuchado un discurso más centrado en la felicidad y los afectos que en la herencia y la corrupción.

Entonces, ¿cuáles serán las preferencias del electorado a la hora de emitir sufragio? Para develar el secreto mejor guardado de la Ciencia Política no hay mejor receta que armarse de paciencia y ver cómo muta el escenario de aquí al 22 de octubre.

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