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El movimiento macrista

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13 marzo de 2018

Por Julio Burdman

Al Gobierno le resulta funcional la aparición de actores que representan todo lo que quiere cambiar

Febrero arrancó nublado. El fin del año político había sido protagonizado por una ley previsional, que no pudo ser explicada a los jubilados, y por toneladas de cascotes en el Congreso. Las reformas económicas anunciadas el 30 de octubre ante ministros y gobernadores parecían haber quedado ahí. La popularidad presidencial caía. Y todavía faltaba lo peor. La economía del 2018 no promete ser mucho más que la de 2017. Si ponemos en una bandeja los precios mayoristas de enero, los ajustes de tarifarios de febrero y marzo, los movimientos del dólar, las paritarias de 15% y el arrastre del año anterior, es difícil imaginar una inflación menor al 20%. Y ese número es demasiado alto para la lluvia de inversiones, la revolución del crédito, una baja del riesgo o el enfriamiento de la economía. Hay que repolitizar.

Macri volvió a hablar de seguridad, un tema que siempre le dio réditos. Pero el macrismo es un movimiento político. Y como tal, está tentado a volver sobre sus orígenes. Entonces apareció Hugo Moyano como nuevo factótum aglutinador del cambiemismo. Moyano tiene una inclinación natural hacia la audacia. Así fue como construyó su gran sindicato, que trasciende a su propio gremio. Su lógica de construcción de poder es un factor discordante hacia dentro del peronismo y del cegetismo: supo hacer alianzas con todos, pero más temprano que tarde padecieron Menem, Duhalde, los Kirchner y un buen número de jefes sindicales. Ahora padecerá Macri. Con una salvedad: hay buenas razones para creer que, en esta oportunidad, Moyano es un padecimiento buscado. ¿Acaso no fueron provocadas por el gobierno, una a una, las razones que hoy ubicaron al camionero en la vereda de enfrente?

A las nubes de febrero antes mencionadas, podríamos sumar una más. En medio de la incertidumbre sobre qué hará la Reserva Federal estadounidense con su tasa de interés, aparecieron desde afuera voces que ponen en duda la sustentabilidad de los gobiernos de América latina. Cobró notoriedad una columna de opinión publicada en el Wall Street Journal que se preguntaba si Macri podrá terminar su mandato. La autora de esa nota se equivoca mucho, pero logró repercutir porque encarnó algo que flotaba en el aire. Tres ex presidentes de la “década populista” de América del Sur siguen manteniendo altos niveles de aceptación en sus respectivos países: Lula Da Silva, Cristina Kirchner y Rafael Correa. Lula podría volver, pero un asedio judicial se lo impide. La tradición populista sudamericana es fuerte, y sus candidatos tienen posibilidades de ganar. Aunque estén judicializados, su reputación está “blindada” entre sus numerosos simpatizantes.

Esos climas e imágenes, que van y vienen, que vuelven a girar sobre la actualidad del pasado, forman parte de la razón de ser del movimiento macrista. Jorge Asís, en alguna de sus intervenciones, se refirió a la conveniencia de concebir al macrismo en estos términos. El movimiento político persigue un propósito, más allá de la práctica rutinizada de búsqueda del poder que caracteriza a los partidos políticos. Por eso algunos partidos, como Cambiemos o el peronismo, elevan su moral apelando al movimentismo. A su última razón de ser.

LOS CLIMAS E IMAGENES, QUE VAN Y VIENEN, QUE VUELVEN A GIRAR SOBRE LA ACTUALIDAD DEL PASADO, FORMAN PARTE DE LA RAZÓN DE SER DEL MOVIMIENTO MACRISTA

Para Cambiemos, la razón de ser es cambiar. Construyó a su adversario, el kirchnerismo, y adquirió la identidad de la acción colectiva que iba a impedir su permanencia o retorno al poder. No Vuelven Más, como eslogan, es sugestivo. Y por eso mismo, a Cambiemos le resultan funcionales todos aquellos emblemas de lo que propone cambiar. Cambiemos se activa ante el kirchnerismo. Pero con el correr del tiempo, la corriente política que lidera la expresidenta brinda menos oportunidades de activación. No es un dato menor el bajo perfil público que asumió Cristina Kirchner después de las elecciones de octubre. Moyano hoy está proyectado para ocupar ese lugar. El oficialismo deseó que Moyano sea exitoso en la manifestación que contribuyó a convocar el pasado 21 de febrero, y que ocupe un lugar en el liderazgo opositor. No importa tanto que el enemigo, esta vez, sea más poderoso de lo que muchos quieren ver Una nueva batalla cultural por delante. Una nueva oportunidad de reagruparse. ¿Alcanzará?

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