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Buscando un cisne negro en el país de las PASO

En un contexto de pandemia y recesión, con extraordinarios niveles de pobreza y una permanente sensación de agobio, puede resultar banal hablar de resultados electorales.

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21 septiembre de 2021

Por Ernesto Calvo

En un contexto de pandemia y recesión, con extraordinarios niveles de pobreza y una permanente sensación de agobio, puede resultar banal hablar de resultados electorales. Es posible que este sea el motivo por el cual cayó la tasa de participación a tan sólo 66,2%, casi 10 puntos por debajo del observado en las PASO de 2017 y 2013. La tasa de participación en esta elección es la más baja desde el retorno de la democracia en 1983, incluyendo el 2001, cuando gran parte de los votantes optaron por salames, dibujos e insultos en sus sobres en lugar de la tradicional boleta partidaria.

En la elección intermedia del 2001, mientras en las calles gritaban “que se vayan todos”, la participación llego a poco más de un 75%. La caída en participación a 66,2% del electorado, sin embargo, no es simplemente resultado de la pandemia. Desde la democratización y hasta mediados de los '90, la participación fue superior a 80%. En los tardíos '90 y hasta la elección del domingo 12, la participación electoral fue superior a 70%. Tendremos que esperar para ver si nuestro futuro tiene aún menores niveles de participación.

Esto, por supuesto, abre la pregunta de que es una tasa de participación democrática aceptable y que es realmente lo novedoso de esta elección. Es posible que la caída en participación sea resultado de una caída significativa en participación entre los adultos mayores de 65, que representa casi 12% de la población y son particularmente sensibles al Covid-19, aun si están vacunados. Veremos una vez que estén disponibles todos los datos si esto es realmente así. La caída en participación, y los resultados generales de la elección, abren la interrogante de que fue lo realmente novedoso o inesperado de la elección del domingo.

Gran cantidad de periodistas y políticos han tratado de presentar a la elección como un “cisne negro”: un resultado inesperado que altera dramáticamente el escenario político. Esto abre dos interrogantes que merecen ser evaluadas: en primer lugar, ¿fue la elección un “cisne negro”? Segundo, ¿porque los medios y los políticos presentarían los resultados de este modo? En esta primera entrega me ocupo de la primera pregunta.

Cisnes negros un lunes 13

En el 2007 Nassim Taleb publicó “El Cisne Negro”, en el cual analizaba como los individuos procesan eventos que son inesperados. Es decir, eventos que son (i) sorpresivos, (ii) tienen efectos dramáticos y (iii) una vez que ocurrieron son racionalizados como “esperables” por los distintos actores. Podemos imaginar infinitas variaciones de estas tres condiciones y preguntarnos si las PASO las satisfacen. Una vez que terminamos este proceso, vale la pena preguntar cuál es el beneficio político de apuntar con el dedo a lo que personalmente considero un cisne blanco y gritar: “¡cisne negro!”.

Un ejemplo de la condición (i) del cisne negro, un resultado sorpresivo, podría ser si la noche de las elecciones prendemos el televisor y Crónica TV anuncia: “¡Milei obtiene la mayoría de los votos!”. No sería la primera vez que en un sistema político irrumpe una tercera fuerza y tumba por tierra la política partidaria preexistente. Ciertamente esto sería inesperado, como lo sería también titulares tales como “la provincia de Buenos Aires es ganada por el FIT: la izquierda se posiciona para ganar la elección presidencial.”

Vale la pena destacar que aun en el caso de que Javier Milei obtuviera la pluralidad de los votos de la elección intermedia, precisamos un evento dramático que acompaña a este evento sorpresivo: “El Gobierno negocia con Milei cambios en el gabinete”. Otra forma de evaluar si el cisne negro tiene consecuencias relevantes es preguntar una semana después si los efectos son relevantes. En mi clase de Política Comparada, los 10 primeros minutos son dedicados a la “noticia del día”, la cual es presentada por un estudiante designado. El 7 de septiembre la noticia del día fue la retirada de Estados Unidos de Afganistán, la cual muchos consideraron como un evento traumático que afectaría significativamente el voto en las elecciones intermedias del 2022. Una semana después les pregunte en la clase si seguían pensando que la salida de Afganistán iba a ser relevante cuando ellos entraran al cuarto oscuro en 18 meses. Todos dijeron que no. Lo mismo podemos preguntar sobre las elecciones PASO: dentro de una semana, ¿seguiremos pensando que eran tan relevantes como el lunes 13 por la mañana?

Finalmente, la última condición es (iii) la racionalización ex-post de todos los actores políticos para explicar porque este resultado era esperable: “Como no iba a ganar Milei con los desastroso que ha sido elGobierno”, “por supuesto que el oficialismo iba a ser penalizado por el Covid”, “el entusiasmo de los jóvenes liberales ya presagiaba este resultado en las urnas”. Este proceso de racionalización de lo existente me parece particularmente molesto. Teorizar el capricho la mañana siguiente es la peor forma de razonamiento motivado y debilita el trabajo de investigación serio.

¿Que fue novedoso en esta elección?

No mucho. El peronismo obtuvo resultados que fueron similares a las encuestas que la mayoría de los políticos tenían en sus manos. De hecho, las encuestas más serias tuvieron menos margen de error en esta elección que la observada en las tres anteriores elecciones. Una mirada al anexo de encuestas de las PASO 2021 en Wikipedia muestra que, en la provincia de Buenos Aires, Victoria Tolosa Paz obtendría un 34%. Diego Santilli y Facundo Manes se esperaba que sacaran 23% y 11%, es decir, 34% en total. El error medio de 2 puntos definitivamente no califica como una sorpresa. ¡Y esta es la página de Wikipedia! Presumiblemente (y doy fe que esto es así), los políticos y periodistas tenían mejor información que Wikipedia.

Sin embargo, el cisne blanco ha sido vestido de negro por gran parte de los actores políticos, los medios y los académicos. Sabemos que los resultados observados son similares en sustancia y valores a los registrados por oficialistas y opositores en elecciones intermedias anteriores. Sabemos que estos resultados no son muy distintos a los de toda elección intermedia. Por tanto, cual es la ganancia política de transformar un resultado ordinario en un litmus test de la política argentina hoy. Cuál es el objetivo de anunciar que “Alberto Fernández es el gran derrotado” o que “La guerra interna solo ha comenzado” (Joaquín Morales Sola). El objetivo de disfrazar a un cisne blanco de negro es producir la segunda condición mencionada por Taleb. Es decir, transformar la (i) sorpresa en (ii) política real. Toda reinterpretación del efecto “dramático” del 12 de setiembre es una forma de operar políticamente para negociar posiciones en el Gobierno, en la oposición y de cara a 2023. Es por eso que el resultado más novedoso de esta elección no está en los resultados del 12 a la noche sino en las interpretaciones del 13 a la mañana. Pero eso tendrá que ser discutido en otra nota.

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