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Las ventajas de jugar de local

27 diciembre de 2012

(Columna de Julia Pomares y María Page, directora y coordinadora, respectivamente, del Programa de Política y Gestión de Gobierno de CIPPEC)

Hay una merma en la competitividad electoral en los distritos y las victorias oficialistas son cada vez más frecuentes. La diferencias entre las provincias.

La “ventaja de la localía” es cada vez mayor. Lo confirman las estadísticas deportivas, desde el fútbol inglés hasta el básquetbol en Estados Unidos. En la Argentina, también. River Plate ganó el 62% de las veces que jugó en su cancha y Boca Juniors, 60%. ¿Y en la política?

En 1983, se abrió el período democrático ininterrumpido más largo de nuestra historia. En los casi 30 años siguientes, se celebraron 187 elecciones de gobernador. En siete de los veinticuatro distritos argentinos no hubo alternancia desde 1983 (Formosa, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Neuquén, San Luis y Santa Cruz). En otros tres, los cambios de signo político ocurrieron sólo después de una intervención federal (Corrientes, Catamarca y Santiago del Estero). Desde 1983, casi un tercio de los gobernadores (58) se postularon para ser reelegidos y sólo siete no lo consiguieron. Eficacia del local de 95%. Si dejamos a un lado la ventaja oficialista personal y miramos al partido político en el gobierno en todas las elecciones, la eficacia sigue siendo muy alta: en el 78% de las elecciones ganó el partido oficialista. En 2011, los oficialismos ganaron en 20 de los 22 distritos que eligieron gobernador. El partido de gobierno fue reemplazado sólo en dos provincias (Río Negro y Catamarca).

Todo parece indicar que derrotar al partido de gobierno en las provincias es cada vez más difícil. Para saber si jugar de local trae ventajas, en ciencia política, se acuñó el concepto de ventaja del oficialismo, que busca medir si existe un beneficio electoral sistemático del que gozan los partidos y candidatos oficialistas por el solo hecho de ocupar el gobierno. Se trata de un sesgo en las condiciones de la competencia política que lleva a que el oficialismo, independientemente de su desempeño en el gobierno, tenga más probabilidades de ganar las elecciones que la oposición.

Una investigación de CIPPEC liderada por Luis Schiumerini analizó sistemáticamente los resultados de las elecciones de gobernador desde el año 1983 hasta la actualidad para cada uno de los 24 distritos. Estudió también la relación entre el desempeño electoral de los oficialismos, el diseño institucional y el ambiente socioeconómico de las provincias intentando explicar las causas de las potenciales ventajas. Confirmamos que con el paso del tiempo hubo una merma en la competitividad electoral y que las victorias oficialistas se hicieron cada vez más frecuentes. El margen de victoria (esto es, la diferencia en votos entre el ganador y el segundo) se fue agrandando. La proporción de elecciones definidas por diferencias superiores al 20 % de los votos (por ejemplo, ganar 60% a 40%) aumentó consistentemente.

El primer salto se dio en las elecciones de 1995. Hasta ese momento, en la gran mayoría de los distritos, las elecciones se ganaban por menos de 20 puntos porcentuales de diferencia. Aunque en los dos ciclos posteriores a 1995 los márgenes de victoria se atenuaron, nunca volvieron a los niveles previos a ese año. El último ciclo electoral, el de 2011, muestra los márgenes de victoria más amplios desde 1983. Hubo casos extremos en los que la diferencia fue de 70 puntos (por ejemplo, en Misiones el oficialismo ganó 76% a 6%).

Los datos son contundentes: jugar de local en las elecciones de gobernador trae muchas ventajas. Estos datos agregados no deben darnos la imagen de que la competencia electoral es parecida en todos las provincias. Muy por el contrario. Aunque en todos los distritos los oficialismos corren con algún tipo de ventaja, la magnitud de la ventaja oficialista varía notablemente a través de las provincias. Hay un grupo de jurisdicciones que tiene elecciones ejecutivas profundamente favorables a quien controla el gobierno: Formosa, San Luis, Santa Cruz, Santiago del Estero, Neuquén, Jujuy y La Rioja. La probabilidad de victoria del oficialismo en estas provincias es del 100 %: parecería que, simplemente, no pueden perder. En el resto de los distritos, la alternancia es todavía una posibilidad y un oficialismo convive con cierta incertidumbre electoral. Aunque la probabilidad de victoria es considerablemente más alta para los candidatos del partido gobernante, la diferencia en porcentaje de votos indica que la oposición logra acumular una cantidad importante de apoyo en las urnas. Santa Fe, Buenos Aires, Jujuy, Córdoba, Catamarca, San Juan y Río Negro se encuentran en este grupo.

¿Por qué la pérdida de competitividad de las elecciones es un problema? ¿Por qué no es una buena noticia que la gestión del partido gobernante tenga tanto respaldo popular que se alce con el 80% de los votos? Cuando un partido tiene una posición hegemónica en el mercado electoral, la concentración de poder que esto implica desdibuja la división de poderes y desvirtúa el sistema de pesos y contrapesos. La democracia se vuelve contra sí misma. Cuando las elecciones son competitivas, en cambio, la oposición también participa en alguna medida del reparto de poder ya que tiene expectativas de obtenerlo en el futuro.

Un juego más parejo, donde haya incertidumbre sobre el resultado, es un juego más interesante para todos.

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