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Liberalismo superstar

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René Palacios 14 septiembre de 2021

El periodista Michael Wolff cuenta que Sam Numberg, asesor histórico de Donald Trump, preguntó una vez: “¿Es Trump una buena persona, una persona inteligente, una persona capaz? Ni siquiera lo sé. Lo que sí sé es que es una estrella”.

Pasaron las PASO y, entre muchas sorpresas, confirmaron una apuesta de muchos encuestadores: con su 13%, el economista Javier Milei fue uno de los ganadores de la elección. Sumándome al coro de voces que intentarán analizar su incursión electoral, me propongo desde esta columna indagar en su candidatura desde una mirada diferente. Le voy a escapar a los análisis que intentan mostrarlo como un representante oscuro de la derecha global, un peligroso personaje ayudado por el capitalismo financiero o simplemente como un misógino con suerte para caracterizar al economista mediático como lo qué es: una celebridad.

Para esto la idea es mostrar primero las causas de su surgimiento, las particularidades de su estrategia y, por último, sumarme al debate sobre consecuencias de su aventura.

La irrupción de Milei es el resultado de tres fenómenos cruzados que, con mayor o menor intensidad, se vienen consolidando en todos los sistemas políticos. El primero está tan solidificado que hasta puede que sea redundancia marcarlo: la política se ha hiperpersonalizado. John Corner y Dick Pels ya sostuvieron hace casi veinte años que las lealtades partidarias se estan erosionado para ser reemplazadas por un enfoque que pone en primer plano cuestiones de estética y estilo de los candidatos. Esto calza muy bien con el posicionamiento del economista. Por ejemplo, Carlos De Angelis comentó hace algunos días que, cuando se observan los estudios cualitativos, la adhesión a Milei no es “politica” como le gustaria a los libertarios sino que pasa por otro lado: “Los chicos miran la oferta y encuentran que hoy lo más estéticamente parecido a ellos está en la derecha, aunque podría estar en otro lado”.

El segundo es el info-entretenimiento político. Hasta los '90, los temas políticos eran cubiertos, principalmente, en los noticieros y los programas de entrevistas tradicionales. Hoy, sin embargo, el debate politico y electoral se ha trasladado definitivamente a los magazines televisivos de la tarde y los talk-shows de la noche. Milei es hijo de esos formatos. Como marcó Pablo Stefanoni, no es la primera vez que economistas liberales se vuelven visitantes asiduos de los estudios televisivos. La diferencia con Milei radica, sin embargo, en que los modelos que encaraban personajes como Alvaro Alsogaray, Domingo Cavallo o Roque Fernández apelaban a estilos más convencionales: ellos representaban profesionales respetados con un aura intelectual. Milei, en cambio, apeló desde un inicio a la clásica estrategia que ponen en escena las estrellas del espectáculo.

Ese escenario, donde el mundo de la política y la cultura de la fama parecen cada vez más entrelazados, configura un contexto donde figuras del espectáculo, el deporte, la cultura y los medios en general empiezan a incursionar en política intento instalar agendas de políticas publicas o buscando cargos electivos. Los políticos, para no quedarse atrás, se preocupan cada vez más por mostrar sus costados más íntimos, son habitués de programas de chimentos y no tienen problemas en reemplazar discursos sesudos por bailes en TikTok o demostrar supuestas habilidades musicales. En palabras de John Street: “Los artistas juegan a ser políticos y los políticos a ser artistas”.

La construcción de su estrategia

En esas aguas es de donde bebe la aventura de Milei. No obstante, se podría argumentar que no es la primera vez que Argentina tiene este tipo de candidatos. Y es verdad. Alina Mazzaferro cuenta en su libro “La cultura de la celebridad” que ya en 1926, el actor de teatro Florencio Parraavechini ganó una banca como concejal porteño y por el partido “Gente del Teatro”. Sin embargo, la diferencia es que la construcción de la celebridad tuvo algunas particularidades.

La primera es que tal como todas las estrellas del espectáculo, su estrategia utilizó muy inteligentemente la puesta en escena de su lado más íntimo (su juventud como arquero o su romance con la cantante Daniela) con su costado más extraordinario (su rol como economista de prestigio). Esto es lo que Liesbet van Zoonen dice que es la principal característica de las celebridades políticas: la combinación paradójica de un individuo para ser mediado como algo ordinario y extraordonario. Por ejemplo, Van Zoonen apunta que el atractivo global que en su momento consiguió Diana de Gales fue definido por su pertenencia a la familia real ?lo que le dio un aura de exepcionalidad? mezclado con su posicionamiento como “Reina de Corazones”, que le daba un aire de persona normal capaz de sentir el latir de las calles.

La segunda la marcó bien Pato Russo al comienzo de la campaña: a diferencia de otras celebridades que tuvieron participación electoral, como Facundo Manes, Milei pudo construir desde el comienzo un eje polarizador fuerte encuadrando su candidatura como representante de “la gente” frente a la “casta politica” logrando, tal vez, lo más dificil en la comunicación de campaña: construir un eje diferenciador que divida la oferta politica en dos grandes polos. Buenos contra malos, contribuyentes contra politicos, leones contra corderos.

La tercera es que a diferencia de otras experiencias electorales de derecha (como Alsogaray o Ricardo López Murphy) el economista de los pelos peinados al viento del libre mercado supo penetrar en los dos polos que, en palabras de Pierre Ostiguy, configuran el escenario politico argentino. Con su discursos más academicistas interpeló el polo alto y con su mirada desfachatada, el uso de costado más íntimo y su aura de celebridad conquistada en los programas de la tarde y las redes sociales pudo inmiscurise en el polo bajo (como muestran sus buenos resultados en el sur de la Ciudad). ¿Logrará mantener o aumentar ese caudal? Ese es su desafio de cara a noviembre.

Por último, unas palabras para el sector que cada vez que aparecen este tipo de candidatos se indigna por una supuesta degaradación de la vida pública. Primero, más que un fenomeno aislado, esta elección parece consolidar definitivamente la tendencia. Para muestra, un botón: de las 55 listas de concejales que presentaron en la ciudad de Rosario solo cinco superaron la barrera de las PASO. Cuatro de ellas estan encabezadas por celebridades de diferentes ámbitos. Segundo, muchos de los que se indignan deberían mirar para dentro de los espacios que supuestamente “reivindican la política”. ¿O acaso creen que las declaraciones de Victoria Tolosa Paz argumentando que con el peronismo “siempre se garchó” están inspiradas en un discurso de Rosa Luxemburgo? ¿O la decadente actuación de Diego Santilli en TikTok está a la altura del discurso que dio Raúl Alfonsín en Parque Norte? En este proceso electoral (más que nunca en la historia) aquél que esté libre de banalidades que tire la primera piedra.

No vaya a ser cosa que terminen parafraseando a Michelle Bachelet cuando habló de las mujeres: cuando una celebridad se mete en la política cambia la celebridad, pero cuando muchas celebridades se meten lo que puede cambiar es la política.

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