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Oposicion
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08 mayo de 2017

Frente a las elecciones, el Gobierno apuesta a la polarización con fragmentación del campo opositor.

Mucho se habla por estos días de que Cambiemos cambió. Al Presidente se lo ve más combativo. La comunicación del Gobierno ya no se genera en el Ministerio de Buenas Ondas. El jefe de Gabinete ya no se hace llamar Marquitos, y hasta se ha dejado una barba que tiende a redefinirse en un perfil hipster y gélido; justo él, que hacia afuera mostraba solo sonrisas.

El Gobierno se ha puesto el casco pero no hay que olvidarse de un detalle importante y es que lo ha hecho en respuesta a la acción directa de la oposición. Y en esto ha seguido la línea paradojal que llevó a Cambiemos al poder: el Gobierno confronta con los conflictivos en nombre del consenso.

Hasta ahora la estrategia del Gobierno había sido gandhiana. A cada provocación respondía con un “que lastima que la oposición siga en su tesitura de confrontación”. Ahora, sin dejar su orientalismo ha pasado al judo, buscando utilizar la fuerza del adversario en provecho propio, y hasta el momento esta toma le ha dado resultado.

El peronismo, casi condenado a hacer política en las calles, dado su nivel de fragmentación institucional y los limitados recursos con los que cuenta, intenta generar imágenes de ingobernabilidad (siempre el talón de Aquiles de todo gobierno no peronista) pero no lo consigue hacer y en cambio genera la indignación, que es el sentimiento político típicamente contemporáneo de las capas medias y altas. ¡Si Herminio Iglesias quemó un cajón, la oposición hoy se la pasa quemando funerarias enteras!

Se acusa a Cambiemos de no tener un relato, como sí lo tuvo el kirchnerismo. Sin embargo, su fuerza sigue siendo que el Gobierno está -al memos, en el plano de la estética política- en las antípodas de lo que ha sido la experiencia kirchnerista.

Es como en matemáticas, menos por menos es mas. El Kirchnerismo basó su poder discursivo en su carga negativo contra al establishment local y global. Cambiemos al atacar esa negatividad, produce un mensaje positivo, que es muy claro.

Por cierto, en política señalar lo otro es mucho más eficaz que señalar una dirección política concreta. Mucho de lo que se puede combinar por la negativa se disgregaría en sus opciones por la positiva. Por ejemplo, estamos todos en contra de una tasa de inflación alta, pero las terapias para bajarla pueden marcar profundas diferencias. ¿Bajamos la inflación por ajuste del gasto?, ¿reduciendo la expansión monetaria?, ¿controlando los precios?¿generando una nueva moneda para cambiar expectativas? ¿incentivando la producción?. O sea, posiciones ideológicas, metodológicas y aunque estemos todos de acuerdo en que la inflación es mala.

Pero hay un tema más de fondo en todo esto: y es que el Presidente Macri está logrando el milagro de desandar la lógica del hiperpresidencialismo simbólico (ese paternalismo populista) sin que quede afectada la sensación de ingobernabilidad (obviamente, estamos hablando de símbolos e imagen, porque en términos de gestión, la actual es piramidal y jerárquica como pocas).

Es que frente a los que siguen reclamando un relato de posicionamiento ideológico, Cambiemos precisamente inaugura otra perspectiva, que es la de “auscultar lo que dice, demanda y sufre la gente”. Por lo tanto, y por definición, el discurso no es una bajada de línea tradicional. Y hay que admitir que hoy la mayoría del electorado no solo se decepcionó con el relato seudoideológico kirchnerista sino que quedó saturado de sus formas.

Una duda de los analistas es que pasa con este esquema de polarización si Cristina Kirchner no es candidata. La verdad, si la ex presidenta no participa de las próximas elecciones no significa que ella no sea la jefa del kirchnerismo y eso equivale a que una lista de unidad panperonista no sea posible. A partir de este punto, la estrategia de polarización con el kirchnerismo sigue siendo rentable. El Gobierno equiparando a la renovación con una variante del kirchnerismo que quiere disimular su marca de fábrica y ella viéndose en la obligación de diferenciarse del kirchnerismo. O sea, polarización con fragmentación.

O para decirlo en conceptos científicos “ a la ancha avenida del medio Macri le ha enchufado un Metrobus”.

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