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Oposición: cuatro preguntas

12 diciembre de 2012

Las cuestiones que deberán tener en cuenta los candidatos opositores para convertirse en opciones competitivas.

1. ¿Hay consejos que puedan darse a la oposición como estrategia para convertirse en una opción competitiva?

Es un error considerar que un consejo puede ser igual para cualquier opositor. La Argentina tiene un sistema político multipersonalista con liderazgo preponderante, por lo que muchos actores son dependientes del éxito o fracaso del oficialismo, representado en la figura de la Presidenta, convertida en la principal variable independiente que define la competitividad de ciertos actores de la oposición. Tanto así es que el opositor explícito más visible, Mauricio Macri, hoy tiene peor imagen y menos votos que los que tenía antes de bajarse de su candidatura en 2011 o un potencial sucesor, como Daniel Scioli, ha manifestado su voluntad de ser candidato supeditado a que CFK no se presente. Sin embargo, un consejo que puede servir a todos es que entiendan que la política electoral es la fase más personalista de la política, lo que implica que el genérico “oposición” es un contrasentido para ser competitivo. Si la oposición se entiende a sí misma como constructo abstracto, se produce una agenda injusta para su desempeño porque si le va bien, es decir, si obtiene logros de agenda, nadie gana; pero si no logran imponer temas de agenda ante el oficialismo, todos pierden.

2. ¿Es preferible una gran coalición opositora o mantener las diferencias?

Hablar de una sola oposición es un error estratégico que sólo sirve a determinados medios y al oficialismo. Por ello, los actores de la oposición, considerados individualmente, deben ser lo suficientemente egoístas para entender que en el juego de extrema personalización, sus chances decrecen si sólo son un referente más de un colectivo abstracto. Al mismo tiempo, deben ser lo suficientemente tácticos (y altruistas) para reconocer que si no es en alianza con alguien, sus opciones de triunfo serán escasas. Pero atención con esto: al estar en un sistema multipersonalista inestable, las alianzas no hacen falta que sean de partidos, sino de líderes. No hay que olvidar que antes había partidos con candidatos; ahora, sólo personas con o sin partidos. No hay espacios para grandes alianzas incoherentes con líderes incoherentes (hago referencia a la incoherencia ideológica o de posicionamiento de grandes te - mas). No están dadas las chances para un bi partidismo o bicoalicionismo abrupto, no al menos frente a una elección legislativa, que es algo así como un campeonato federal de egos regionales.

3. ¿Hay temas concretos sobres los que se puede pensar una estrategia política opositora?

¿Hay algún tema que no haya explorado la oposición desde que el kirchnerismo está en el poder? No. Todo ha sido usado y con igual resultado. Temas concretos y temas abstractos. Más punzantes han sido los periodistas que cualquier actor de la oposición partidaria. Ello es bueno para la agenda pública, pero no implica que la oposición gane terreno surfeando olas de agendas que no les son propias. ¿Qué pasó en las elecciones legislativas de 2009? ¿Hubo temas nuevos? No, sólo un descenso de la performance del oficialismo en ese momento motivado por la 125, que permitió que temas que se venían usando tomaran cuerpo. Mucho dependerá del nivel de eficacia del las respuestas ideológicas del oficialismo, y sólo cuando se despeje esa variable independiente, la oposición tendrá más o menos eficacia con los mismos temas que venía planteando. Pero la ideología es un factor inherente a la discursividad política. Por eso, en la medida en que el debate público ideologizado sea percibido como necesario para obtener soluciones deseadas, la ideología será un buen y estable predictor electoral. También es cierto que cuando un tema o conjunto de temas afecta severamente a un grupo y la ideología no resuelve el tema, este puede ponerse por encima de la ideología, tanto como si la ideología discute exageradamente sobre temas que no sean de interés general. Ese es el límite de la ideología.

4. ¿Qué discurso y qué estilo de liderazgo puede aconsejarse a un líder opositor?

El único discurso que recomiendo es aquel que tenga coherencia y sea un traje a medida. No puede haber un discurso “todo terreno” que a todos les quede bien. La oposición como conjunto ha leído más los diarios que escuchado a especialistas de modo temprano, y por eso muchos actuaron igual y, lo que es peor, tarde. Pero como la imagen es la acumulación coherente y sostenida de discursos a lo largo de un tiempo, no cualquier político puede alterar su estilo discursivo fácilmente y esconder la personalidad real. Hay quienes tienen la tendencia excesiva y simplista de mirar lo que resalta de alguna buena práctica para aplicarlo indiscriminadamente a su cliente. Ello es positivo y forma parte del benchmarking. Peter Drucker decía que el problema no es copiar sino copiar bien, es decir, contextualizadamente. Algunos creen que los fallos políticos previos son resueltos por el marketing político y piensan en la comunicación cuando la política ha fracasado. Cerca del 90% de las campañas terminan reafirmando la tendencia que existía antes de que la campaña inicie. Es que hace falta tiempo. Esto es válido para los discursos y las alianzas. La efectividad discursiva depende mucho de comprender los datos del contexto: los candidatos, los sistemas electorales, la fragmentación de los partidos, el desempeño gubernamental de los antecesores y las variables económicas y socioculturales. No hay magia, sólo situaciones más favorables o más adversas. Dependerá del desempeño del oficialismo para saber si el discurso de la oposición debería apuntar a más integración y menor diferenciación o a más adversarialidad y diferenciación. Pero debe quedar claro que en una campaña, máxime con sistemas de partidos rotos y con balotaje, la adversarialidad puede seguir siendo efectiva y esto es lo que se denomina conflicto controlado. Lo que en la ciencia política se denomina “perdedor Condorcet” es el caso de un candidato que uno a uno puede perder contra todos pero, entre muchos, gana. Si no hay espacios para las alianzas grandes, este fenómeno puede suceder con un candidato de estilo más adversarial, máxime considerando que las exigencias que permiten ganar en la primera vuelta (y evitar el balotaje) requieren menos votos que en otros países. La oposición tiene como tarea buscar una valencia. La valencia es el elemento público, un caballito de batalla electoral que te distingue de tu opositor y que suele sintetizar racionalmente un esquema de propuestas sin que éstas sean desagregadas. En general, los temas de valencia implican un alto nivel de aceptación social. Pero su nivel de polémica aparece cuando la valencia empieza a ser desagregada. Por eso la valencia constituye grandes declamaciones con poco nivel de desagregación; es el elemento “atrapa todo” que suele dar cuenta de los eslóganes políticos. Se trata de un posicionamiento sobre un asunto de gran aceptación pública, que es, en sí mismo, un fin u objetivo destacado.

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