La creación de think tanks ad hoc es una costumbre cada vez más extendida entre los candidatos. ¿Para qué sirven, y para qué no, estos espacios?
A principios de la década de 1990, el politólogo francés Bernard Manin teorizó sobre la “personalización de la opción electoral”. Escribió sobre el final de la “democracia de partidos” y aseguró que ante esta “crisis de representación”, los electores votan “según la personalidad de los candidatos que se presentan”.
En este contexto, comenzaron a tener relevancia en la política argentina los think tanks asociados a candidatos y no a partidos. Son instituciones que aglutinan a politólogos, economistas e investigadores con el objetivo de, principalmente, diseñar las políticas públicas de quienes pretenden ganar las elecciones. Frente a la crisis de los grandes partidos descrita por Manin, armar un think tank parece ser una obligación en política nacional.
Al respecto, el consultor en comunicación política Rubén Weinsteiner cree que estas agrupaciones son una buena herramienta de marketing porque “tienden a instalar en la población que el candidato tiene equipos técnicos y gente capacitada desarrollando ideas”. Aunque aclara que “cuando sólo actúan como herramientas para ganar una elección, se mueren tras el sufragio”, como ocurrió tras el triunfo de Francisco De Narváez en las legislativas de 2009 frente a Néstor Kirchner.
Entre los candidatos a dirigir el país el 2015, Mauricio Macri fue el pionero en desarrollar su think tank. Creó la Fundación Pensar con la intención de “formar equipos y desarrollar los planes de gobierno para transformar a la Argentina”. Actualmente, Pensar es liderada por el economista Miguel Braun, ex director del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), y presidida por el ingeniero Francisco Cabrera, ministro de Desarrollo Económico de la CABA. Cuentan con 35 coordinadores y 220 voluntarios que “integran los equipos técnicos de las principales áreas de política”, junto a 400 especialistas o referentes de consulta, informaron oficialmente desde la fundación. La estrategia, explican, es buscar apoyos para el macrismo por la Argentina profunda: ya cuentan con sedes en el interior de la provincia (Mar del Plata, Olavarría, Junín, La Plata y Bahía Blanca) y en Mendoza, La Pampa, Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe.
Tras derrotar al kirchnerismo en las elecciones legislativas de 2013, Sergio Massa buscó legitimación académica con la creación de la Fundación Concordia. “Renovar ideas, proyectar el país” es el eslogan del “espacio de investigación y encuentro” que nació en la provincia de Buenos Aires dirigido por el intendente de San Miguel, Joaquín De la Torre, de extensa trayectoria en el Partido Justicialista bonaerense. Además, Massa tiene un equipo de asesores de mucho peso en materia económica, habiendo sido casi todos funcionarios de Néstor y de Cristina Kirchner.
Preocupado por no quedarse fuera de la nueva tendencia, Daniel Scioli presentó, a principios de junio, la fundación Desarrollo Argentino (DAR), que estará a cargo de su hermano José. La inauguración implicó un concurrido acto con la participación de los economistas Miguel Bein y Mario Blejer que, curiosamente, no coincidieron en todos los temas.
El diputado Julián Domínguez había lanzado a principios de año el grupo San Martín, mientras que Florencio Randazzo creó La Florería, agrupación juvenil que busca instalar su candidatura en todo el país.
Uno de los grandes misterios de estas agrupaciones es su financiamiento. Consultado al respecto, el coordinador general de la red federal de la Fundación Pensar, Andrés Boeninger, cuenta: “Como cualquier otra ONG, recibimos donaciones de privados (personas o empresas), que consideran importante el trabajo que realizamos”. Lo propio explican desde el massismo: “Nos financiamos con donaciones y aportes, mientras que los especialistas y técnicos trabajan ad honorem”, declaró a el estadista el presidente la Fundación Concordia, Joaquín de la Torre.
El Frente Amplio UNEN no sólo aglutina diferentes partidos políticos. También es un espacio donde se cruzan think tanks, como el Centro de Estudios Municipales y Provinciales, de Hermes Binner. Tras el furor por su voto “no positivo”, Julio Cobos había lanzado su propia fundación en 2008, el Consenso para el Desarrollo Argentino (CODA). Elisa Carrió estuvo a la vanguardia: creó, en 2004, el Instituto de Formación Cultural y Política Hannah Arendt. El radicalismo cuenta con varios centros de estudios siendo la oficial la Fundación Alem. En la Alianza, un espacio que integraban casi todos los miembros actuales del FAU, se conformó la FADE que fue una de las mayores experiencias en materia de elaboración de propuestas de políticas públicas. La inmensa mayoría nunca pudo aplicarse porque faltaba la fundamental: una estrategia para salir de la convertibilidad.
¿Qué tan importantes serán los think tanks en la Argentina que se viene? El analista Lucio Guberman relativiza su rol. Explica que “la investigación mayoritaria en el país se hace en el sistema dependiente del Estado”, por lo que estas agrupaciones sólo “terminan buscando legitimar intereses sectoriales”. Agrega: “Parecen más dispuestos a aportar funcionarios y candidatos que a la tradicional búsqueda de incidencia”.
Los think tanks son necesarios para dar imagen de previsibilidad pero es muy difícil anticipar con tanta antelación la situación en la que recibirá el país el próximo gobierno por lo cual es poca la certeza que puede haber sobre el diagnóstico y, consecuentemente, sobre las propuestas más adecuadas. Un simple ejemplo de la economía: ¿quién sabe a ciencia cierta si en diciembre de 2015 el tipo de cambio estará atrasado o adelantado?
Curiosamente, un precursor de estas iniciativas como Macri sostiene que sobran los diagnósticos y lo que falta es decisión y voluntad política para llevar adelante propuestas que están escritas desde hace mucho tiempo.