Un interesante recorrido por la historia del sindicalismo, desde las luchas del anarquismo a los negocios de Moyano.
En “La lucha continúa? 200 años de historia sindical en Argentina” (Vergara Editores), Santiago Senén González y Fabián Bosoer relatan la historia de las luchas de los trabajadores argentinos de los últimos 200 años, el mismo tiempo que el de la vida institucional de nuestro país. Los autores recorren un largo itinerario de reivindicaciones de los derechos laborales y sociales, adheridos a las ideologías políticas que siempre los han sustentado: desde las primeras asociaciones del Siglo XIX y las invalorables conquistas de las agrupaciones anarquistas y socialistas alimentadas por el espíritu de lucha de los inmigrantes europeos ?y sus enfrentamientos con un poder represor y oligárquico?, hasta la llegada del peronismo y del sindicalismo de Estado.
Para ello dividen la obra en cuatro momentos o etapas que ha tenido el sindicalismo en la Argentina dependiendo de su organización interna y la relación que adquirió con el resto de las fuerzas políticas y productivas de cada época. Comienzan así su recorrido por el “sindicalismo de combate”, al que ubican entre 1860 y 1916, en épocas en las que las primeras ideas anarquistas y socialistas se propagaban rápidamente entre los trabajadores que provenían mayoritariamente de Europa y en tiempos en los que “el sindicalismo estaba signado por el enfrentamiento claro entre burgueses y proletarios” y en el que el Estado “era concebido como el instrumento de opresión de los dueños de los medios de producción”.
Sin embargo, en el resto del mundo, marca con acierto el trabajo, ya comenzaban a verse los primeros resultados de lo que sería la siguiente etapa del sindicalismo y “las luchas obreras habían culminado con la conquista de la jornada de ocho horas de trabajo y otras reivindicaciones laborales y sociales”.
Tras esa primera etapa signada por el poco diálogo entre las partes, aflora lo que Bosoer y Senén González denominan la etapa del “sindicalismo reformista”, que ubican entre 1916 y 1943, y que tiene lugar luego de la creación de las primeras centrales sindicales unificadas “de carácter reivindicativo” que pasaron del plano del enfrentamiento que suponía la lógica de la etapa anterior a una época en la que exigían “mejores condiciones de trabajo y remuneración y el reconocimiento de los derechos de los trabajadores”.
La revolución social ya no aparecía entre las proclamas de estas organizaciones. El contexto internacional brindó en esta etapa una serie de profundas transformaciones políticas y económicas que marcarían los años siguientes, especialmente las guerras europeas, durante los cuales, plantean, “coincidió un momento de 'hibernación' de la Argentina, relativamente preservada ?o aislada? de los efectos devastadores de esa guerra”.
Tras ese período, la matriz de sustitución de importaciones que comenzó a prevalecer produjo el nacimiento de lo que los autores denominan “sindicalismo de Estado”, que se extendió entre1943 y 1983 en dos grandes períodos delimitados por el ascenso y declinación del peronismo: el primero, entre 1943 y 1955, que describen como una “edad de oro” para la integración de los trabajadores en la política nacional, identificados con una ideología oficial y un régimen político determinado, durante el que se lograron instituir las paritarias para la discusión salarial y durante el que se fijó la existencia del sindicato único por actividad. Este modelo cae juntamente con el peronismo y aparece un sindicalismo de Estado, pero ya no dentro del propio Estado, sino enfrentado al poder fáctico de los gobiernos militares y civiles que se sucedieron como tutores del orden democrático hasta 1983.
Desde lo económico, sin embargo, los primeros tiempos de ese período “fueron años de crecimiento económico en los que se expandió el sector de la industria automotriz, de electrodomésticos y metalmecánica”, junto a los trabajadores estatales y de la educación. Con la llegada de la dictadura, los autores ubican al movimiento obrero organizado en una etapa de “resistencia” que contribuyó, junto a otros actores, a la recuperación de la democracia.
Una vez que en 1983 se produce el triunfo de Raúl Alfonsín, llega el denominado “sindicalismo en democracia” y de cara a los desafíos de un mundo globalizado, con un primer momento de normalización de la actividad gremial y ejercicio pleno de los derechos, durante el gobierno radical, que dio paso a una época de reformas laborales durante las presidencias de Carlos Menem y el fugaz paso de De la Rúa, que los autores plantean como “similares en cuanto a las políticas liberales aplicadas”. Tras esos dos períodos y el abrupto momento de quiebre que significó la crisis institucional de 2001, los autores ubican un momento de “adaptación y recuperación del sindicalismo de Estado”, con la presidencia de Eduardo Duhalde como paso previo a la llegada del kirchnerismo al gobierno.
Es justamente este último tiempo al que caracterizan como “el período en el que se produce la mayor transformación de los sistemas económicos y de los modelos productivos desde la Revolución Industrial, con un desplazamiento del centro de gravitación de los sectores industriales hacia los sectores de servicios”, que explican con datos, cuadros y precisiones y en el que identifican a Hugo Moyano como paradigma, más allá del tenso momento actual en su relación con la Casa Rosada.
Es en el período 2003- 2008, por ejemplo, que los autores apuntan que el Ministerio de Trabajo otorgó a razón de más de una personería gremial por semana. Las pesadas herencias de las desregulaciones de los períodos anteriores, la aparición del “trabajo en negro” como erosionador del poder sindical y las nuevas formas de pobreza estructural entran también en la consideración del trabajo para caracterizar esta nueva etapa. Resulta, en definitiva, un completo trabajo que muestra en un recorrido de fácil lectura las distintas variantes del movimiento obrero en el país y cómo se ha ido adaptando a los cambios de paradigmas políticos, económicos y sociales reinantes no sólo a nivel nacional, sino también mundial.
El texto final de Juan Carlos Torre, con otro enfoque enriquecedor, termina de delinear una obra que brinda un panorama indispensable para entender al sindicalismo nacional.
(De la edición impresa)