(Columna de Néstor Leone)
El Gobierno tuvo en la emergencia ocupacional su primer contratiempo. Límites y posibilidades de su programa.
El gobierno de Cambiemos pudo hilvanar hasta aquí una serie de medidas drásticas, de fuerte impacto, con ligazón inequívoca con su programa electoral. Aquel que enunció en campaña tanto el entonces candidato a Presidente como varios de los suyos, más allá de los preciosismos publicitarios y la fraseología de ocasión. No podrá decirse, entonces, que hubo golpe de timón en sus decisiones ni ruptura del contrato con sus mandantes. La salida del cepo cambiario, el cambio en los precios relativos vía brusca devaluación y el “sinceramiento” de tarifas, quiérase o no, estaban entre sus premisas. Casi como condiciones necesarias. Incluso, con las transferencias intersectoriales (regresivas todas ellas) que éstas suponían. Aunque sobreviniesen como válidas las discusiones sobre cuánto de shock o de gradualismo tuvieron en cada uno de los casos.
La agenda del cambio trajo consigo una interpretación diferente respecto de la naturaleza de la inflación. Ligada a la composición de la base monetaria y el gasto público, y lejana de aquella otra que establecía causas en la puja distributiva existente o en la concentración de la cadena de valor. Y trajo también decisiones de política económica en aquel sentido, que lejos estuvieron hasta aquí de mitigar el problema (y que lo azuzaron, por cierto), pero que no le impide al Gobierno mantener la reversión de las principales variables de la economía como promesa de reparación para el segundo semestre del año. Las modificaciones en la relación entre Estado y empresariado, entre espacio público y mercado, resultan conexas. Y establecen un nuevo cuadro de situación.
El acuerdo con los fondos buitres y su ratificación en el Congreso, con mayorías holgadas, fue el punto más alto de esa ecuación en términos políticos. Por las dudas iniciales respecto de la capacidad de Cambiemos de establecer una coalición de gobierno sustentable en el tiempo y por los números adversos en la composición parlamentaria. La discusión de estos días respecto de la emergencia ocupacional, la dimensión de los despidos en el mercado laboral y las propuestas para evitarlos o generar condiciones más propicias para apuntalar los existentes trajeron el momento de mayor zozobra. Con la media sanción del Senado de la ley antidespidos como indicador de esa adversidad y como emergente tanto de la endeblez de los acuerdos establecidos hasta aquí como del efecto incipiente de sus políticas.
PROYECTO
El origen de la iniciativa parlamentaria en cuestión tuvo a los dirigentes sindicales como protagonistas. Una visita a las comisiones de trabajo en las cámaras, la preocupación esbozada por la serie de despidos en el Estado (y también en varias ramas del sector privado) y la poca predisposición oficial a escuchar argumentos en ese sentido le dieron curso. Hasta que esas inquietudes en borradores tomaron la forma de proyecto. Con el intento de prohibir despidos o establecer una doble indemnización como puntos de partida. Y con la decisión de los bloques opositores de mover el tablero político. Por razones distintas, según los casos. Pero, también, bajo la presunción de que debían ponerle ciertos límites al ímpetu unilateral del Ejecutivo. La eficacia de las iniciativas en cuestión rápidamente entró en debate. También el rechazo de las distintas cámaras empresarias y los intentos del Gobierno por obstruir su curso, negociar cambios que erosionen sus objetivos o asumir que el Presidente vetará, total o parcialmente, la ley que surja.
El juego de fuerzas, por cierto, encontró su terreno propicio. Allí el Frente para la Victoria, por caso, logró restablecer puentes con el más amplio universo peronista para hacer punta en el debate. Con reivindicaciones abiertas hacia la política laboral del gobierno de los Kirchner, en buena parte de los casos. Y con alusiones más o menos imprecisas a la tradición justicialista en la materia, en otros. Pero, todos ellos, dispuestos a no aceptar modificaciones al proyecto original. Mientras que el Frente Renovador se vio atravesado al interior de su bloque de diputados por muchas de las disyuntivas entre empresarios y sindicalistas. Las posiciones en tensión de Facundo Moyano y José Ignacio De Mendiguren fueron paradigmáticas en ese sentido. Y le exigieron a Sergio Massa, líder del espacio, mayor inventiva para transitar con propuestas la “ancha avenida del medio” (Consejo Económico y Social, por caso) y no quedar desdibujado.
VOLUNTARISMO
El Ejecutivo no sólo anticipó el veto de Macri. También intentó escenificar su esquema de aliados y de apoyos. En consonancia con su particular acepción del diálogo político y la distribución de espacio entre beneficiarios. La foto con los líderes de la CGT que aceptaron el convite (no estuvo Hugo Moyano, por ejemplo), el lunes 9, en Casa Rosada, y que se llevaron la promesa de no generar despidos por noventa días de parte del empresariado más concentrado del país, entre muecas de insatisfacción y ratificación del proyecto antidespidos, intentó mostrar que todavía mantiene canales de negociaciones posibles con los gremios, luego de las manifestación multitudinaria del 29 de abril. La otra foto, con lo más granado de los empresarios que operan en el mercado local, bajo las luces del Salón Blanco, volvió a señalar la congruencia de su política con el rumbo que pretenden esos sectores.
El contenido del texto firmado por los empresarios habla del espíritu de cierto voluntarismo que atraviesa la política del Gobierno. De la que no escapan, por cierto, los augurios respecto del esperado segundo semestre. O la mención respecto de la necesidad de retrotraer los precios en medio de la espiral inflacionaria. Ciertos cortocircuitos con aliados tan necesarios como coyunturales, como el Frente Renovador de Massa (por indulgencias propias o zigzagueos del otro), parece ofrecerle menos sustentos políticos. Lo mismo, las rispideces con los sindicatos (el Gobierno confía en que la escasa imagen positiva de muchos de sus dirigentes los pone a salvo) y los cuestionamientos (por lo bajo) de varios gobernadores justicialialistas (pero no sólo) para ver concretadas varias promesas de ayuda generan algunas preguntas. La exposición más alta de Macri en la defensa de sus políticas se pretende como reaseguro. La imagen más cuestionada de la gestión de gobierno como una incógnita