por Luis Tonelli
La decisión de Cristina Kirchner modificó el tablero electoral y obliga a los demás a ajustar sus estrategias
Se dice que hemos pasado de una política de partidos a una política de candidatos. Qué en las democracias posmodernas, son los caracteres de la personalidad los que atraen a los votantes y no las posturas ideológicas, los argumentos y siquiera sus propuestas.
Si es así, la decisión de Cristina Fernández de Kirchner de ungir a Alberto Fernández para encabezar la fórmula presidencial de su espacio político para las elecciones venideras (reservando para ella el lugar de la vicepresidencia) es la elección de un“ no candidato”.
Difícilmente Alberto Fernández atraiga por su personalidad encantadora y sus bigotazos poblados una carrada de votos decisiva para ganar las elecciones, siendo obviamente Cristina quien aporta el caudal crítico electoral para pelear la presidencia. Entonces, ¿por qué la entronización de un no candidato para una elección en la que ninguno de los dos oponentes mayores parecen estar sobrados de votos para ganarlas?
La sorprendente propuesta de la expresidenta, su semibajada a la vicepresidencia, resuelve de algún modo el dilema que se le presentaba al estar obligada a ser candidata ?ya que quedarse en su casa equivalía a pasar a la pasividad, y se sabe que la jubilación de un político es muy problemática?, y moderar el rechazo que su persona generaba tanto en el electorado independiente, como, muy especialmente, en el circulo rojo y en los centros de poder.
Este rechazo estaba en la médula de una cuestión crucial para lograr acuerdos políticos esenciales con los gobernadores e intendentes peronistas: la capacidad real de la ex presidenta de asegurar la gobernabilidad a futuro.La gran duda que tenían los mandamases pejotistas con CFK era si iba a continuar con la “radicalización del populismo” que caracterizó los últimos años de su presidencia. Cuestión que, con el tema de la corrupción fue, y ha sido, ese caballito de batalla de Cambiemos contra el kirchnerismo que tantas alegrías electorales le ha brindado.
Los gobernadores saben que en las actuales circunstancias Argentina depende del cheque que Donald Trump ha ordenado al FMI que nos deposite y que esta contribución no iba a estar disponible para bancar el regreso del populismo festivo. Más aún, la candidatura de CFK a secas, seguramente hubiera ocasionado un tembladeral financiero, que se hubiera repetido y aumentados con la presentación de lista, y quizás con los resultados de las PASO, que podrían ser favorables al kirchnerismo, como lo fueron en 2015.
Todas estas cuestiones inhibían un acercamiento con los gobernadores, quienes están primariamente interesados en la gobernabilidad, ya que en general han sido reelegidos o van camino a hacerlo. Alberto Fernández oficiaría así como un candidato a un Primer Ministro negociador, reservándose la Jefa del Partido mayoritario el lugar expectante y amenazante de la vicepresidencia: esa que no es nada pero que súbitamente puede serlo todo.
La resignación parcial del CFK ha evidentemente reducido ese estrés financiero crucial. Cuestión que paradójicamente, también ayuda al presidente Mauricio Macri, cuyas chances electorales dependen en lo esencial, de la estabilidad del dólar (claro está que si el dólar no se movió con el anuncio de la fórmula kirchnerista, difícilmente pueda el Gobierno agitar que es el fantasma del retorno al poder de CFK el que hace subir a la verde moneda).
Simultáneamente, que los K pasen de una polarización centrífuga a una centrípeta, donde se busca conquistar antes que traccionar al votante medio del “centro” hacia los extremos, pone en aprietos a Cambiemos. CFK como candidata presidencial era el principal activo electoral que tenía el presidente Macri.
El circulo aúlico del Presidente decidió ningunear la jugada de CFK como “electoralista” y de mero maquillaje. Para ellos, la candidatura de Alberto Fernández no suma nada y no cambia la lógica deseleccionadora de la grieta.
Sin embargo, si el kircherismo consigue avanzar un tanto hacia la conquista del votante medio del centro, y Cambiemos persiste en su polarización extrema, puede perder votos cruciales.
Un candidato como Roberto Lavagna, o Juan Manuel Urtubey hoy pueden sacarle más votos a Cambiemos que al kirchnerismo, y dado el piso alto que tiene esa fuerza y que en Argentina se es presidente con un 40% más 10 puntos de diferencia, las luces de alerta se han prendido en la coalición oficialista. El pedido estentóreo de Alfredo Cornejo de ampliar la coalición está más vigente que antes, y seguramente va a ser parte esencial de lo que va a discutirse en la Convención radical.
De todas maneras, falta mucho tiempo y las candidaturas preanunciadas aparecen sujetas a negociación posterior. La Dama ha movido, pero paradójicamente no lo ha hecho en dirección a ocupar el casillero del Rey, sino a colocarse en el lugar de la Torre, lista en todo caso para el enroque. Lo que obliga a los demás jugadores a alterar sus estrategias, ya que el tablero no parece seguir siendo el mismo.