Todos responsabilizan al otro de poner obstáculos, complejizar su gestión y generan malestar en sus representados.
La política transita carriles de antagonismos, expectativas y confusión. Como de manual, la segunda gestión de Cristina Kirchner viene marcando notorias diferencias con la primera. Aunque no ha cambiado, en lo esencial, la actitud de la Presidenta respecto de la construcción de ciertos escenarios y de su visión sobre la política, el país y el mundo. Existe, sí, un mayor intervencionismo en la economía y un nacionalismo restaurado en actitudes de política exterior y en decisiones como la de YPF. Lejos está aquella imagen de una Primera Dama que prestaba atención a la complejidad de funcionamiento del mundo político internacional. Ahora, la Presidenta ve el mundo desde aquí. Y, en su versión, la Argentina está mejor que el mundo. Capacidad sintética que la llevó, por ejemplo, a conceptualizar la destitución de Fernando Lugo como un golpe de Estado. En Paraguay es posible que un presidente sea destituido por el Congreso, como en Francia Nicolás Sarkozy puede desalojar el Palacio del Elíseo sin explicar de un modo paranoico su derrota. Guste o no guste, el mundo gira sin compasión.
Los antagonismos vienen de la mano de quienes aparecen como enemigos, actuales o potenciales, del kirchnerismo. En primera línea estaría el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli y el camionero Hugo Moyano.
Con Scioli el tema viene de larga data y a la incompatibilidad ideológica se le suma el hecho de una necesidad mutua poco menos que insoportable. Scioli necesitó a los Kirchner para seguir contando en política desde la época en que era maltratado como vicepresidente hasta un oportuno realineamiento que le permitió recuperar terreno perdido. Los Kirchner lo necesitaron para acumular presencia y votos en la provincia de Buenos Aires. El kirchnerismo fue una máquina eficaz de acumulación de poder, pero ello conllevaba en paralelo la trituración de liderazgos alternativos. Frente al Gobierno de Néstor Kirchner, que tuvo falencias pero no pocos aciertos, la cuestión no era para prestarle atención.
Por necesidad, quedó en pie Scioli, y hace un tiempo ?se dice? tendría una imagen más positiva que la propia Presidenta en las encuestas. Para colmo el gobernador parece ser incombustible. ¿Está esperando ?o quizás deseando? ser atacado para poner la otra mejilla? ¿Qué efectos causa en la “audiencia” esta actitud de ataque grotesco del Gobierno y defensa oriental del gobernador? Pero Scioli no es el único que se intenta perfilar en el peronismo hacia 2015. El gobernador cordobés, José Manuel De la Sota, ¿utilizará la técnica opuesta de la confrontación? Probablemente recurrirá a la señalada por Jay Haley: atacar la estrella más alta del firmamento como modo de lograr un más rápido ascenso. La acción entablada ante la Corte Suprema parece ir en ese sentido.
A la pregunta sobre qué hay más allá del kirchnerismo, la obvia respuesta no se hace esperar: peronismo.
El otro antagonismo viene con Moyano. El camionero ya se ha desmarcado del “proyecto”. La Presidente ha estrechado filas con la oposición sindical más obesa, no sin manifestar su deseo de una única central obrera. En realidad, las demandas de las distintas CGT van en la misma dirección. Incluso la próxima a Balcarce 50 aclaró ?en boca de su futuro titular? que nunca le creyó al Indec y que el impuesto a las Ganancias también está en sus reclamos. En el campo sindical las sorpresas serán menores. De la división se hará la unidad, en algún momento. Demasiados intereses comunes no alejan nunca, del todo, a los dirigentes que persiguen sus propios intereses a través de tácticas que los van llevando de un lado al otro de las tormentas, pero siempre bajo el paraguas de la “corporación”. Disputas políticas e incluso legales van consumiendo un tiempo que se compadece con realineamientos de ocasión en los momentos oportunos. Agrupaciones y dirigentes no difieren en sus demandas y reclamos.
El otro antagonismo viene con el siempre potencial candidato a la presidencia Mauricio Macri. Como esperando que, desde el seno del justicialismo, las partes se vayan deglutiendo mutuamente, el ingeniero parece que especula que no es tiempo de apariciones y titulares. Pero los ciudadanos pueden tomar nota que un tema menor ?comparado con en el resto de los problemas del país?, como es el de los subterráneos, no puede ser “cuestión” de parálisis gubernamental.
La estrategia de los antagonistas, expuesta en la vitrina pública, es demasiado obvia. Todos responsabilizan al otro de poner obstáculos y complejizar su gestión para malestar de sus representados. La Presidenta, denunciando la “falta de gestión” en la provincia de Buenos Aires y la inoperancia del Gobierno de la ciudad. Moyano, denunciando que el Gobierno se apartó del rumbo que apoyó la central obrera durante casi toda la gestión kirchnerista. Macri, en eterno rezongo sobre la ausencia de diálogo entre los dos gobiernos y la falta de recursos a que lo somete la Administración Nacional. Sólo Scioli juega el único juego que parece quedarle cómodo: resistir pacientemente. No se le conoce otro. El fuego de las últimas semanas incentivado por la confesión de su proyecto presidencial no parece dañarlo mortalmente.
En algo tiene razón el Gobierno respecto de los medios. No le prestan buena imagen cuando reproducen imputaciones groseras y trifulcas evitables. El uso reiterado de la Cadena Nacional tampoco reditúa mejor imagen. Entre las fallas del Gobierno, sin duda, aparece la ausencia de asesoría en comunicación e imagen. El nuevo slogan de “la cadena del miedo y del desánimo” no ha sido la mejor idea.
Pero no todo es antagonismo. El fragmentado panorama de la oposición, más allá de apuntar algunas cuestiones y críticas poco convincentes, no logra producir más que suaves movimientos que sólo son fuegos de artificio. Duerme una siesta sin tiempo, que parece eterna. ¿Será quizás cierto que su estrategia es pensar en el largo plazo? ¿Dejar pasar el 2015 y apuntar al 2019? La calidad de un sistema político se mide no sólo por el gobierno sino también por las acciones de la oposición. ¿Que Scioli no sigue el proyecto?
A esta altura cabría preguntarse si el Gobierno tiene un mapa de cómo proseguirá el segundo tramo de su gestión y, lo que es más importante, ¿qué está percibiendo la sociedad? ¿Cuál será el relato si los números de la economía no mejoran? Las expectativas de la gente son las que definirán el escenario de 2013, donde se resolverán las oportunidades de las fuerzas políticas en 2015. Una mezcla de resultados y expectativas definen, siempre, las preferencias de la gente. Cuestiones como el crecimiento o el estancamiento de la economía, la limitaciones a las importaciones, la reducción de las exportaciones, los índices de inversión, de la construcción, etcétera, no mueven el amperímetro del comportamiento electoral. Sí, en cambio, el aumento o la estabilidad de los precios y el deterioro o el florecimiento de bolsillo propio. Microeconomía individual y familiar. ¿Cómo habrá afectado el cepo al dólar en la mentalidad de distintos sectores de la sociedad? ¿Qué esperan del Gobierno respecto de seguridad, empleo e inflación? ¿Qué tiene para decir la oposición cuando despierte del sueño eterno? Los antagonismos no generan expectativas. Las expectativas generan votos.
(De la edición impresa)