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Análisis

Con las PASO no alcanza, sin las PASO tampoco

Las PASO de 2023 prometen ser competidas y ayudar a mantener la flexibilidad, pero deben tener en cuenta que a veces el que compite no tiene premio.

La participación supera en 5 puntos la de las PASO
La participación supera en 5 puntos la de las PASO Archivo
Ignacio Santoro 21 diciembre de 2021

Estamos en 2019. Mauricio Macri busca su reelección y el peronismo no tiene candidato. Los gobernadores justicialistas juegan cada uno en su tablero provincial, nadie quiere quedar pegado a la disputa nacional. En una provincia particular las internas del peronismo por el poder salen a la luz: en Chaco, Domingo Peppo busca ser reelecto, pero Jorge Milton Capitanich, luego de pasar un período fuera de la gobernación (como intendente de Resistencia), quiere volver a la primera magistratura provincial.

¿Cómo se resuelve esta puja de poder? Hasta inicios de 2019 en la provincia había un método inclusivo del electorado para hacerlo: las PASO provinciales. Sin embargo, ese mismo año y con ansias de forzar la negociación, Peppo en acuerdo con la Legislatura provincial, decide suspenderlas. 

De esta forma el candidato debería salir de un pacto de caballeros. Pero el acuerdo no llegó. 

La alternativa para resolver la candidatura fue aplazar la elección provincial hasta después de las PASO nacionales y dirimir la nominación en la boleta de precandidatos senadores nacionales; el gobernador encabezó una de las listas y Capitanich la otra. Le salió mal. Las urnas hablaron y Peppo perdió la posibilidad de buscar la reelección. 

¿Qué aprendizaje obtenemos de este ejemplo? Primero, las PASO fueron creadas para democratizar la selección de candidaturas, es decir, que las nominaciones no queden en manos de un cuarto oscuro producto de la rosca política, sino que la decisión sea de la ciudadanía. Además, a diferencia de las primarias partidarias, las abiertas y obligatorias hacen que la foto que se ve en las PASO proyecte el resultado de la elección general. Como ventaja, genera una competencia más concentrada y bipolar, y como dificultad puede provocar vacíos de poder entre cada vuelta electoral (no es necesario recordar las elecciones de 2019 y 2021 que adelantaron las derrotas de Mauricio Macri y Alberto Fernández). 

A pesar de este escenario, no todas las fuerzas deciden competir con más de una lista en las PASO. Los detractores de las mismas destacan su escaso uso, especialmente para las candidaturas presidenciales, pero también en las repercusiones negativas que puede tener competir en las primarias ¿Estos mitos son ciertos? ¿Qué les sucede a los partidos cuando compiten en las PASO? ¿Obtienen un rédito electoral al mostrarse más democráticos? ¿Pueden verse perjudicados por el “fuego amigo”? Nos fijamos en la competencia por cargos ejecutivos para gobernador y presidente y miramos qué pasó entre elección y elección en aquellos partidos que presentaron más de una lista en las primarias. 

Si solo nos centramos en la categoría de candidatos a presidente, lo primero que notamos es lo resaltado por los detractores, entre las primeras fuerzas únicamente en dos ocasiones se presentó más de una lista. En las elecciones de 2015, Cambiemos y Unidos por una Nueva Alternativa, dirimieron sus candidaturas en las primarias, pero el margen de victoria (la diferencia entre la primera y segunda lista de precandidatos) mostró la falta de competitividad. Si miramos al interior de cada provincia, el panorama no es tan desolador. Sumando los casos provinciales, las observaciones se extienden a 21. 

La mayoría tampoco fue competitiva: solo el 33% mostró una diferencia menor al 20% entre la primera y segunda lista de precandidatos. Al mismo tiempo, el competir en la PASO no necesariamente perjudicó a la fuerza política, si bien es cierto que en términos porcentuales son más los casos de partidos que pierden apoyo entre elecciones (62%), en cuanto a la cantidad de votos nominales, en la mayoría de los distritos los partidos y alianzas suman nuevos votantes (76%), probablemente producto del aumento de participación entre primarias y generales que se reparte entre los distintos partidos. 

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Por otro lado, cuando la PASO fue competitiva, la probabilidad de perder votos en términos porcentuales entre elecciones es mayor (71%), mientras que las PASO no competitivas mostraron un escenario diferente: el 43% ganó y 57% perdió votos entre cada comicio. En los ejecutivos, no se premia la competitividad, pero tampoco se penaliza la falta de ella. 

Una última pregunta está en el después. Los recientes comicios de 2021 dejaron un oficialismo derrotado, pero mejor posicionado que en las PASO, con fracturas aún más expuestas. 

Alberto Fernández llamó a una gran interna para todos los cargos electivos en 2023, habilitando un margen para la resolución de tensiones en las urnas. En la vereda contraria, los cambiemitas adelantaron las diferencias en la reciente elección: en 19 de 24 provincias, hubo al menos dos listas internas dentro de Juntos por el Cambio. 

Dos desafíos se inauguran en ambos polos. El primero es si a pesar de las pujas de poder, las coaliciones pueden mantenerse unidas de cara a la próxima elección presidencial. Resuelto el primero, el segundo será la continuidad de los espacios como coalición luego de los comicios, especialmente para quien ocupe el espacio opositor. Hasta ahora ambas coaliciones persistieron, o como dirían los radicales, se doblaron pero no rompieron. Las PASO de 2023 prometen ser competidas y ayudar a mantener la flexibilidad, pero deben tener en cuenta que a veces el que compite no tiene premio. 


 

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