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Contrapunto: Dos progresistas con miradas distintas

24 junio de 2011

(Publicado en la edición nº34)

Carlos Raimundi (Nuevo Encuentro) y el diputado Gerardo Milman (Gen), en ese orden, ofrecen dos visiones distintas sobre qué es ser progresista y sobre el kirchnerismo.

Raimundi: Más allá del listado de avances acaecidos desde 2003, todos pueden ser englobados alrededor de un eje común: haber puesto al descubierto la profunda diferencia entre gobierno y poder. El corte surgido a partir de 2003 tiene que ver con el incremento de los márgenes de autonomía de la política, y de su capacidad de interpelar a esos poderes, que históricamente se sintieron muy cómodos con los partidos tradicionales, e hicieron grandes negocios por vía de los distintos formatos con que se fueron expresando los sucesivos ajustes sociales.

De este planteamiento preliminar se desprenden tres vectores. El primero, que en la Argentina actual existe un solo núcleo de irradiación política autónomo de las corporaciones y es, con sus más y sus menos, el Gobierno Nacional. Ante la inexistencia de una oposición que confronte modelos, es que la campaña se centra únicamente en lo destructivo. Denuncias de corrupción, clima de inseguridad,

disparada de precios, etcétera.

El segundo tiene que ver con el espacio que encabeza Hermes Binner, que está llamado a expresar el slogan: “Hay vida a la izquierda del kirchnerismo”, y al que analizaré desde distintos planos. El primero, mi respeto y reconocimiento a algunas de sus políticas provinciales que distan de colocarlo en el andarivel de una oposición neoliberal. Con esto quiero decir que si la futura agenda fuera discutida entre el kirchnerismo y ese frente, tendremos matices y encontronazos, pero esa agenda se habrá corrido hacia un meridiano mucho más cercano a lo nacional y popular, que si debiéramos seguir discutiéndola con las expresiones del neoliberalismo.

El segundo plano de análisis es su condición de frente testimonial, cuya mayor fortaleza está en acentuar una de las dos condiciones de la gobernabilidad ?una buena propuesta- sin dar la importancia necesaria a su sustentabilidad política y social.

El último vector es si asistimos a un nuevo tramo en la historia de los gobiernos del PJ, o si, como sería de desear, estamos ante una etapa fundacional de un nuevo espacio e identidad política, con el sujeto peronista como eje vertebrador, pero que exceda al PJ

como estructura partidaria formal. El sueño truncado de John William Cooke, la conexión del sujeto que Evita representaba, con el sistema de ideas representado,

entre otros, por Ernesto Guevara.

Es apasionante formar parte de este proceso, y parece mentira que algunos compañeros que se atribuyen la condición de progresistas, lo estén desperdiciando.

Milman: La palabra progresismo ha venido ganando una centralidad importante. Siendo un concepto acuñado en épocas de la revolución industrial e íntimamente ligado al desarrollo incipiente del capitalismo febril aunado al conocimiento científico, ha ido virando hacia lo social con el correr de los años. Lo que en un principio fue sinónimo de desarrollo industrial hoy se ha vuelto un concepto compensatorio, por la vía social, de buena parte de los males generados y proyectados por el capitalismo.

Pero a los aspectos sociales que el progresismo viene a expresar le corresponde también una fuerte encarnadura en términos institucionales, es decir, el progresismo jamás puede ser considerado como tal por vías no democráticas de aplicación, con respeto a la ley y al principio republicano de la división de poderes.

Hoy está de moda ser progresista o arrogarse el título de “progresista”. Jamás puede ser progresista quien coarta el derecho a la información o intenta condicionar o ponerle mordaza a la libertad de expresión. Jamás puede ser progresista quien

gobierna haciendo gala de un discurso de fuerte contenido social sin que sus acciones se orienten de manera enérgica a la mejora de la condición educativa y laboral del pueblo.

Jamás puede ser considerado progresista quien utiliza el aparato y los recursos del Estado para favorecer a determinados grupos económicos en detrimento de otros,

o para condicionar o aplastar las autonomías provinciales o municipales. Ser progresista es también luchar y mantener a la política y al Estado, completamente ajenos de la corrupción y del crimen organizado.

El enriquecimiento personal desde el poder mediante la patrimonialización de lo público, además de un delito, es, por definición, antiprogresista. Depender del viento

de cola de la economía mundial y no aprovechar semejante envión para realizar las transformaciones profundas que el país necesita y el pueblo reclama, es no participar del progresismo.

Buscar llegar al poder por la vía del pragmatismo puro o intentar mantenerse en él para continuar propalando un mensaje progresista cuando, en realidad, lo único que interesa es la perpetuación sin que se generen condiciones donde se conjuguen mayores libertades individuales con mayor equidad social dentro de un proyecto integral de desarrollo sustentable con participación de dividendos laborales, educativos y culturales para los que menos tienen, dista mucho del progresismo con el que me identifico.

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