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Cristina ataca Kamtchatka

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23 agosto de 2017

Por Miguel De Luca & Andrés Malamud

Una elección no es una guerra. Tampoco un juego. Pero puede explicarse como una partida de TEG.

La relación entre guerra y política llena bibliotecas. Como en ningún otro terreno, por ejemplo, las elecciones y los conflictos bélicos comparten términos y mañas. Campaña, conducción, militar, contraataque, bunker, staff, control de daños, mariscales de la derrota. Los dos Carlos, Schmitt y von Clausewitz, sonríen con picardía teutona, o sea sin.

Las elecciones de octubre se asemejan al TEG, uno de los grandes juegos de guerra de la historia. Se despliega el tablero y se alinean los siguientes ejércitos: Amarillo PRO, Rojo FIT, Blanco Radical, Celeste Cristina, Azul Massa y Verde Peronista.

En el TEG los jugadores tienen objetivos; en las elecciones, también. Pero muchas veces son secretos, y en el disimulo reside la clave del éxito. En esta nota les damos vuelta las cartas, revelamos sus objetivos y contamos lo que más temen: los riesgos.

El ejército Amarillo PRO tiene como primer objetivo sacar más votos, más diputados y más senadores en todo el país. De no ser suficientes, le basta con derrotar al ejército Celeste Cristina en la provincia de Buenos Aires. De no lograr uno u otro fin, corre riesgo de irse antes del juego, y en helicóptero. Hasta ahora el plan le está saliendo bien: asoma como inesperado ganador de la primera ronda gracias a buenos resultados en la franja central del tablero. La meta de los combatientes del Rojo FIT era pasar el 1,5 por ciento de los votos en las PASO, o sea, no ser barridos antes de la segunda ronda. El objetivo para octubre es meter más diputados de los que salen. De ser imposible, destruir al capitalismo. El ejército Blanco Radical (con su formación de elite, los boinas blancas) recibe la tarjeta que dice: “conservar las bancas que tiene y posicionar candidatos a gobernador para 2019”. El riesgo inminente es ser engullido por su aliado, el ejército Amarillo. Para su infortunio, y por carecer de estrategas con visión global, también puede desaparecer del mapa si rompe el pacto que los une.

El Celeste Cristina, como la inmensa China, tiene por objetivo conquistar el territorio más deseado: Kamtchatka, con capital en La Plata. Buena parte del juego se define en ese duelo, con pilas de fichas acumuladas a ambos lados de la grieta. De ser imposible la victoria en la madre de todas las batallas, los Celestes buscan asegurarse fueros que impidan su destrucción por el ejército de la derecha.

La misión de la milicia Azul Massa es la misma que la de Celeste Cristina. Si le resulta imposible, debe cambiar de aliados e intentarlo en la próxima ronda. El peligro es que, de tanto repetir la misma estrategia, se quede sin tropas o termine destruido por los ejércitos de la vereda izquierda y la vereda derecha.

Para los Verdes Peronistas el objetivo es “Conservar las provincias gobernadas y esperar que el ejército Celeste Cristina no gane en la de Buenos Aires”. De ser imposible, vencer al ejército Celeste Cristina. De ser imposible, subordinársele. Algunos ya están haciéndose a esta idea, para desgracia de Azul Massa.

Después de las PASO, cada jugador reagrupa sus huestes, saca tarjeta y agrega nuevas tropas según su suerte en la primera vuelta. El próximo turno se define en octubre. Hasta entonces hay tiempo para rever alianzas, reforzar bastiones y ajustar estrategias.

Los dados están en el aire. Como en el TEG, en caso de empate gana el que defiende. Amarillos y Blancos confían en que, escondiendo sus objetivos y algunos de sus candidatos, la suerte les sonreirá. Celeste Cristina, experta, sabe que el juego es largo y no se termina hasta bien de madrugada. En tanto, se pertrecha en su fortín de la Tercera Sección. Azul Massa y Verde Peronista piensan en un pacto de mutua supervivencia, mientras revisan si entre sus tarjetas hay barcos, cañones o globos. Los Rojo FIT reponen fuerzas y siguen con entusiasmo.

¿Y el flaco de Chivilcoy? Lo invitaron a jugar pero prefirió ir al cine a ver un estreno: Dunkerque

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