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Cuando Perón quiso volver y no pudo

14 noviembre de 2014

(Columna escrita junto a Santiago Senén González)

El líder intenta regresar al país para no perder las riendas del movimiento, tras nueva años de proscripción. Pero el viaje resulta infructuoso.

En 1964, el peronismo estaba logrando retornar a la escena pública, luego de nueve años de proscripción, a través de la movilización gremial y en una dura oposición al gobierno radical de Arturo Illia. Desde su exilio en Madrid, Perón debía mantener bajo su control al movimiento y fijar las estrategias frente a los sucesivos gobiernos bajo fuerte condicionamiento de las Fuerzas Armadas, dominadas por los sectores antiperonistas. Lo más complicado era sostener esa cohesión a la distancia, desarrollando diversas acciones con unos u otros sectores del amplio abanico peronista apelando a la lealtad de las masas a su líder frente a las continuas crisis políticas, ligadas precisamente a la incapacidad de los sectores antiperonistas de asentar un escenario político que pudiera prescindir de aquella parcialidad mayoritaria del país.

Como el mismo Perón lo había expresado en múltiples ocasiones, “el peronismo es lo más heterodoxo que hay: cabe de todo”, y ese “todo” incluía tanto a izquierdas y derechas, halcones y palomas, combativos y negociadores, e incluso “leales” y “traidores”. Las diferencias entre unos y otros estaban en los diversos grados de subordinación al líder frente a sus estrategias de participación electoral, o a sus directivas frente a los gobiernos de turno. Por otra parte, en su condición de asilado político, su palabra quedó restringida a la intimidad, es decir, estaba impedido de pronunciar discursos públicos, pero contaba con delegados, secretarios, cintas grabadas y correspondencia, que le permitían transmitir su palabra a dirigentes, militantes y círculos influyentes atentos a sus señales.

El Operativo Retorno fue un despliegue de esos movimientos en los que aparentes contradicciones, marchas y contramarcas, mensajes y contramensajes contribuían al juego mayor de mantener el liderazgo peronista a la distancia. Ese sentido tenía el mensaje emitido por Perón al comenzar el '64 dirigido a dirigentes políticos y gremiales, partidarios, delegados informales y periodistas, de que se preparaba para regresar al país.

El otro personaje central de esa escena, Augusto Timoteo Vandor, líder de la Unión Obrera Metalúrgica, era, a esa altura, el hombre fuerte que maneja los hilos del poder sindical. El dirigente metalúrgico que veía en la política el arte de “golpear y negociar”, era el encargado de anunciar en agosto ?a su regreso de Madrid? que en el curso de ese año Perón volvería a la Argentina. “El Lobo” Vandor era el único dirigente que se atrevía a definir una estrategia propia y ya se empezaba a hablar del proyecto de un “peronismo sin Perón”.

Otro dirigente que acompaña a Vandor es Andrés Framini, gremialista histórico de los textiles que participó en los orígenes del peronismo en las jornadas del '45 y había sido uno de los encargados de la conducción de la CGT al producirse el golpe del '55. Framini había triunfado en las elecciones para gobernador en la provincia de Buenos Aires, en 1962, como candidato de la Unión Popular, una de las siglas que usaba el peronismo, que finalmente fueron anuladas poco antes del derrocamiento del presidente Arturo Frondizi. El tercero era uno de los secretarios generales de la CGT, José Alonso, que había encabezado junto a Vandor el Plan de Lucha que culminaría con la toma de fábricas en mayo del '64, pensadas como verdadero “caldo de cultivo” para el regreso de Perón y la confrontación con el gobierno de Illia.

Alonso, además, era un hombre cercano tanto a Perón como a sus esposas Evita y luego Isabel (María Estela Martínez), y de buenos vínculos con la Iglesia y los militares. Vandor y Alonso se enfrentan y están ya perfilados como los conductores de dos sectores en pugna dentro del sindicalismo peronista: las 62 “Leales a Perón” y las 62 “De pie junto a Perón”.

La dirigencia sindical, unificada en torno al Plan de Lucha, se fractura cuando los gremialistas no peronistas advierten que las acciones reivindicativas tenían por principal objetivo la vuelta de Perón e incluso favorecían la caída del gobierno radical. Otro hecho que agita el ambiente será la visita al país del presidente de Francia, Charles De Gaulle, en octubre. El general De Gaulle, héroe de la Resistencia durante la Segunda Guerra, tenía en ese entonces setenta y cuatro años y fue recibido por los peronistas como una antesala del retorno del líder, con consignas como “De Gaulle-Perón, un solo corazón” o “De Gaulle-Perón-Tercera posición”.

En aquel 17 de octubre de 1964, el día peronista por naturaleza, se anuncia públicamente la creación de la Comisión Nacional Pro-Retorno, integrada por Vandor y Framini, Alberto Iturbe y Carlos Lascano, la dirigente de la rama femenina Delia Parodi, y el financista Jorge Antonio. El 2 de diciembre, Perón vuela con pasaporte paraguayo con destino a su país, acompañado por los integrantes de la comisión liderados por Vandor. Pero el intento no saldría según lo planeado. El avión es detenido por las autoridades militares de Brasil en el Aeropuerto de Río de Janeiro y obligado a regresar a Madrid. Según una versión, se había pedido permiso al propio dictador Francisco Franco para que dejara salir el avión de Iberia rumbo a Buenos Aires. Las versiones en nuestro país fueron que el embajador argentino comunicó la novedad al canciller Miguel Zavala Ortiz y hubo presión militar para evitar el arribo. La huelga general promovida por los sectores más combativos del peronismo no tendría mayor acogida en los dirigentes y finalmente, tras el fracaso del operativo, Perón gozará de las mismas condiciones de residencia que tenía desde 1960 en la España de Franco, que le imponía al líder exiliado “renunciar a su actividad política”, cosa que, claro, éste nunca respetó. El fracaso del Operativo Retorno ahondaría las diferencias entre Perón y Vandor, a quien el líder responsabilizará por el mal paso e incluso acusará de traición.

Deberá aguardar otros ocho años para concretar su regreso al país. Años que incubaron grandes esperanzas y dolorosas frustraciones en las luchas por la recuperación de la democracia. El peronismo canalizaba la movilización popular pero contenía en su seno contradicciones y enfrentamientos internos que estallarían violentamente.

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