Columna escrita con Patricio Rey (in absentia). Los autores se disculpan con quienes desconocen la discografía. Y los repudian.
No fue magia, fueron 400.000 votos. Esa es la distancia que una porteña sin GPS le sacó a un ricotero que se comía los chicos crudos. Sería injusto señalar a Julián Domínguez como el hombre más feliz de la noche cuando Florencio Randazzo estaba acalambrado de la risa. Pero yo sé que hay caballos que se mueren potros sin galopar. Aníbal habría debido escuchar al Indio: cuanto más alto trepa el monito, así es la vida, el culo más se le ve.
La culpa no es del chancho. Los electores también penalizaron al gobernador que Fernández quería suceder. Por desentenderse. No por someterse. Paradójicamente, Scioli generaba empatía cuando era felpudo. Como líder genera rechazo. ¿Por qué? Porque aceptó cargar un legado en vez de ofrecer un futuro. Así se desgració el campeón del híper-fútbol.
Ocurre que el futuro no llegó hace rato. Y los electores empezaron a hartarse de puro pasado. La suerte del principiante no puede fallar, pensó Macri y plantó a Vidal. La más hermosa niña del mundo puede dar sólo lo que tiene para dar, y eso era justo lo que hacía falta: frescura. Una naturalidad que contrasta con la gran bestia pop de Aníbal y con la grisura de Scioli. Un antídoto contra el hartazgo. Un basta por la positiva. Un gran remedio para un gran mal: frescura contra fatiga.
La proeza no fue mérito de una sola persona ni de un único partido. Meses atrás, Lilita le espetó a Pino un no voy en tren. Después Macri contrarió asesores: quiero morder el tallo de su rosa aunque me clave sus uñas espinas, les dijo, y se alió con el radicalismo. En Gualeguaychú, Ernesto Sanz atizó a un correligionario: soñás la hoguera donde siempre sos la leña, es hora de cambiar. ¿Sería?
Estás cambiando más que yo, asusta un poco verte así, le dijeron a Macri cuando se volvió peronista. Su corazón no era un hotel, aunque corría ese rumor. Sin embargo, la estrategia funcionó: en la semana previa a la elección, sus números treparon radares militares. Candidaturas coloridas y la estructura radical pudieron más que candidaturas sombrías y la estructura peronista. La omnipresencia presidencial no ayudó a los candidatos oficialistas. Salando las heridas jodiste a todo Cristo y más, escribió alguien en la foto de la Presidenta y la metió en el sobre.
Dice la opo que la sociedad maduró. Aquí gracias a Dios uno no cree en lo que oye. Ya en 1999 la Alianza había jubilado a una legión de barones del conurbano. Manuel Quindimil sufrió el desalojo en 2007. Hoy, que testimoniamos el mismo fenómeno, podemos afirmar que se trata de un proceso cíclico, no evolutivo. Pero? ¿cabe todo lo tuyo en una maldita valija?, le preguntaron a un intendente recién derrotado. Sobrio no te puedo ni hablar, respondió. Las despedidas son esos dolores dulces? dulces para el que llega.
Se viene mucho pogo hasta el 22 de noviembre. El electorado ya no evalúa la gestión. Al decir del Nobel Daniel Kahnemann, vota por actitudes antes que por preferencias. Con la emoción antes que la razón. Y los discursos de Mauricio Macri y Daniel Scioli en la noche electoral no pudieron ser más contrastantes. El de uno fue pensado, alegre y colorido. El otro, desenfocado, resentido y ceniciento. Algo me late y no es mi corazón: son los focus groups que detectan el momentum de Cambiemos.
Mientras tanto, en la provincia presidencial ganó una cuñada. Ella sí que era el fuego, ella sí que bailaba en las llamas. Ella tendrá que enfrentar, quizás, la soledad ante el próximo Gobierno Nacional y el ostracismo de sus pares partidarios. Ellas. Caída libre para dos.
El resto del país sonríe. El domingo deparó un largo escrutinio, pero el lunes amaneció radiante. Es así: cuando la noche es más oscura se viene el día en tu corazón.