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Doña Flor y sus dos Gobiernos

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12 agosto de 2015

(Columna de Ernesto Calvo y Julia Pomares)

La creciente fluidez política en la Ciudad ha producido un electorado que mueve sus fichas de elección a elección con una velocidad nunca antes vista. Mientras los políticos y los académicos se sorprenden, los ciudadanos hacen lo que tienen que hacer: votan.

Como en la novela de Jorge Amado, los votantes argentinos se encuentran seducidos por dos oficialismos en sus distritos, los cuales son a menudo de distinto color político. Casados en segundas nupcias con autoridades locales, los votantes siguen flirteando con el fantasma de la política nacional. O al revés. A esta altura es difícil saber cuál grupo de políticos representa al fiestero Vadinho y cual al proveedor Teodoro.

Lo cierto es que una década de relativa calma económica consolidó a los oficialismos, donde quiera que éstos se encuentren, debilitando a su vez las alternativas opositoras. En aquellos casos en los cuales el gobernador comulgaba con el presidente, los votantes vieron simplificadas sus opciones electorales. Cuando gobernadores y presidente se enfrentaron, Doña Flor dividió su voto. Este fue el caso del electorado de la Ciudad de Buenos Aires, quien otorgó mayorías porteñas a Mauricio Macri y a Cristina Fernandez en el 2011, al primero para Jefe de Gobierno y a la segunda para Presidenta. No pareciera estar contraindicado el votar por mayoría a distintos partidos, mostrando un grado de sofisticación política encomiable.

Más complejas, sin embargo, son las señales políticas en esta temporada electoral. La economía no es tan robusta como en elecciones anteriores y, más importante aún, tanto Cristina Fernandez como Mauricio Macri están prestos a dejar sus respectivos sillones. Los candidatos para sucederlos no han seducido al electorado porteño, el cual eligió a H. R. Larreta por un exiguo margen y le negó su apoyo a Daniel Scioli el pasado domingo.

La otra cara de Doña Flor y sus dos Gobiernos, por tanto, es representada por espacios políticos que son progresistas en la Ciudad y anti kirchneristas a nivel nacional. Los Opo-Opo arrastran sus penas de elección a elección, lamentando tanto el arribo de Larreta en la Ciudad como la fortaleza del FpV en la Nación. En el 2015, este espacio pareciera ser particularmente populoso, en contraste con la elección de cuatro años atrás.

La creciente fluidez política en la Ciudad ha producido un electorado que mueve sus fichas de elección a elección con una velocidad nunca antes vista. Es así que luego de cuatro comicios (tres elecciones locales y una PASO nacional), podemos ver patrones de transferencias de votos que pueden confundir a los más avezados analistas políticos.

Estas cuatro rondas de elecciones porteñas ejemplifican la fluidez del voto local así como el doble corte político entre el voto local y el voto nacional. Encontramos todo tipo de combinaciones del voto porteño: Zamora-Lousteau-en blanco-Stolbizer; Larreta x 3-Scioli; Cerrutti-Recalde-Lousteau-Scioli y/o Larreta-Larreta-Lousteau-Macri. Para el lector sofisticado, la diversidad ideológica sorprende. ¿Qué recorrido hicieron los porteños en sus decisiones electorales? ¿Qué nos dicen sobre el anidamiento electoral de los niveles nacional y local? Mientras los políticos y los académicos se sorprenden, los ciudadanos hacen lo que tienen que hacer: votan.

A partir de los resultados electorales desagregados para cada una de las 7.300 mesas de la Ciudad, utilizamos un modelo bayesiano para estimar las trasferencias de votos entre las vueltas electorales locales y las PASO presidenciales del 9 de agosto. El recorrido de Doña Flor tiene tres paradas: de la PASO a la general porteña, de la general porteña al balotaje y de la general porteña a la PASO nacional.

Parada 1: de la PASO a la primera vuelta porteña

Por primera vez, los candidatos a jefe de Gobierno porteño se eligieron en primarias abiertas y obligatorias. Una dimensión fundamental para entender de la PASO es en qué medida los partidos logran conservar a sus votantes, especialmente cuando la competencia se da mayormente entre líderes de diferentes partidos y no al interior de una organización partidaria, y cuando ocurre de forma simultánea.

El Frente para la Victoria fue la fuerza más efectiva en mantener a sus votantes dentro del espacio de la PASO a la general. Los votantes del ganador Mariano Recalde se quedaron íntegramente en el FpV. También los votantes de Aníbal Ibarra, Gabriela Cerruti y Gustavo López y le dieron tres puntos a Recalde para crecer entre las PASO y las generales. Los votantes de Carlos Heller fueron algo más díscolos: el 40% no votó al FpV en las generales y migró, principalmente hacia ECO.

La Alianza ECO, creada formalmente para la elección 2015 pero que buscaba reconstruir la experiencia de UNEN de 2013, sumaba a varios partidos y tenía un gran desafío para trasladar a sus votantes a la general. ECO logró conservar al 70% de los votantes de su primaria en las generales, aunque perdió más votantes de los perdedores G. Ocaña y A. Borthagaray que de Lousteau. Los votantes que abandonaron ECO en las generales lo hicieron mayoritariamente para votar al PRO en la primera vuelta.

El oficialismo local fue algo más exitoso que ECO pero menos que el FpV en la tarea de mantener a los votantes de su atractiva primaria. El 80% de los votantes al PRO en la PASO permanecieron amarillos en las elecciones generales. La pérdida de votantes fue compensada por los que logró captar de ECO y así pudo acercarse en la elección general a su caudal de votos de las PASO (sacó 45,5%, algo menos que el 47% de la dupla Larreta-Michetti en las PASO).

A diferencia de las primarias de ECO y FpV, en las que no hubo grandes diferencias entre lo que hicieron los votantes del ganador de la interna y los perdedores, en la primaria del PRO se comportaron bien distinto los votantes de Larreta y los de Michetti. Mientras todos los votantes de Larreta lo volvieron a votar en la general, la mitad de los michettistas se fueron. La mayoría de quienes dejaron el PRO votaron a Martín Lousteau, aunque hubo también votos para Mariano Recalde y para Luis Zamora.

Esta menor efectividad del PRO en mantener a los votantes de quien fuera derrotada en la PASO puede obedecer a dos razones: los votantes de Michetti eran menos orgánicos del partido y se sintieron más cercanos a la segunda fuerza al quedar fuera de juego su candidata, o la única PASO atractiva por su competencia interna captó votantes de otros espacios que quisieron intervenir, aunque su voto estuviera definido ya para otro espacio en la elección general. Una PASO competitiva parece captar electorado y exhibirlo como signo de fortaleza pero tiene el desafío de mantener el caudal de votantes en la elección general.

Pese a que las principales agrupaciones fueron relativamente efectivas en mantener a sus votantes entre la PASO y la general, en los votantes de los partidos más pequeños es donde hay más cambios de la PASO a la elección general. La mitad de los votantes de Luis Zamora y Myriam Bregman, migraron hacia otros espacios. La primaria abierta y obligatoria parece no ser tan buen negocio para los partidos pequeños, o los terceros que aspiran a dar el batacazo. Allí es donde radica el principal peligro para Sergio Massa o Margarita Stolbizer de cara a la elección del 25 de octubre (sacaron 12% y 7%, respectivamente, en el distrito). Las elecciones porteñas parecen demostrar que la primaria funciona como un mecanismo informativo que ayuda a direccionar el voto.

Segunda parada: el balotaje

Frente a un balotaje, los votantes de quienes quedaron afuera deben decidir estratégicamente. Existe una práctica que es casi un ritual de esperar que los líderes de los partidos perdedores se pronuncien acerca de cuál es la posición oficial del partido ante el balotaje. Mariano Recalde se pronunció públicamente a favor del voto en blanco, al igual que Myriam Bregman y Luis Zamora. Los porteños no fueron muy obedientes a sus líderes. El 80% de los votantes de Recalde votaron a Lousteau y un 7% votó a Larreta (el resto en blanco). También se inclinaron por el voto en blanco los zamoristas. Los votantes más obedientes con su líder fueron los de Myriam Bregman: el 60% votó a Lousteau y gran parte del resto votó en blanco o anuló el voto. Lo interesante aquí es que los cambios en las preferencias de los votantes ante el balotaje, así como los de la elección general, muestran rasgos de coherencia ideológica. Los votantes tendieron a moverse hacia el más cercano ideológicamente: los votantes de Bregman y Zamora migraron hacia Lousteau entre las PASO y la primera vuelta. También lo hicieron los votantes de Recalde en el balotaje. El posicionamiento de Lousteau en el centro le permitió captar votos de diferentes espacios. En todo caso, al igual que en 2013, no hay rejunte sino coherencia ideológica de los porteños[1].

Tercera parada: la PASO nacional

El domingo 9 de agosto Doña Flor empezó el viaje con su segundo marido. Al igual que en 2011, un mes después de elegir al jefe del Ejecutivo local, los porteños fueron convocados a las urnas nuevamente para empezar a elegir al Ejecutivo nacional. Pero a diferencia de 2011 cuando el PRO no tenía candidato presidencial, el panorama era más simple este año para los oficialistas locales. Y así fue: casi todos los votantes al PRO en la primera vuelta (y también del balotaje pero no lo incluimos aquí) votaron por Cambiemos, ilusionados probablemente con la posibilidad de volver a ser desde diciembre doblemente oficialistas. En cambio, los porteños kirchneristas podrían haberla tenido algo más difícil luego de haberse entusiasmado con Florencio Randazzo como precandidato pero mayormente no tuvieron dudas. 9 de cada 10 votantes de Recalde pusieron la boleta Scioli-Zanini en el sobre (que estaba acompañada por Taiana, Kicillof y Cerruti encabezando los otros cuatro tramos de la boleta). Sergio Massa, que no había tenido un candidato a jefe de Gobierno logró capturar al desencantado con la fórmula presidencial del FpV ya que alrededor de 1 de cada 10 votos de Recalde migraron a UNA.

Los porteños de izquierda que habían votado a Myriam Bregman también podrían haberla tenido fácil en la PASO nacional. Su candidata va como vice en la fórmula del FIT que resultó ganadora de la interna (la de Nicolás del Caño). Sin embargo, no fueron mayormente allí (solo 1 de cada 4 votantes siguieron en el FIT); una pequeña porción (14%) fue a Progresistas -que no tuvo candidato en la Ciudad- pero ¡aproximadamente el 40% de los votantes de Bregman fueron en la PASO nacional al Frente para la Victoria!

¿Qué ocurrió con los votantes a Luis Zamora? Parecen ser más volátiles en el orden nacional: votaron a UNA, al FIT y a Progresistas y, en menor medida, al FpV aunque no hubo ninguno que migrara a Cambiemos. Es decir, fueron opositores locales y mayormente opositores nacionales pero parecen ser antimacristas.

Pero el exponente más claro del votante doblemente opositor es el de Martín Lousteau. Si analizamos las transferencias desde la primera vuelta de la Ciudad a la PASO del 9 de agosto, encontramos que el votante de Lousteau es claramente Opo-Opo: fue la oposición al oficialismo local y votó enteramente a la oposición al FpV en la PASO nacional. Pese a que en la euforia del día después del balotaje Lousteau anunció que en la PASO nacional votaría por Ernesto Sanz, sus votantes se repartieron entre UNA ?aproximadamente el 38% de sus votantes, Cambiemos (34%) y, en menor medida, a Progresistas (20%)-. Confirmando lo que ocurrió en el balotaje, para los porteños no parece funcionar lo de decirles a quién votar.

El análisis estadístico parece ser muy contundente en mostrar que esos votantes a Lousteau eran opositores al Gobierno Nacional. Que Roberto Lavagna, otro exfuncionario kirchnerista, sea una cara visible cercana a Sergio Massa parece haber funcionado como señal para esos votantes, pero no hubo ningún dirigente opositor al Gobierno Nacional que lograra erigirse en un referente nítido para sus votantes. En un eventual balotaje entre Scioli y Macri, todo parecería indicar que votarían a Mauricio Macri, aunque siendo doblemente opositores podrían verse en la tentación de votar en blanco para no casarse con algún oficialista. Habrá que esperar. Doña Flor aún tiene varias paradas que hacer en su recorrido.

[1] Calvo, Ernesto (2013). No hay coalición pero tampoco rejunte (mimeo)

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