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El ciclo ha muerto: ¡Viva el ciclo!

15 octubre de 2015

¿Scioli será el chirolita de Cristina? Sí, tanto como Kirchner lo fue de Duhalde.

“Por supuesto que Scioli les va a pagar a los holdouts”. El importante dirigente peronista siguió discurriendo mientras cortaba su tira de asado: “No tengás dudas. Además, para principio de año está preparado un viaje de inversores norteamericanos que se realizará aunque gane Macri”.

La charla tuvo lugar hace dos meses en una capital europea. El sciolismo todavía no había iniciado su estrategia de diferenciación frente al Gobierno, pero el instinto partidario ?o la insider information? del comensal no fallaba. Argentina necesita financiamiento y recuperar la confianza externa es condición sine qua non. Kicillof tiene los días contados en el Ministerio, aunque una embajada no se le niega a nadie, salvo a los que consideran más divertido presidir una comisión en el Congreso.

Sin embargo, en la prensa antikirchnerista la discusión se quedó en el 73. Las mejores mentes del periodismo vernáculo albergan la convicción del chirolismo: para ellas, Cristina mantendrá el poder fuera del trono y Scioli será su Cámpora. La agrupación que recuerda al efímero presidente controlará la sucesión y las riendas del poder, empezando por el vicepresidente Zannini y siguiendo por Wado en la presidencia de Diputados. Insisten en el error: también creyeron que Kirchner sería el chirolita de Duhalde. Su problema es que Perón les tapa al peronismo. Cuarenta años después de la muerte del fundador, siguen sin entender que la esencia del movimiento es el poder. El líder es un medio.

En contraste con los peronólogos burgueses, los ciudadanos de a pie comparten la intuición del pueblo peronista. Cambia sólo el enfoque: a la cualidad del peronismo no la llaman poder sino gobernabilidad. El poder se ejerce desde arriba, la gobernabilidad se aprovecha desde abajo. El justicialismo es, para la opinión pública, el partido que garantiza la gobernabilidad porque disfruta del poder en lugar de sufrirlo. A los politólogos les gusta esto.

Donde el conocimiento común y el profesional parten aguas es en la explicación ulterior. Para el periodista de los grandes medios, el misterio del peronismo reside en su naturaleza; para el politólogo, en las instituciones. Entre los periodistas, incluso una gran peronóloga como Silvia Mercado afirma que “muerto el líder puede haber otro. Si el líder vive, será el líder, no importa donde viva. Scioli tendrá el mismo destino de Cámpora. Pensar otra cosa es no entender de peronismo”. Claro que después rebaja la ley a metáfora, asegurando que “Menem y Duhalde están muertos. Cristina está más viva que nunca”. Si aceptáramos ese valetodo conceptual cualquiera podría ser politólogo. Bueno, de hecho cualquiera es politólogo. Parecemos periodistas.

Y sin embargo, la ciencia política encuentra las raíces de la gobernabilidad peronista en otro lado. O mejor dicho, en tres lados: en la estabilidad de su electorado, en el bajo costo relativo de su clientelismo y en su preeminencia en provincias y Senado. El misterio no reside en la naturaleza de Scioli o de Cristina ni en la mística de sus aplaudidores. El kirchnerismo, si tal cosa existe, es un fenómeno dual pero no mágico. Por un lado, se trata de un grupo político intenso pero pequeño (como fueron los montoneros). Por el otro, es una etapa histórica del peronismo (como fue el menemismo). Tanto el grupo como la etapa serán trascendidos por otros grupos y otras etapas.

El ciclo biológico del liderazgo es una descripción correcta, pero de otro partido. En el radicalismo no hay metáfora que valga: ningún líder pierde el poder en vida. En cambio, Isabelita, Saadi, Cafiero, Menem y Duhalde lo vieron escurrirse entre sus vivísimas manos. Pretender que Cristina lo conserve desde El Calafate sin contar con presupuesto estatal, Cadena Nacional, gobernadores ni ministros refleja una capacidad psicodélica para eternizar el presente.

A partir de 2016, y en el mejor de los casos, la familia gobernante retendrá una gobernadora, algunos vices, media docena de intendentes, tres senadores y una treintena menguante de diputados. Si Scioli ve su mandato obstruido podrá culpar a China, a Brasil o a la herencia envenenada, pero no al boicot de una conductora remota.

Para mandar, lo único que le falta a Scioli es ganar.

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