(Columna de Joaquín Múgica Díaz)
El destape de los hechos de corrupción del kirchnerismo se convirtió en un alivio para el Presidente, en un año con medidas económicas poco populares.
En la madrugada del 14 de junio de 2016, en las puertas del monasterio Nuestra Señora de Fátima, en General Rodríguez, el ex secretario de Obras Públicas, José López, empujó al kirchnerismo hacia un agujero negro. Lo hizo en el medio de la bruma nocturna, con más de ocho millones de dólares en su poder y ante la mirada de un vecino con insomnio que vio, sin saberlo, la implosión del relato K.
La detención de López fue un golpe de nocaut para el movimiento que crearon Néstor y Cristina Kirchner hace más de una década. También fue un alivio para el gobierno que comanda Mauricio Macri, que por estos días trata de surfear las consecuencias de las profundas intervenciones que realizaron sobre la política económica. La atención volvió a posicionarse, como había sucedido cuando Lázaro Baéz quedó preso, sobre los hechos de corrupción de los últimos doce años.
La cinematográfica captura del ex funcionario del Ministerio de Planificación no sólo cambia el foco de la información, sino que también debilita al kirchnerismo, principal opositor al gobierno y espacio con el que podría competir cabeza a cabeza en las elecciones legislativas de 2017. “Fue un baldazo de agua fría”, aceptó Héctor Recalde, jefe de la bancada de diputados del Frente para la Victoria. La noticia caló hondo en las arterias del partido opositor.
El impacto de la detención de José López tuvo diferentes repercusiones. Para Cristina fue un tsunami devastador. Le puso un tapón a una posible candidatura, hirió de muerte a su espacio y avanzó con el proceso de descomposición del proyecto político que lideró durante ocho años. Para Macri se transformó en un cómodo colchón en el cual recostarse luego de seis meses de andar vertiginoso, decisiones drásticas, marchas y contramarchas polémicas que terminaron agujereando los bolsillos de la mayor parte de la sociedad. La improbable vuelta de Cristina después de este escándalo es un alivio para el actual presidente. Se sacó de encima a la única líder opositora que podía hacerle sombra.
El 2016 se convirtió en un año de malas noticias judiciales para el kirchnerismo. Cristina Fernández fue imputada por presunto lavado de dinero en la causa conocida como “La ruta del dinero K”, la misma por la que quedó detenido Lázaro Báez, el empresario más cercano al matrimonio Kirchner. La ex presidente también quedó imputada en la causa “Los Sauces” en la que se la investiga por un aumento injustificado de su patrimonio.
Además, el ex ministro de Transporte, Ricardo Jaime, quedó detenido en medio de la investigación que lleva adelante el juez federal Julián Ercolini por la compra millonaria de trenes obsoletos a España y Portugal. El ex jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, fue procesado por irregularidades en la licitación del plan Qunita, mientras que el ex ministro de Planificación y actual diputado nacional, Julio De Vido, quedó imputado por sobreprecios en la construcción de obra pública. La última novedad fue la escandalosa detención de José López con millones de dólares en efectivo, euros, yuanes, relojes y armas de fuego.
Sin embargo, la peor noticia puede basarse en un hecho abstracto que desencadenó la famosa grieta en la política nacional. El derretimiento del relato se ve en el horizonte. Sin Cristina presente en la contienda diaria y apareciendo esporádicamente a través de las redes sociales, con la Justicia Federal, ahora veloz y efectiva, asfixiando a los ex funcionarios y con un grupo de dirigentes sin rumbo que sienten la ausencia de un líder de magnitud, la narración del proyecto nacional y popular comenzó a desmoronarse. José López se encargó de pisotear y despellejar un discurso que ya estaba en el barro.
Si el gobierno de Macri logra dar señales de equilibro económico será muy difícil que pierda las elecciones de medio término. Varias encuestas siguen dejando a la luz la tolerancia de la sociedad frente a los abruptos aumentos que dañaron la vida diaria de los argentinos. Esa aparente paciencia le juega a favor al Presidente, aunque el sentimiento de la gente pueda convertirse en un arma de doble filo. Si el Gobierno no logra convertir en realidad lo que hasta hora es sólo una predicción del propio oficialismo ?una mejora de la economía en el segundo semestre?, los resultados de la próxima elección pueden darle la espalda y complicar la gestión de los últimos dos años de mandato.
El cambio que propuso el ex jefe de Gobierno de la Ciudad sigue apoyado sobre uno de sus sostenes fundamentales: el pasado. La herencia recibida ahora está acompañada de los descubrimientos de la Justicia. Las propiedades y autos de Lázaro Báez, los bolsos llenos de dólares de José López, los negocios fraudulentos de Ricardo Jaime, la millonaria evasión fiscal de Cristóbal López y las sospechas de complicidad de la expresidenta ante operaciones y manejos que parece raro que se le hayan pasado por alto durante su gestión. Un combo explosivo que destruyó la credibilidad del kirchnerismo y que se convirtió en un paliativo para el presente y el futuro del Gobierno. Decepción, vergüenza, tristeza. Las tres palabras se repiten en las expresiones de los artistas, periodistas, dirigentes y militantes que defendieron el proyecto político del kirchnerismo. Como una mujer que descubre que su marido tiene una vida paralela, con hijos y amante incluida, los seguidores de la fuerza política peronista comenzaron a sentir en carne propia la desilusión del desengaño. Mauricio Macri, mientras tanto, está parado en una esquina de Argentina esperando aprovechar el empujón que le dio el viento frío que llegó del sur.