En diálogo con el estadista, Javier Lindenboim, director del CEPED (UBA) e investigador del CONICET, disecciona la coyuntura del mercado laboral, ofrece su opinión sobre la ley antidespidos y posa su mirada sobre la situación del empleo en el mundo.
¿Se deterioró sustancialmente el mercado laboral desde el 10 de diciembre o, a grandes líneas, sigue con los mismos problemas que tenía entonces?
La respuesta lineal es sí, se deterioró. Pero lo que quizás valga la pena es entender cuál es el punto de partida. Este se caracteriza por un estancamiento en la absorción general de empleo desde 2007-2008 con tendencia al retroceso, en especial en materia de asalariados privados protegidos. El ajuste en curso, por ahora, ha incluido al sector del trabajo como “costeador” importante de esta etapa.
La discusión del momento es la llamada “ley antidespidos”. ¿Es necesaria en esta coyuntura, como dice la oposición o podría ser contraproducente, como sugiere el oficialismo?
Ninguna de las dos posturas puede encontrar elementos empíricos que la sustenten. Es probable que puedan tener mayor efectividad en materia de protección del sector trabajador tanto el programa REPRO (por medio del cual se subsidia a empresas para pagar parte de los salarios de los trabajadores en peligro de despido) o una sustancial elevación del seguro de desempleo, congelado desde hace más de una década en un tope de $400.
Hasta el momento, y a excepción del programa “Mi Primer Empleo”, no hemos visto una política que apunte directamente a generar más empleo privado registrado. Todo parece descansar en “la macro” y la expectativa de una renacer de la inversión que apalanque un nuevo proceso de crecimiento del empleo como el que vimos luego de que la última crisis tocara fondo en 2002. ¿Alcanza con esto o se necesitan más instrumentos?
La generación de empleo registrado puede tener dos fuentes: los nuevos puestos y los existentes en formato de precariedad laboral. A la larga confluyen pero corresponde a estrategias distintas. Ambas, sin embargo, requieren fortalecer los controles fiscales (no hay empleo en negro si la empresa trabaja en blanco) como cambiar sustancialmente la cultura de inserción social (cumplimiento de la ley). Para ambos es condición necesaria aunque no suficiente que se recupere una estrategia de crecimiento económico.
La elevada capacidad ociosa y la caída en los costos laborales fueron, centralmente, los factores que llevaron a generar empleo en los primeros años del kirchnerismo. Hoy, la utilización de la capacidad instalada es mucho más alta y los costos, también. ¿Por dónde imagina que vendrá una recuperación del empleo, si es que la imagina, en este escenario?
No tengo datos fehacientes de capacidad instalada ociosa actual. Sí, en cambio, sobre caída del salario real y de los costos laborales empresarios. Puede ser un punto de partida con dos condiciones que no están a la vista: que los empresarios se decidan a invertir y dinamizar la actividad productiva y que el sector del trabajo acuerde recuperar capacidad de compra de manera paulatina.
¿Qué otras políticas específicas recomendaría para reducir el empleo no registrado?
Como dije, fortalecimiento del control fiscal de manera efectiva para disminuir drásticamente la actividad económica no registrada y una gran campaña que apunte a modificar rasgos culturales profundos. Ambas son tareas de mediano y largo aliento que pueden tener más éxito en las fases de crecimiento que en las crisis, pero que deben ser encaradas sin demora.
Siempre es útil posar la mirada sobre el escenario global para tener una mirada más integral. ¿Cómo está el mercado laboral global hoy en día: se están creando puestos de trabajo o están todos los países luchando para que no haya subas en la tasa de desempleo?
El debilitamiento de la economía en el mundo ha provocado un aumento del desempleo a la vez que la mala calidad del trabajo sigue siendo un problema acuciante en todo el mundo, según la OIT. No hay dudas de que la confrontación entre el capital y el trabajo, en el marco del capitalismo, tiene etapas de flujos y reflujos. En la segunda posguerra se inició un período de aparente armonía que se denominó de los “treinta años gloriosos” en el marco del cual parecía que podían lograrse mejoras en las condiciones y calidad de vida de los trabajadores y al mismo tiempo continuar el proceso de acumulación de capital. Hacia la década de los años setenta la conjunción entre cambio tecnológico, concentración de los capitales y confrontación entre sistemas económicos terminó por cortar aquel proceso. Una expresión de eso en Argentina fue el inicio de décadas de descenso de la participación del salario en la renta nacional. En América Latina, el Siglo XXI pareció iniciar una época distinta pero al no haber cambios sustantivos y ante el retroceso actual de los precios y la demanda de los productos que se exporta desde la región volvemos a mostrar similares conflictos como en el pasado. Las migraciones internacionales son una muestra (además de las razones de índole religiosa o similares) de que los conflictos perduran y por momentos se agravan como consecuencia de la inequidad creciente que genera el capitalismo