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El nepotismo en la política argentina

03 septiembre de 2012

La costumbre de ubicar a familiares en puestos ejecutivos y legislativos trasciende las fronteras partidarias y provinciales.

Cuenta la historia que siendo gobernador de Córdoba, el radical Amadeo Sabattini encontró a uno de sus pa rien tes que era empleado de planta en la municipalidad y le exigió que presente la renuncia. “Mientras yo sea gobernador no puede haber dos Sabattini viviendo del Presupuesto y a mí me votó el pueblo”, le dijo, tajante, para poner un límite al nepotismo, aún involuntario.

La anécdota es un contraste cabal con el presente: la conformación de los ejecutivos y legislativos en buena parte de las provincias, e incluso a nivel nacional, muestran una alta cantidad de “familias políticas”, en las que matrimonios, hermanos y otros niveles de parentesco ocupan, al mismo tiempo, cargos de distinta índole en los respectivos organigramas. Desde los casos de intendentes que promueven a familiares para sus sucesiones, que tornan cuasihereditarias algunas administraciones, hasta los que siendo cabezas de los ejecutivos conforman con altas dosis de parentesco las listas legislativas son varios los casos que vienen mostrando un fenómeno cada vez más extendido a la hora de hacer política en todo el país.

En momentos en los que la personalización política es cada vez mayor, la ubicación de parientes en las listas legislativas puede significar la transferencia de muchos votos del elemento más reconocido de la familia a los demás. El caso del intendente de Tigre, Sergio Massa, ubicando a su esposa Malena Galmarini a la cabeza de la lista de concejales en 2009 es un ejemplo de ese comportamiento, que su par de Ezeiza, Alejandro Granados, perfeccionó haciendo a su mujer, Dulce, primero diputada provincial y luego nacional.

Por otro lado, en épocas de poca institucionalidad partidaria y gran debilidad de los partidos, la elección de figuras conocidas por los candidatos puede responder a una demanda de confianza que poca oferta tiene en el estado actual de las fuerzas políticas, mucho más fugaces y endebles que años atrás. Pero si bien recurrir a parientes de distinto grado para llenar el organigrama y las listas tiene una percepción altamente negativa desde la sociedad, hay también casos de familias de larga tradición política que han provisto distintas figuras con el correr de los años. Los Cafiero en el peronismo y los Storani, en el radicalismo, son un ejemplo en esa dirección.

Es que las denominadas “dinastías políticas” son mucho más corrientes en Estados Unidos, como demuestra un excelente trabajo del economista argentino residente en Berkeley, Ernesto Dal Bó. Llega allí a la conclusión de que hay en los hechos una relación empírica y demostrable entre la larga permanencia de un legislador y las posibilidades de que ubique a un pariente en la esfera política. Martín Rossi, de la Universidad de San Andrés, llega a conclusiones similares para el caso argentino, aunque estudiando exclusivamente a legisladores desde el retorno de la democracia.

La centralidad del poder de los poderes ejecutivos en el diseño político argentino puede ser considerada otra causa que facilita que tengan mayor injerencia sobre el armado de las listas en las que designar a familiares. Hay algunos casos en los que el diseño institucional promueve estas situaciones. Según un estudio de María Page, de Cippec, “en las provincias de Corrientes, Chaco, Mendoza, La Pampa y Santiago del Estero las leyes que regulan el empleo en la administración pública provincial promueven el nepotismo estableciendo circunstancias bajo las cuales el empleo público podría transformarse en hereditario. En todos estos casos, la ley que rige el empleo público prevé que cuando un agente cesa en sus funciones por fallecimiento o debe renunciar a su cargo por enfermedad o accidente, si es la única fuente de ingreso de su familia y la baja no le permite acceder a los beneficios previsionales, el Poder Ejecutivo provincial puede designar en su lugar al cónyuge, a un familiar de primer grado de consanguinidad o a quien sea sostén del grupo familiar”.

PARIENTES EN LAS LISTAS

La costumbre de ceder puestos de importancia en la administración a familiares puede dividirse en dos vertientes: las sucesiones, por un lado y la promoción en las listas legislativas, por el otro. En el primer grupo, por ejemplo, Gustavo Arrieta dejó a su esposa María Fassi al frente de la intendencia de Cañuelas en 2011. El actual secretario de Transporte, Juan José Mussi, hizo lo propio con su hijo Patricio, que luego revalidó el cargo en las urnas. Algo similar sucedió en el Municipio de la Costa, donde Juan de Jesús cedió la intendencia a su hijo Juan Pablo.

En la provincia de Buenos Aires hay varios jefes comunales que son hijos de históricos líderes de la política local. Tales son los casos de José Eseverri, actual intendente de la localidad de Olavarría, hijo del ex jefe comunal radical Helios Eseverri. Patricio Hogan, intendente de General Alvarado, es el hijo del ex alcalde de esa ciudad, Tomás Hogan. Algo similar sucedió en San Isidro, donde Melchor Posse le transmitió el sillón a Gustavo. Pero el caso más peculiar, sin dudas, fue el de Mario Ishii, quien dejó en su lugar a su madre durante 17 días en los que hizo un viaje a Japón para estudiar sus orígenes familiares, en 2004.

El año pasado, los familiares que accedieron a lugares legislativos también se cuentan por varios en la provincia de Buenos Aires. En la primera sección electoral, fue quinto Alberto España, sindicalista de Mercedes y tío de Eduardo de Pedro, y noveno Jorge Varela, marido de la intendenta Stella Maris Giroldi de Campana. En la tercera, fue tercera Cristina Fioramonti, esposa de Carlos Kunklel. En la quinta, fue segundo Juan de Jesús, padre del intendente del Partido de La Costa y en la séptima, bastión del randazzismo, fue tercera Alicia March, mujer de Isidoro Laso, subsecretario de Reforma Política. El líder piquetero Luis D'Elía ubicó en 2009 a su esposa, Alicia Sánchez, en la lista del Frente para la Victoria como candidata a diputada provincial. María Esther Barrionuevo, hermana del líder gastronómico, es actual senadora provincial por Unión-PRO. Y el intendente de la localidad de Malvinas Argentina, Jesús Cariglino, tiene a su hermano Roque como senador provincial. También hay que anotar en la nómina al intendente de Lanús, Darío Díaz Pérez, que puso a su esposa, Karina Nazabal, como candidata a diputada provincial, y luego salió electa.

Incluso en las nuevas generaciones, uno de los referentes de La Cámpora, José Otavis, ubicó primero como gerenta en la Anses y luego como diputada nacional a su novia, Mayra Mendoza. Al comienzo de su gestión, Daniel Scioli tuvo a su hermano José como secretario general de la gobernación. Su otro hermano, Nicolás, fue coordinador ejecutivo del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible.

LAS FAMILIAS POLITICAS

Dentro de las denominadas “familias políticas”, los Kirchner son un ejemplo claro del fenómeno y de una división de roles bien aceitada. Mientras Néstor iba forjando su carrera en puestos ejecutivos, Cristina fue moviéndose como la punta de lanza legislativa de lo que ha sido un matrimonio político de manual. Alicia, primero en el pago chico y luego a nivel nacional, se dedicó a la pata social de una construcción política que siempre se planeó paso a paso.

Durante los noventa el ex presidente Carlos Menem tenía a su hermano Eduardo en la presidencia provisional del Senado, quedando, de esa manera, en el primer lugar de la línea sucesoria entre 1991 y 1995, cuando el país se había quedado sin vicepresidente porque Eduardo Duhalde fue electo gobernador de Buenos Aires. Adrián Menem, hijo de Eduardo y sobrino del ex Presidente, fue diputado nacional por la provincia de La Rioja. El bonaerense Eduardo Duhalde tampoco se quedó atrás, y durante su mandato al frente de la provincia tuvo a su esposa Hilda “Chiche” González trabajando en el Ministerio de Desarrollo Social al frente de la recordadas manzaneras, luego fue diputada nacional y, después, senadora entre 2005 y 2011. Su yerno, Gustavo Ferri, es actualmente diputado provincial, habiendo tenido un paso por la Cámara Baja nacional.

En la provincia de San Luis, terruño de la familia Rodríguez Saá, los hermanos se sucedieron en la gobernación. En Tucumán, no hubo mayores inconvenientes para que el gobernador José Alperovich ubicara a su esposa Beatriz Rojkés primero como diputada nacional y, ahora, desde el Senado, es la tercera en la línea de sucesión presidencial. En San Juan, tierra gobernada por José Luis Gioja, sus hermanos estuvieron en puestos claves a nivel nacional: César Gioja en el Senado de la Nación, y Juan Carlos Gioja, como diputado nacional antes reasumir en diciembre pasado como intendente de Rawson. El gobernador chaqueño Jorge Capitanich tuvo a su ex esposa Sandra Mendoza como Ministra de Salud y actualmente se desempeña como diputada nacional. El gobernador cordobés, José Manuel de la Sota le dio a su ex mujer, Olga Ruitort, responsabilidades relevantes en su anterior etapa al frente de la provincia. Claro que Riutort había sido diputada nacional por San Juan en 1983.

¿Cómo lo ven los expertos? En palabras del politólogo Julio Burdman, “formas políticas como el caudillismo, el clientelismo y el nepotismo describen una cultura política primitiva que en muchas provincias argentinas no hemos logrado cambiar”. Para el politólogo Sergio Berensztein, “el nepotismo no es un fenómeno nuevo, hay una larga tradición que prioriza la lealtad por sobre el conocimiento” y “es la expresión de falta de profesionalismo en decisiones políticas y administrativas”. Son, en definitiva, todos casos en los que se privilegia el lazo familiar como activo político y que justifican la definición de nepotismo como la “desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos”.

Según explica Dal Bó en su trabajo, no es una deformación que sea patrimonio argentino, aunque sí puede reflejar imperfecciones en la representación democrática. El fenómeno puede leerse como una manifestación de la debilidad de los partidos, por lo que muchas veces se confía más en la sangre que en las lealtades forjadas al calor de luchas políticas compartidas que en las estructuras partidarias.

También refleja un exceso de personalismo y la necesidad de recurrir a apellidos con eficacia comprobada para arrastrar votos, más allá de que esta lista no sea completa y sean sólo algunos de los casos más representativos del fenómeno.

Aunque, de más está decir, que todas estas hipótesis no sólo con complementarias, sino que de ningún modo excluyen la posibilidad, como quedó demostrada por ejemplo en el caso de la Presidenta, de que puede haber parientes muy capaces y que, independientemente de ayudas iniciales o no, se hayan ganado sus carreras en base a sus capacidades personales y de trabajo.

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