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“El poder fiscal del Gobierno Nacional debilitó al Congreso”

20 febrero de 2015

El politólogo norteamericano Mark P. Jones, titular del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Rice investigó en Argentina la ausencia de carreras en el ámbito parlamentario, la disciplina partidaria en el Congreso y otros temas legislativos. En esta entrevista con el estadista plantea que hace falta una reforma fiscal que le devuelva autonomía a los gobernadores. Pese a que la nueva conformación del Congreso, más fragmentado y heterogéneo, augura mayores consensos, Jones cree que no habrá mayores cambios y en cambio pone el foco sobre el próximo Presidente. “Si es Scioli o Massa, el peronismo en el Congreso se va a encolumnar detrás del nuevo líder. Si es Macri, sí o sí tendrá que pensar en armar mayorías”, opina.

Hoy el Congreso expresa una realidad política que no es la que surgió de las últimas elecciones. ¿Cómo influye esto en la dinámica legislativa?

El Frente para la Victoria disfruta de una gran ventaja que es que a pesar de haber tenido una mala elección en 2013, por el éxito de 2011 sigue con mayoría legislativa. Esto trae las ventajas de tener control de agenda y de poder frenar cualquier proyecto de ley que complique al Gobierno. Pero esto deja al Congreso muy débil como contrapeso frente al Poder Ejecutivo. La oposición, a pesar de tener muchos legisladores, puede resistir, poner el grito en el cielo pero como el FpV tiene mayoría pueden frenar toda ley que no les convenga. Aunque es cada vez más visible como el oficialismo viene perdiendo apoyo.

Esa debilidad del Congreso, ¿es inherente a los sistemas presidencialistas o es una característica local?

Es una mezcla. Hay aspectos estructurales propios de los sistemas presidencialistas, aunque en Argentina de los últimos años el poder creciente del Poder Ejecutivo desde el aspecto financiero ha debilitado el contrapeso que representa el Congreso. Incluso volviendo a los noventa, las provincias teníanmayor autonomía fiscal, por lo que no dependían tanto de los recursos del gobierno federal. Obviamente hay provincias más pobres del norte que sí dependían del Estado Nacional, pero en general los gobiernos teníanmás autonomía para resistir el poder federal y negociar con él por el apoyo de los diputados y senadores. Hoy en día los gobernadores quedan más debilitados porque saben que en la medida en que el gobierno federal concentra los recursos, sus provincias se convierten en lugares casi ingobernables desde el punto de vista fiscal. En el pasado los diputados y senadores que estaban en el mismo partido del gobernador respondían a él y era él quien manejaba la relación entre el Poder Ejecutivo y las provincias. Durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, el poder del gobierno federal en la economía ha crecido e incluso muchas empresas privadas que en los noventa se hubieran aliado con los gobernadores en contra del Poder Ejecutivo, hoy en día no lo hacen porque sus negocios se verían afectados si se alían con los gobernadores.

De todos modos, ¿no existe un componente más propio de los países presidencialistas, donde el Congreso oscila entre ser demasiado obstruccionista o demasiado permisivo con el Poder Ejecutivo?

Eso ocurre, es cierto. Pero si miramos hacia el otro lado, no es mejor: en los países con sistemas parlamentarios, el Parlamento suele ser una escribanía. El problema está en en-contrar un balance entre ser un contrapeso pero sin ser tan obstruccionista, como lo es por ejemplo el de Estados Unidos hoy en día.

¿Cómo?

Es posible. Si miramos hacia Estados Unidos antes del nivel actual de polarización, volviendo a la época de Ronald Reagan, había dos fuerzas pero eso no impedía que hubiera consensos. Una forma en Argentina sería reducir el poder del Ejecutivo, que se ha ido agrandando en parte por el poder fiscal del Gobierno Nacional, que es un gobierno casi omnipotente mientras el resto de los actores son muy dependientes. Un mecanismo posible sería una reforma fiscal en serio para que los gobernadores recuperen más autonomía fiscal y manejen un mayor porcentaje de la torta de recursos y no dependa todo de un reparto discrecional. También se podrían aplicar otros programas como los que se llevan a cabo en Brasil, donde hay mecanismos de mayor transparencia por los que los estados reciben recursos de acuerdo a su cantidad de habitantes o extensión. Brasil es un buen ejemplo de un país que ha podido formar coaliciones para gobernar, para aprobar leyes con distintos partidos. Eso le da mayor legitimidad a las leyes y más que nada hace que sean más duraderas porque están vistas como políticas de Estado y no de un partido o presidente en particular.

Se prevé que el próximo será un Congreso más fragmentado, ¿eso podría obligar al nuevo Presidente a tener que buscar consensos?

Podría ser, pero hay que ver quién es el próximo presidente. Yo creo que si ganan Sergio Massa o Daniel Scioli vamos a ver que la mayoría de los diputados y senadores que vienen del peronismo se van a encolumnar detrás del nuevo presidente y en ese caso, no creo que vaya a haber un gran cambio. Seguramente veamos más búsqueda de consensos con Scioli o Massa que con Cristina Fernández, porque tienen maneras distintas de hacer política, menos proclives al enfrentamiento que la de la Presidenta. En cambio, Mauricio Macri sí o sí tendría que pensar una nueva manera de armar mayorías porque el PRO no va a tener mayoría en Diputados ni el Senado y su única opción sería armar coaliciones con las otras fuerzas. Con Macri hay oportunidad de tener un congreso más consensuado, pero también hay mayor riesgo de tener un gobierno con minoría que no pueda hacer nada. Sería más como con De la Rúa. No solo obstruccionismo sino un Congreso con fuerza para no solo frenar sino impulsar proyectos de leyes contrarias al Gobierno.

Usted ha investigado mucho acerca de la ausencia de carreras legislativas. ¿Cómo se dio esto en los últimos años?¿Es posible que pueda cambiar?

Creo que la dinámica de la falta de carreras legislativas ha quedado más o menos igual durante los últimos años. Y por otra parte es difícil pronosticar, pero creo que en los próximos años, no vamos a ver un gran giro en este aspecto. Cristina Fernández y Barack Obama se acercan a su fin de mandato sin posibilidades de reelección. ¿Cómo ve el comportamiento del Congreso frente a esto en cada país? En el caso de Obama, no va a poder aprobar nada porque los republicanos tienen mayoría y hay una polarización muy alta. Su final de mandato va ser una combinación de negociar con los republicanos las cosas que sí o sí necesita aprobar y resistir con el veto los temas que apruebe el Congreso y que él no apoye, como sucede ahora con el gasoducto Keystone XL. Por el lado de Cristina, ella tiene la mayoría así que va a poder frenar cualquier legislación y va a ser favorecida porque en poco tiempo todos los diputados y senadores van a estar más dedicados al ciclo electoral. Porque habiendo tantas elecciones desdobladas va a haber menos actividad en el Congreso. Con la legislación que ella necesita aprobada y el Congreso cerrado, que es lo mejor para ella, solo en un caso excepcional va a acudir al Parlamento. Por último, Estados Unidos y Argentina atraviesan una polarización muy fuerte en sus Parlamentos.

¿Cómo las compara?

En Estados Unidos el nivel de polarización ha llegado a ser tan alto que alcanzar a acuerdos es casi imposible porque no hay confianza entre los actores y hay una tendencia de aprovechar cualquier cosa para el rédito político del corto plazo en lugar de pensar el largo plazo. Antes no era así pero el electorado de cada partido se puso más duro con determinadas posiciones y dentro de cada partido si no estás de acuerdo con esas políticas no podés ser candidato. En Argentina hay una polarización muy alta, pero es muy personal. La polarización en Estados Unidos es más seria y difícil de romper porque es muy ideológica, no hay manera de poner en la misma mesa a dos grupos que miran el mundo de manera tan distinta como son los republicanos y los demócratas. Tienen electorados distintos, orígenes distintos, mientras que en Argentina, no es tan así. En Argentina la polarización tiene que ver con quien está en el gobierno y quien está en la oposición. Y es mucho más fácil recomponer las diferencias cuando no son ideológicas ni hay tanta incompatibilidad, como en Estados Unidos.

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