(Columna de Alejandro Radonjic)
Con muy pocas reservas, Scioli sabe que esa es la brasa caliente que deberá agarrar, eventualmente, en sus primeros días. Si quiere evitar comenzar su gestión con una devaluación, debe conseguir dólares, y rápido.
Argentina tiene mala imagen internacional y por eso nadie nos quiere prestar nada”, dijo Juan Manuel Urtubey hace unos días. Agregó: “Hay que pagarle a los fondos buitre (...) Es lo que pensamos la mayoría de los argentinos”. De paso, se encargó de jubilar a varios. “Muchos no entienden que en dos meses deberán volver a sus casas”, añadió. La semana previa había oficiado de portavoz del sciolismo en Estados Unidos en The Council of the Americas. No parece que hable a título personal. Unos días después, su colega Maurice Closs también sugirió la necesidad de resolver el pleito con los buitres y eliminar los tipos de cambio múltiples. Los economistas de cabecera de Daniel Scioli ya lo venían anticipando. “Al país le conviene negociar”, dijo Miguel Bein. Mario Blejer fue un poco más allá y sugirió un acercamiento con el FMI, aunque luego reculó.
¿Por qué dijeron lo que dijeron Urtubey et al? Las declaraciones pueden abordarse desde un vértice político. Por un lado, está el afán del sciolismo de marcar el perímetro de la cancha. Ahora venimos nosotros. Ese parece ser el metamensaje. Por el otro, desnuda las críticas contenidas que muchos encumbrados dirigentes kirchneristas tenían para con el rumbo que había tomado el Gobierno en los últimos años con algunas decisiones. Vaya novedad. Lo original es que ahora se animan a decirlas. Con un extraordinario delay, los síntomas del pato rengo empiezan a llegar. Cristina responde por elevación y no se inmiscuye, por ahora, en la letra chica: “Les pido que no volvamos al pasado”. Si hablara de más y la sangre llegara al río, pondría en peligro la victoria del propio Scioli.
También, las palabras del salteño invitan a una lectura más económica. El BCRA vende cada vez más dólares y, más temprano que tarde, perderá la pelea con el mercado. Es decir, la economía ajustará por tipo de cambio y los argentinos (en rigor, algunos pocos) habrán dejado, una vez más, al BCRA sin reservas. El deporte nacional, según Bein. Y las consecuencias sociales, económicas y políticas, ya sabemos, no serán positivas.
Salvo cuando debió bajarle explícitamente el precio a las palabras de Blejer, Scioli no se mete, deja que se peleen y floten los globos de ensayo. No va a decir nada y se limitará, muy fiel a su estilo, a decir que su prioridad es el empleo, la inversión, etcétera. Pero el proyecto está en carpeta y listo para salir a la cancha. No será fácil lograr un acuerdo con los buitres, pero es posible. Hay experiencias previas.
Con muy pocas reservas netas en el BCRA, Scioli sabe que cuál es la brasa caliente que deberá agarrar, eventualmente, en sus primeros días en Balcarce 50. Si quiere evitar que la bomba cambiaria le explote en las manos y comenzar su gestión con una devaluación, debe conseguir dólares, y rápido.
Pero, ¿de dónde vendrán? Sabemos que no llegarán por el canal real: el saldo comercial está exhausto y en 2015 será el más bajo de la era kirchnerista. No se avizora un repunte en el precio de las commodities ni en los volúmenes exportados. ¿Más financiamiento heterodoxo al estilo de los swaps con China? No se ve mucho margen allí y tampoco son dólares genuinos: apenas sirven para maquillar las reservas brutas.
Las miradas se posan, pues, en los mercados, y allí entra en juego el arreglo con los buitres. Scioli está tanteando el plafón político que tendría una estrategia que avance en esa dirección. Cada camino tiene sus costos políticos y económicos.
Pero antes de que llegue un arreglo con Singer & Cía, en el sciolismo evalúan varios paliativos a corto plazo para apuntalar las reservas y evitar tener que ajustar el tipo de cambio. Una línea de crédito del FMI, a la Blejer, sería poco costosa en términos financieros (la tasa de interés de los préstamos del “Fondo” es baja), pero sería, luego de la “década ganada”, una derrota política de magnitudes draconianas. Opción desechada. ¿Un acercamiento con los “multilaterales” para destrabar créditos o conseguir nuevos? Mucho menos costoso políticamente. Con ese objetivo fue Silvina Batakis, ministra de Economía de la provincia de Buenos Aires, a Lima hace unos días. Según consigna el periodista Carlos Burgueño, el equipo sciolista está negociando entre US$ 3.000 y US$ 6.000 millones con el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de Fomento (CAF). También apuntarán a agilizar la liquidación de los granos de los silobolsas y se está estudiando un blanqueo de capitales.
Pero según Elypsis, la consultora capitaneada por Eduardo Levy Yeyati, el país necesita US$ 44.000 millones en 2016. No es moco de pavo. El objetivo es que el financiamiento de los “multilaterales” y las otras ollas oficien de puente para mejorar la oferta de dólares hasta que se dirime el acuerdo con los holdouts y se emite un nuevo título en dólares: todo eso podría tardar varios meses. Aunque, una vez que las negociaciones se encaminen, dicen, la tasa ya empezaría a bajar.
Para llegar a un acuerdo con los buitres hay que derogar algunas leyes en el Congreso y lograr una buena negociación (con quita y en cuotas) y, desde el punto de vista político, habrá que crear un relato que justifique el nuevo rumbo y cerrar las amplias filas del FpV en torno a la estrategia oficial. Esa sea, probablemente, una de las primeras batallas de Scioli (en caso de que sea electo). Ya se está preparando.