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Elecciones y gestión en Córdoba

15 agosto de 2012

(Columna de Gustavo Córdoba, director de la consultora CPP)

Más allá del tema económico, De la Sota tiene una buena imagen provincial que le permite pensar en el salto a la arena nacional para el futuro.

La gestión del gobernador José Manuel De la Sota está pasando por un momento de estabilidad, más alla de las turbulencias conocidas por todos: gestión de crisis con el Estado Nacional por recursos para la caja de jubilaciones provincial. De la Sota, más allá de que uno comparta o no sus orientaciones ideológicas, es uno de los pocos gobernadores que tiene detrás de su gestión un paradigma propiamente dicho. Producto, claro está, de su experiencia de haber gobernado por varios períodos una de las provincias más importantes del país.

Sus políticas y programas son acordes a ello. Ha logrado un alto impacto de opinión pública el Programa Primer Paso, un clásico delasotista orientado al primer empleo joven; el Boleto Educativo, con cerca de 160.000 beneficiarios de todos los niveles, que incluye a los trabajadores docentes y no docentes o el programa provincial de medicinas, por el cual los pacientes ambulatorios de la salud pública reciben sus medicamentos en forma gratuita. Por último, figura el programa de asignación complementaria por nacimiento, de gran impacto en los sectores excluidos de la economía formal. En conjunto, todos estos programas de políticas públicas reciben una aceptación que ronda del 75% al 90% de aceptación.

La gestión gubernamental hoy cuenta con una aprobación global del orden del 63%, en un contexto en que no se destaca ninguna figura opositora, y el panorama opositor muestra a una UCR más ocupada de gestionar bien sus municipios (Córdoba, Río Cuarto, Carlos Paz, Río Tercero, entre los más importantes) que en instalar un liderazgo provincial. En tanto el Partido Nuevo, espacio político conducido por Luis Juez, está concentrado en definir quién va a encabezar la próxima lista de diputados nacionales, el propio Luis Juez o Marcelino Gatica, ex intendente de Jesús María, de extracción radical.

El impacto logrado por sus políticas se traduce, por ahora, en un gobierno con cierta dosis de coherencia. Ello le da un plus al momento de disputar la presidencia y presentarse como opción, ya que la oposición actual no tiene estas características. Si a ello se le suma que las virtudes más simbólicamente atractivas del Gobierno Nacional están siendo contrarrestadas por ajustes de hecho, al menos ante la opinión pública, la opción de De la Sota se muestra con mayores posibilidades. Claro que es particularmente compleja la situación del posicionamiento como candidato presidencial.

En la provincia de Córdoba, recientes estudios muestran que el techo electoral del gobernador De la Sota oscila entre el 46% y el 49%, lo que le garantiza en el país apenas un piso aproximado de 4% a 5% del electorado. Otros competidores que hemos evaluado en la provincia de Córdoba, como Daniel Scioli, Mauricio Macri o Hermes Binner, no logran llegar en ninguno de los casos a sobrepasar un techo electoral del 18% al 20%.

Para lograr aumentar su posicionamiento, es probable que se utilicen tres argumentos principales. Primero, la victimización ante el Gobierno Nacional, con similitudes con el gobernador Scioli, para mejorar su visibilidad electoral. El riesgo de esta jugada supone que puede recibir un desgaste en su perfil de gestor tal como lo sufre por estos días el mismo Scioli, al ser objeto de los ataques del oficialismo nacional.

En segundo lugar, mostrar aspectos de gestión con programas de alto impacto, de manera tal de lograr que el elector lo distinga claramente de otras opciones. El riesgo consiste en ignorar al menos dos certezas. La primera de ellas sería no distinguir que, como sugiere el politólogo Mario Riorda, “el sistema electoral argentino está en una lenta pero inexorable transición de pasar de ser de competitividad agravada a uno de competitividad reducida”. Hay mucho voto fragmentado y las últimas elecciones fueron un ejemplo de ello en Córdoba, Santa Fe, ciudad de Buenos Aires y Mendoza. Por ello, quien no centralice sus propuestas en cuestiones locales y no crea que la cuestión “nacional” es un elemento más, no va a poder revertir una tendencia negativa de instalación de alguna candidatura nacional.

Por otro lado y aun más importante, es que cada programa debe estar basado claramente en ideas de impacto simbólico. Ningún votante, por más descreído de la democracia y los políticos, deja de observar elementos ideológicos. No se ganan campañas de posicionamiento sin hablar de ideologías.

En tercero y último lugar, mostrar del mismo modo que lo hiciera en la campaña electoral por el Gobierno de Cordoba, que no es un candidato que sabe, sino que es un candidato que aprende. Esto, que en principio parecería un simple eslogan, debería ser observado en la instalación y desinstalación de la idea del “cordobesismo”, que estuvo en vigencia pocos días y fuera descartada de los argumentos centrales del gobernador de Córdoba.

Esta idea de mostrar un liderazgo conciliador puede chocar con posicionamientos más sólidos de precandidatos presidenciales, como el del mismo Scioli o el de Binner. Este ultimo quizás hoy sea el que más representa la idea de poner a resguardo lo mejor de las políticas sociales del oficialismo nacional, anclado en un perfil que es visualizado claramente como conciliador y que de acuerdo a promedios de estudios de opinión publica nacionales aventaja en intención de voto al resto en la carrera hacia el 2015.

El panorama nacional, camino al recambio presidencial, muestra que ninguno puede mostrarse hoy con ventaja por encima de los otros precandidatos. En esa lógica, quien logre manejar las expectativas y resulte creíble tanto en sus críticas como en la valoración de lo positivo de lo realizado por el Gobierno Nacional, seguramente va a lograr posicionarse con chances concretas

Los datos de opinión pública citados se corresponden con una encuesta domiciliaria provincial de 800 casos realizada entre el 15 y el 20 de julio. Nivel de confianza 95% y máximo error permitido 3,54%.

(De la edición impresa)

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