(Columna de María Esperanza Casullo)
El ascenso de una minoría intensa dentro del Partido Republicano tensiona a EE.UU., y al mundo. ¿Qué puede pasar?
Sin duda, la noticia política global del mes es el shutdown del gobierno norteamericano. Para entender sus implicancias, vale la pena una breve explicación de sus causas procedimentales. En Estados Unidos, como en la Argentina, el Poder Legislativo debe aprobar el proyecto de Presupuesto del Poder Ejecutivo y autorizar así los gastos del gobierno. La clave está en que, a diferencia de la Argentina (y de la mayoría de las democracias constitucionales), si el Legislativo no aprueba los desembolsos presupuestarios en una fecha determinada, no existen mecanismos institucionales que permitan salvar la situación como, por ejemplo mantener los niveles de gasto del Presupuesto anterior. Directamente, y de manera automática, el Poder Ejecutivo deja de estar en condiciones de firmar desembolsos, y la maquinaria del Estado federal se detiene lentamente. Lo mismo sucede con la autorización para pagar las deudas contraídas. El Congreso norteamericano tiene que aprobar cada año una autorización para que el Estado emita la deuda suficiente para pagar las obligaciones asumidas por los gobiernos anteriores. De no hacerlo, el país entraría semiautomáticamente en default, un escenario que, al cierre de esta edición, no puede descartarse.
En definitiva: el problema es que encontramos en la misma arquitectura institucional del sistema norteamericano una multiplicidad de puntos de veto mediante los cuales grupos minoritarios pueden detener, literalmente, el funcionamiento del Estado. Aquí estamos hablando del bloque mayoritario en sólo una de las cámaras, que puede imponer su voluntad por sobre el voto del Senado y el Presidente de la República. En el Senado la minoría cuenta con otro punto de veto, que es el filibuster o requerimiento de una supermayoría de hecho para aprobar las leyes. De hecho, y considerando que se trata en realidad de un subbloque dentro de la mayoría republicana en la Cámara Baja, vemos que en realidad una minoría (o, en el caso del Senado, un solo senador) tiene a su disposición los medios institucionales para amenazar con una seria crisis sistémica a toda la Nación y, tal vez, al mundo.
La arquitectura institucional de Estados Unidos fue diseñada con estos contrapesos a fin de generar un gobierno dividido, en el cual los poderes ejecutivo y legislativo estuviesen siempre en tensión. Por ejemplo, en Estados Unidos el Senado debe aprobar los miembros del gabinete del presidente y no sólo, por ejemplo, los jueces de la Corte Suprema.
Su sistema político, además, y no por coincidencia, es bipartidario: existen sólo dos partidos, republicanos y demócratas, y ambos se enfrentan en una relación electoral de suma cero. Existen entonces razones institucionales y también razones políticas para generar un gobierno con fuertes divisiones e incentivos para el bloqueo mutuo. Lo más sorprendente, si uno toma esto en cuenta, no es que esta crisis se produzca hoy sino que a lo largo de la historia norteamericana no hayan habido más crisis como ésta, es decir, que esta sea la primera vez en la historia reciente que un grupo presente una amenaza de hacer explotar una crisis, en este caso económica, para lograr imponer su voluntad por sobre la de la mayoría.
La respuesta a este interrogante reside en que una granparte del equilibrio del sistema bipartidista con gobierno dividido se debía a que éste se basa en incontables acuerdos de caballeros implícitos mediante los cuales los representantes de la minoría se autolimitaban deusar sus poderes de bloqueo. Vale decir, antes que eliminar estos poderes de veto minoritario de la Constitución o las reglas del congreso, estos acuerdos volvían simbólicas ciertas instituciones como el pedido de autorización para emitir deuda y la aprobación por parte del Senado de los ministros del gabinete.Los mismos estaban en la letra de la Constitución, por supuesto, pero “se entendía” que el día a día de la gobernabilidad del país requería que ningún opositor se metiera con ellos. Por supuesto, la memoria de la historia nacional jugaba un papel clave en estos acuerdos implícitos: la única vez que una minoría, en este caso sureña, llevó hasta las últimas consecuencias su decisión de negar la legitimidad de las decisiones de la mayoría, el país terminó inmerso en una guerra civil inédita.
¿POR QUE AHORA?
La pregunta, por lo tanto, es por qué estosacuerdos se han desplomado hoyy por qué el Tea Party ha amenazado con acciones tan radicales como forzar el país al primer default de su deuda. La primera cuestión a aclarar que esto no se trata de una polarización política en sentido estricto. O, mejor dicho, no son los demócratas los que se han polarizado; antes bien, desde los tiempos de la “triangulación” clintoniana el Partido Demócrata se ha corrido hacia el centro sin prisa pero sin pausa, hasta el punto en que la legislación principal pasada por Barack Obama es, en realidad, una reforma del sistema de salud promercado, diseñada por la Fundación Heritage e implementada por primera vez por un gobernador republicano.
Más que una polarización bipartidista se trata del ascenso de una minoría extremadamente intensa en el interior del Partido Republicano. Este ascenso comenzó durante los tiempos de Ronald Reagan y llega hoy a la mayoría de edad, por así decirlo. Mientras que durante las últimas décadas los republicanos más moderados aprovechaban la movilización de la minoría más conservadora en tiempos de elecciones pero los mantenían alejados de cargos de real poder, hoy esta minoría ha demostrado que puede controlar al partido, y que no dudará en hacerlo.
Existen tres posibilidades de salida. Las primeras dos son que los moderados republicanos logren imponer de alguna manera su hegemonía adentro del partido (lo que hoy es improbable por el rol de las primarias y el gerrymandering) o el Partido Republicano se transforme en una opción minoritaria, condenada a perder elecciones por varias décadas, o que surja un tercer partido que deje atrás a los Tea Parties. La tercera sería que los Tea Parties tomen efectivamente control del partido y logren, de hecho, transformaciones profundas en el sistema institucional norteamericano. Esta posibilidad, sin embargo, es tal vez demasiado oscura para ser contemplada.