Es más fácil mirar y criticar el “populismo” ajeno que asumir el propio. ¿La política vuelve por sus fueros?
Se reorganiza el PJ y presenta su nueva conducción, ratificando su condición de “partido nacional, popular y cristiano”. Se juntan las cinco centrales sindicales y se anuncia la reunificación de la CGT, luego de mostrar una renovada capacidad de convocatoria y movilización en la primera demostración de fuerza opositora. El FPV se pone en movimiento, tras la reaparición de la expresidenta CFK, buscando reunir la propia tropa con una convocatoria frentista contra “el proyecto neoliberal”. Hasta el PRO renueva sus autoridades, recordando que el partido no quedó subsumido por completo en los despachos oficiales. En el Congreso, en tanto, hay un inédito dinamismo en la actividad legislativa, la negociación y el protagonismo de las distintas bancadas. ¿Se están “alineando los planetas” de la política nacional colocando en escena la centralidad de los partidos, actores sociales organizados e instituciones parlamentarias en la transición hacia una nueva etapa? ¿O se trata de un mero reacomodamiento en el que cada contendiente se repliega en sus trincheras y se prepara para los próximos rounds de la pelea?
La reorganización del PJ, como suele ocurrir con el peronismo, es un buen indicador de ambas cosas a la vez. La presentación de la nueva conducción del partido en el Teatro Avenida, el pasado 3 de mayo, hizo recordar a los muy memoriosos a aquel Congreso del Teatro Odeón, en diciembre de 1984, un año después de la derrota electoral frente a Alfonsín, antes de que se iniciara la renovación peronista. La conducción en esa oportunidad quedó presidida, en ausencia, por María Estela Martínez de Perón, José María Vernet y Lorenzo Miguel como vicepresidentes y Herminio Iglesias como secretario general. Los “renovadores” impugnaron el congreso del Odeón y convocaron a otro, que se realizó en febrero del '85 en la ciudad santiagueña de Río Hondo, en el que eligieron una conducción paralela. Se respetó la titularidad de la viuda de Perón y fueron elegidos el entonces senador Oraldo Britos y el sindicalista de “los 25” Roberto García como vicepresidentes, con Carlos Corach como apoderado.
También ahora el justicialismo se recompone tras la derrota, rescatando su estructura partidaria por sobre la vacancia de liderazgo unipersonal, mostrando que hay peronismo después del kirchnerismo y aspiraciones de renovación después de la ortodoxia. Bajo la conducción del ex gobernador sanjuanino José Luis Gioja y el ex candidato presidencial Daniel Scioli, la lista de unidad logró albergar a representantes de todos los sectores, “mariscales de la derrota” y figuras con aspiraciones de futuro. Gobernadores y ex, legisladores y ex, intendentes y ex, sindicalistas y referentes partidarios hasta ayer enfrentados, coinciden ahora acerca de dos cuestiones: la necesidad de abrir puertas y realizar una convocatoria amplia, que contemple matices y también a otros espacios aliados; y la lectura política de que el mandato recibido en las urnas en diciembre fue ejercer el papel de opositores. En los mismos días, como en espejo, el PRO renovó su Consejo Nacional en las instalaciones del Buenos Aires Design. Reelegido como titular, el misionero Humberto Schiavoni señaló que “más que nunca tenemos ahora que construir un partido abierto y participativo, que esté cerca de la gente”.
Por el lado del frente económicosocial, luego de cuatro meses iniciales invicto en el Congreso, el Gobierno tuvo su primer revés parlamentario con la media sanción en el Senado de la Ley de emergencia ocupacional, votada por todo el arco opositor, y recibió el 29 de abril su primera demostración de fuerza de la dirigencia gremial en sus diferentes expresiones. Luego de que las cinco centrales obreras se juntaran para liderar la masiva concentración contra la política socioeconómica, la Iglesia advirtió sobre el desempleo y la inflación e instó a un entendimiento entre la dirigencia política, empresarial y sindical “para ir encontrando cauces a través de los cuáles salir de esta situación”. Reacio a tomar la idea de un Acuerdo Social, el Gobierno convocó a las principales entidades empresarias a una “tregua” para garantizar los actuales niveles de empleo. Detectando el humor entre los empresarios, Francisco Olivera comenta en La Nación (7/5) que “la recesión tiene razones que el anticorporativismo no entiende: con instituciones débiles, el temor a reclamos más duros obliga a resguardarse en lo único que parece sólido, como ciertas corporaciones. Con todos sus defectos, la CGT puede resultar entonces, una apuesta más o menos segura”.
Con el justicialismo saliendo a la palestra, el sindicalismo ocupando nuevamente su lugar y los empresarios haciéndose oír a través de sus entidades, Macri navega entre el presidencialismo que apela a una relación directa con públicos y audiencias y encuentra su referencia de apoyo en las redes sociales, y el reconocimiento de los actores políticos y sociales instituidos como interlocutores necesarios. Este momento de mayor institucionalidad congela o restringe las apelaciones “movimientistas” o populistas, limitadas a la franja del ultrakirchnerismo. También posterga la retórica pospolítica new age adoptada por el Presidente y recomendada por algunos de sus connotados asesores. La idea del PRO ocupando el lugar que dejó vacante el FPV como partido del Gobierno capaz de ordenar el sistema político como el Sol que sucede a la Luna deberá ser desechada, al menos por el momento. ¿Qué fortalece más al Presidente: tomar decisiones por decreto o someterlas al debate y el voto del Congreso? Y si la votación es adversa: ¿vetar una ley o buscar nuevos consensos para amortiguar o desactivar sus consecuencias adversas? ¿Se animará Macri a construir una verdadera coalición de gobierno? ¿Querrá hacerlo?