El politólogo explica por qué será “muy difícil” conquistar al electorado históricamente peronista para la oposición y explica por qué el voto en 2011 fue “más clasista”.
El profesor en la Universidad de Maryland Ernesto Calvo analizó con el estadista la coyuntura del oficialismo a través de su configuración como coalición y explicó porque el peronismo “es una maquinaria electoral muy eficiente”.
¿En qué punto del oficialismo estamos hoy: peronismo, kirchnerismo, cristinismo?
Para ver ese tema es imposible no pensar en la construcción de alianzas que necesitó Néstor Kirchner apenas asumió en 2003, no sólo por el escaso 22% con el que ganó, sino porque ese porcentaje, además, era prestado casi en su totalidad. Sin capital ni aparato político propios. En ese entonces era imposible para él crecer centralizando poder, básicamente porque no tenía nada que centralizar, y sólo le quedaba abrirse hacia otros sectores. Y en estos nueve años creo que ha habido tres grandes puntos de inflexión que llevan hasta la versión que tenemos hoy del kirchnerismo. El primero fue la disputa con Eduardo Duhalde en 2005, tras la cual capturó parte del peronismo que por ese entonces aún estaba indeciso. Luego, con la candidatura de Cristina en 2007, es cuando termina de conquistar al peronismo porque los hombres fuertes dejan de verlo como un actor en tránsito: la posibilidad de la alternancia presidencial le confiere un poder que antes no tenía y galvaniza al aparato partidario. Luego, la disputa por la 125 en 2008 galvaniza lo que hoy tenemos como kirchnerismo y termina de expulsar a todos lo que era “prestado” en la coalición. Por derecha y por izquierda. Esa derrota le permita estructurarse ideológicamente con el proyecto que se ve hoy.
¿Hay un círculo cada vez más estrecho de personas que toman las decisiones?
Yo no lo veo como la teoría del cerco renovada que quieren imponer muchos, sino que es lógico que pase cuando se está mirando cómo garantizar la continuidad del Gobierno luego de 2015.No es un cerramiento propiamente, sino una posición mucho más agresiva para definir la línea de sucesión y los mecanismos de defensa del proyecto para cuando ya no esté CFK. Creo que más que nunca en este contexto, la lucha por la sucesión del peronismo también es la lucha por la sucesión presidencial.
Pero estamos recién a mediados de 2012, Cristina aún no cumplió el 20% de su mandato y la sucesión se perfila como un tema que no sólo dominará la agenda política sino que ya opera en el presente. ¿Por qué tanta anticipación?
El gran tema es que no hay un sucesor claro, y por eso hay sectores que siguen buscando la idea de la rereelección. Pero el Gobierno no busca una figura política nueva, con visión propia, sino que parecería ser que la intención es delegar la continuidad de estas políticas en alguien. Y ahí aparece el problema de que, al ser una coalición, la persona que surja de dentro de sus filas va a necesitar de gente que no es de la interna del Gobierno. Porque lo que uno conoce como peronismo es un conjunto de aliados con muchas fuerzas y alianzas locales. Y ahí hay muchos actores que hoy no son amigos ni enemigos, y así seguirán hasta después de las legislativas. El sistema va a estar muy fluido hasta las elecciones de 2013.
¿Y Scioli encaja en ese esquema?
El Gobierno Nacional no va a poder complicarle mucho la gestión en tanto aporta votos que son necesarios para la coalición oficialista. Aunque es cierto que hay mucho interés de grupos de poder para que Scioli se defina, pero todavía no está claro, y ni el Gobierno ni él deberían tener apuro por definir eso. El se apuró con una definición y ahora ve las consecuencias. Si Scioli no es candidato a presidente podría ser, como hasta ahora, un aliado importante, por lo que creo que el Gobierno lo va a complicar pero no a matar. Garantiza votos que al kirchnerismo le sirven.
¿En ese sentido, puede haber alguna ventaja para el oficialismo con la aplicación de las PASO ordenando al peronismo el año que viene?
La última ley de reforma con las PASO lo que hacen es obligar a la gente a definir ex ante cómo se van a hacer las coaliciones. Además, al ser una elección únicamente legislativa, en la que no habrá disputa por la presidencia, los partidos tienen más libertad para hacer alianzas, sin un vínculo supraterritorial que los una y va a haber juegos locales más fluidos. Y creo que esto es una ventaja tanto para el oficialismo como para la oposición. Porque además no hay que descuidar que los resultados de la elección del año que viene van a ser difíciles de interpretar si se da un escenario de fragmentación como se espera, con muchas alternativas, y todas las interpretaciones van a ser válidas en parte: el Gobierno si se compara con la derrota de 2009 o la oposición si lo compara con el 54% del año pasado. En ese sentido creo que la señal política de 2013 va a abrir el escenario para 2015, por lo que el Gobierno va a querer demostrar que es suficientemente fuerte como para sentarse a la mesa de negociación de la sucesión.
Juan Carlos Torre explicó en esta revista que hay un peronismo contingente y uno permanente, ¿coincide con esa hipótesis?
El peronismo es como un colectivo, que alguien lo maneja pero no es el dueño, y la gente ?los aliados? se va subiendo. Porque si a algo se parece es a sí mismo. Si uno ve la implantación territorial del peronismo es prácticamente la misma desde hace 60 años. Sin embargo, yo creo que hay principalmente un problema de percepción ideológica de los partidos políticos. Justamente acá en la Argentina hay una mirada de la ciudadanía en la cual están todos cerca del peronismo. Casi todo el mundo se termina viendo muy cerca del peronismo, es decir que la gente que lo vota desde la izquierda lo ve mucho más cercano a la izquierda y lo mismo sucede desde la derecha. La gente piensa que es un partido con poca definición, esa idea de que el peronismo es a la vez todo y nada ideológicamente. Pero no tiene que ver con eso sino con otras cuestiones que influyen sobre cuán cerca se siente la gente de ese partido. El peronismo en el espacio ideológico se mueve muy rápidamente para el que está fuera del partido, pero casi no se mueve para el que está adentro, que además puede desdoblarse y ser atractivo, y al mismo tiempo, por derecha y por izquierda.
¿Pero no aleja a uno conformando a los otros?
Es que hay que asumir que los partidos políticos, y en especial el peronismo, no ofrecen sólo un programa ideológico al votante, sino que eso es parte de todo un portfolio que incluye también una cantidad de productos muy variados para ofrecerle a mucha gente distinta. Es así como el peronismo puede, por ejemplo, ofrecerle una cantidad de recursos a un grupo determinado de votantes y ofrecer políticas públicas en un sentido contrario a otro tipo de votantes. Esto se vio claramente durante el menemismo, cuando no se interrumpió la entrega de recursos a la base electoral, pero eso no impidió que se adoptaran políticas con un giro a la derecha en otras esferas. Hay dos tipos de recursos que se distribuyen a votantes y no guardan ninguna relación: no hay costo político para el peronismo de, por un lado distribuir en la base social y obtener ahí ganancias en rendimiento y performance electoral y, por el otro lado, armar coaliciones de políticas públicas con otros sectores.
Eso encaja en la definición de María Victoria Murillo de que “el peronismo es ganar”.
El peronismo termina siendo una maquinaria muy efectiva de identificar necesidades de los votantes y que además genera políticas públicas, distribuye, tiene capacidad de ejecutar, maneja recursos con un nivel de precisión. Así, no hay costo de oportunidad porque para el votante base del peronismo no hay defección, no interpretan que el peronismo se haya alejado de ellos. Esto tiene que ver con lo que decíamos de la percepción que hay del peronismo.
¿Por qué se da ese predominio peronista?
En un escenario en el que el peronismo está estructurando la gran mayoría de los resortes institucionales no hay una alternativa política que compita con el que no surja de él. Desde los concejos deliberantes a la CGT, hay una presencia importantísima a nivel provincial y nacional. Es muy difícil para el resto tener llegada a actores sociales que son relevantes. Además, mirando desde la óptica del oficialismo, es casi tan importante que la Presidenta consiga el 54%, como haya una oposición muy fragmentada. La personalización de atención de las demandas es sólo peronista. Nadie puede tomar demandas de los votantes y devolverles políticas públicas en sectores variados sin una red política como la que tiene el peronismo. Es una maquinaria electoral muy eficiente.
¿El conurbano sigue siendo el principal centro de operaciones de esa maquinaria?
Sí, aunque en las últimas elecciones hemos detectado que va cambiando muy marginalmente el mapa territorial del peronismo. El peronismo mantiene su fuerza histórica y va ganando votos conforme uno se aleja de Capital y de las vías de comunicación rápidas y de mayores ingresos.
Y, sin embargo, a apenas una avenida de distancia, la ciudad de Buenos Aires sigue siendo un distrito esquivo para el peronismo.
Es cierto, pero algo que hemos visto es que en la última elección el efecto de clase se potenció. Es decir, que en el distrito la diferencia de votos siempre fue de 10-15 puntos para el mejor y peor resultado de un mismo partido. Esta diferencia se ve con claridad en las elecciones para jefe de Gobierno de Mauricio Macri y de Aníbal Ibarra, que tenían una amplitud territorial en torno a ese número. Además, si bien Macri fue el único en ganar en todos los barrios de la ciudad en 2007, el resto siempre había estado cerca, perdiendo por muy poco en los que perdía. Pero en la última elección esa diferencia se amplió, para todas las fuerzas, hasta 20. Uno observa el voto al Frente para la Victoria en barrios de ingresos bajos y Recoleta y ve una dispersión del voto mucho mayor y eso refleja un componente clasista. Los análisis desde las elecciones de 1951 nos mostraban que, si bien cada partido tenía su zona geográficamente fuerte, la diferencia entre su mejor y peor distrito no era tan significativa.
¿A qué se debe eso?
Ahora hay más votos de clase a nivel territorial en CABA, PBA y a nivel nacional. Esto para mí está ligado a la expansión de determinados planes, como jubilaciones y la Asignación Universal por Hijo, que aumentaron mucho los ingresos de varios sectores. Lo interesante es también que este efecto de clase no es clientelismo ni de ejecución táctica sino que tiene que ver con ejecución programática, que se contrapone con el modelo de planes aplicados mayoritariamente durante los '90, cuando primaron las políticas orientadas a grupos definidos, no generalizadas. En toda Latinoamérica se dio con el Plan Jefes y Jefas, el Bolsa Familia en Brasil, el Chile Solidario, etcétera. Pero ahora hay políticas programáticas, por categoría social completa, ni selectiva ni segmentada. Son estas medidas, especialmente la AUH y las mejoras que trajeron para mucha gente, las que explican buena parte del mayor clasismo en el voto de 2011 y el mayor porcentaje de votos del oficialismo. Es una implantación parecida a la del voto de 2007 pero con efecto de clase potenciado.
Entonces ese sector es la llave del Gobierno, ¿y la oposición?
A la oposición le costará, y mucho, llegar a esos sectores, y cada vez más con estas medidas como la AUH cada vez más arraigadas. La oposición no peronista no tiene inserción en esos lugares. Y por eso se les complica mucho más a los sectores de la oposición que aspiran a representar a esos sectores, como puede ser el FAP. Por eso es muy difícil que aparezca una alternativa a Cristina por afuera del peronismo. O se va a necesitar una coalición como fue Unión-PRO en su momento, con una pata peronista, por más que esté a la derecha.
(De la edición impresa)