Tras la crisis cambiaria, el Gobierno reacomoda sus fichas. Dudas, deudas y apuestas. Cristina Fernández y los dilemas del peronismo.
Por Néstor Leone
1. MINORIAS
Esquema de tres, pero no de tercios. Así parece estar dividido hoy el escenario político. A partir del análisis de la disputa entre espacios.Y a partir de los sondeos de opinión que circulan. Cambiemos tenía a su favor, como oficialismo, el antecedente de una buena elección de medio término, donde revalidó en los distritos que administra, ganó en otros históricamente adversos y logró superar la barrera de los 40 puntos a nivel nacional. Pero su situación resulta hoy bastante más cuesta arriba. La crisis cambiaria de mayo, que multiplicó nubarrones a futuro y revirtió expectativas, retroalimentó su caída en la consideración pública, que ya era notoria a partir de diciembre pasado, cuando la reforma previsional y los sucesivos tarifazos empezaron a cambiar el humor social. Conserva un núcleo duro ideológico e impermeable a las críticas (minoría intensa, no tan minoritaria), pero corre el riesgo de perder anclaje en su base social potencial y más volátil, en los círculos concéntricos más alejados de ese núcleo. Este retroceso, sin embargo, no logra ser capitalizado por la oposición, fragmentada y con liderazgo en disputa. Por lo menos, de manera directa. Dos espacios tienen como contendientes, con el peronismo, dividido, como articulador de esas pertenencias. Por un lado, los referentes territoriales del interior del país, gobernadores en su mayoría, opositores moderados y proclives a la negociación con el Ejecutivo, integrantes del esquema de gobernabilidad en segunda instancia de Cambiemos y dispuestos a desconocer o revertir la experiencia kirchnerista, con un conservadurismo popular bastante arcaico en algunos casos y sin liderazgos alternativos para trascender los límites de sus provincias. Por el otro, el Frente para la Victoria o Unidad Ciudadana, con Cristina Kirchner como principal referencia, una oposición mucho más frontal y crítica respecto del rumbo del Gobierno y el desafío de resignificar legado y desgaste del largo ciclo de gestión kirchnerista para ofrecer un horizonte de futuro posible.
2. CAMBIOS
La coalición oficialista diseñó tres ejes de discurso de campaña y pudo responder a otras dos condiciones políticas para llegar al gobierno.“ Pobreza cero”,“ unir a los argentinos” y “combatir el narcotráfico”, por un lado, se convirtieron en promesas vagas pero eficaces ante demandas que sobrevolaban en la opinión pública. Mientras que construir un esquema de gobernabilidad posible para un frente no peronista, sin el riesgo de un vacío de poder cercano, y generar expectativas de un “cambio necesario y sustentable”, por el otro, fueron las respuestas a aquellas condiciones. Las elecciones legislativas de octubre de 2017 no mostraron avances en el primer rubro, pero sí señales concretas de cierta consolidación en el segundo. De hecho, Cambiemos pudo ratificar la adhesión de sus partidos integrantes, con alguna amalgama mayor en términos de identidad compartida; funcionó sin fisuras ni defecciones como interbloque parlamentario, con una disciplina que le permitió hacer valer su impulso, a pesar de contar con un quinto de los senadores y un tercio de los diputados, y aprobar la mayoría de las iniciativas que se propuso; convivió en buenos términos con los gobernadores de la oposición (la mayoría de ellos, por lo menos), con acuerdos y gestos concordantes; y neutralizó o negoció con buena parte de las organizaciones sindicales y los movimientos sociales para mantener en parámetros relativamente bajos la conflictividad social. A su vez, mantuvo en alto las perspectivas, más allá de que las señales socioeconómicas no pudieran acompañarlas debidamente. Nueve meses más tarde, el panorama ya no es el mismo. Cambiemos mantiene casi inalterable ese esquema de gobernabilidad, pero las expectativas sociales ingresaron en una zona de contradicciones, turbulencias, de dudas. Con un agregado: el Gobierno no podrá mostrar más que indicadores negativos en los próximos meses, en un contexto de mayor pérdida de poder adquisitivo, menor actividad productiva y mayor impacto social de sus políticas regresivas. Cuánto afectará esto a la vitalidad ya probada de su esquema de gobernabilidad es una de las incógnitas que se abren a partir de este nuevo estado de situación. Cuánto golpeará la imagen de “cambio necesario y sustentable”, también.
3. ESTRATEGIAS
Aunque el escenario haya sufrido modificaciones, Cambiemos confía en trascender más allá de 2019, con reelecciones en sus ejecutivos y una ampliación acorde de su predominio territorial. Dispone de recursos institucionales para nada desdeñable y recursos materiales que ninguna otra fuerza posee. Construir una nueva “normalidad” y lograr que el control de daños opere más allá de lo inmediato es su desafío por estos días. Retomar la iniciativa, con una agenda que restañe las malas noticias y los presagios adversos, un complemento. Gran acuerdo nacional y mesa de diálogo son las nombres que eligió para hacer más“ aceptable” políticamente la siempre impopular intromisión del Fondo Monetario Internacional, aprobar un Presupuesto 2019 con recortes en recursos destinados a obras de infraestructura (la construcción fue uno de los sectores más dinámicos en estos dos años, además del financiero, el agroexportador o el extractivista) y avanzar en la reducción del déficit fiscal tanto nacional como provinciales, tareas más difíciles en épocas recesivas y demandas sociales más activas. Tiene un piso considerable compuesto por el tradicional votante republicano-protorradical-antiperonista y la posibilidad de retener parte del ciudadano volátil, desideologizado, menos atado a las etiquetas políticas. La fragmentación opositora juega a su favor, ciertamente.Y no sería extraño que contribuya a favorecerla. También, la existencia de figuras de recambio como la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, primera en la consideración pública. Entre los escenarios deseados por el oficialismo figura la reedición del duelo con el kirchnerismo, con una tercera fuerza peronista que divida el voto opositor. Polarizar discursivamente y dividir electoralmente, de alguna manera. Para construir esa mayoría hoy esquiva.
4. CALCULOS
El Gobierno parecía tener los tiempos a su favor. Las elecciones de 2019 estaban demasiado cerca como para generar una recomposición del universo opositor y el deterioro posible parecía no conspirar contra el respaldo cercano de las urnas en las legislativas de 2017. Este diagnóstico quedó trastocado. Para el Gobierno, hoy, las elecciones aparecen como demasiado lejanas. Mientras que, para la oposición fragmentada, esa mayor distancia aparente también ofrece oxígeno para dirimir liderazgos, déficits e impotencias. A su vez, aquella imagen de invulnerabilidad en las urnas también entró en entredicho. Varios de aquellos dirigentes que se ofrecieron durante estos dos años y medios como oposición responsable y moderada empiezan a revisar esos cálculos. No para confrontar de manera más abierta con el Gobierno, necesariamente. Pero sí para hacer más costosa esa negociación. Entre ellos, hay varios con aspiraciones. Los gobernadores de Salta, Juan Manuel Urtubey, y de Córdoba, Juan Schiaretti, se anotan para la carrera presidencial. Aunque el segundo no lo admita explícitamente. E intentan tener anclaje en la provincia de Buenos Aires, con Sergio Massa o con algún intendente díscolo. El escenario deseado por estos sectores es el de un enfrentamiento mano a mano con el Gobierno, deteriorado por el desgaste de la gestión y datos no tan propicios, pero no lo suficiente para torcer la voluntad ciudadana de avanzar dentro de los parámetros políticos y económicos que plantea Cambiemos. Por eso la voluntad asumida de ofrendar las dosis necesarias de gobernabilidad, sin que esto los comprometa demasiado, aunque con la certeza de que un desbarranco del Gobierno también los deja mal parados.
5. CONTRASTE
En 2017, Cristina Kirchner consideró que estaba obligada a jugar. Muy a su pesar, como reconoció en varios momentos en campaña. La necesidad de cuantificar en votos los muy buenos sondeos de opinión en la provincia de Buenos Aires, en una situación de retroceso en términos de espacios institucionales y de cuestionamientos a su ascendencia al interior del peronismo. La posibilidad de politizar de manera más intensa y en su favor las ya politizadas causas judiciales en su contra. Y la certeza de que si no“ jugaba” en ese turno, cualquiera fuese el resultado final, tendría márgenes mucho más acotados para ofrecer algún tipo de sustentabilidad de mediano plazo a su proyecto, terminaron de convencerla. El resultado estuvo lejos de ser óptimo, o el esperado por ella: un segundo lugar detrás de Esteban Bullrich, la pérdida de una de las dos bancas de senadores en juego y su primera derrota a la cabeza de una lista. Pero en términos relativos resultó no quedó mal parada. La derrota, más contundente en algunos casos, de dirigentes que se pensaban como líderes alternativos en el peronismo le permitió preservar centralidad política. Desde entonces dosificó sus apariciones e hizo que algunos gestos y ciertos silencios hablasen por ella. Más acotada en el tablero, sin muchos resortes institucionales bajo su control, con dirigentes territoriales que vuelven a negarla, sabe que su suerte está atada al (escaso) crecimiento de las alternativas no kirchnerista en el peronismo y a la marcha del Gobierno y sus indicadores de gestión. Los económicos, y los sociales, pero también los políticos. Y, dentro de éstos, las expectativas. Su rol de opositora convencida y la permanente confrontación de “modelos” la preservan expectante. A la espera de los movimientos del tablero. Y con deseos de que el retiro de la actividad política se postergue indefinidamente.