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Ese misterioso distrito

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25 agosto de 2015

(Columna de Adolfo Ruiz)

En la provincia quedó un enorme caudal de votos huérfanos que deberán buscar otra referencia.

Una isla. Así pretendía definir a la provincia de Córdoba el entonces gobernador radical Eduardo Angeloz, cuando penaba para suturar el déficit de sus finanzas , pero se retorcía antes de ir a la Capital a reclamarle una lisonja al ministro plenipotenciario cordobés Domingo Cavallo en los albores de la década menemista.

Con esa polémica figura de “isla”, aquel caudillo radical pretendía diferenciar del resto del país a ese distrito que gobernaba. “Córdoba es otra cosa”, le gustaba decir, casi a tono con el actual “San Luis, otro país”, consagrado por los Rodríguez Saá. Aquella ficción, aunque absurda, ha sido muchas veces el sueño de varios dirigentes cordobeses, y lo sigue siendo, como una insólita pretensión de refutar al centralismo porteño. Por esa misma razón, la idea no deja de ser atractiva para muchos y ha originado discursos políticos durante varias elecciones. Lo cierto es que algo de isla ha resultado ser la provincia de Córdoba, y eso lo demuestran los resultados de las PASO, ya que no se replicaron ni de cerca los comportamientos de la mayoría de los distritos electorales, y donde dos candidatos claramente identificados como oposición al Gobierno Nacional se llevaron 74% de las voluntades. O bien, leído de otra manera: Córdoba volvió a ser por lejos el distrito donde menor cantidad de votos cosechó el kirchnerismo: sólo 15%. El resultado de las PASO replicó a trazos gruesos lo que había sucedido en las elecciones del 5 de julio para la gobernación, cuando se impuso Juan Schiaretti. Fue muy poco lo que se corrieron las cifras. Volvió a ganar el delasotismo, esta vez con 39% de los votos. Superó así con comodidad pero sin holgura al macrismo, que llegó a 35%. Lejos, muy lejos, el kirchnerismo, con la cifra ya descrita, algo menor a los 17 puntos que había sacado en la puja por la gobernación.

Pese al buen desempeño electoral que tuvo en su provincia, y a los casi 800 mil votos extras que logró cosechar fronteras afuera de su terruño, se cumplió la lógica y José Manuel de la Sota, el tres veces gobernador, no logrará cumplir su sueño de disputar la Presidencia. Apenas logró sumar 1,4 millón de votos, la mitad que Sergio Massa, y terminó -tal como se preveía- siendo sólo un digno sparring y no mucho más.

Esta temprana derrota y eliminación abre, no obstante, un escenario por lo menos jugoso. Sucede que el cordobés y el tigrense no dirimían precisamente una interna de un mismo partido, sino que habían confluido en sus estrategias para asegurarse un lugar en el redil. Sin Massa, De la Sota no hubiera logrado “nacionalizar” su figura (pese a la fortuna invertida en publicidad, contratando al carísimo gurú brasileño João Santana). Sin De la Sota, Massa no hubiera logrado proyectar el 20,6% de los votos de la alianza UNA, que hoy lo posicionan de una mejor manera para las generales de octubre, pero que también esconde de manera elegante los estrechos 14,2 puntos que en realidad logró. En definitiva, un categórico win-win. El tema es que esta confluencia de estrategias en los dirigentes no necesariamente habrá de proyectarse en un trasvasamiento completo de los votos del cordobés hacia el hombre del Frente Renovador. Y eso lo saben muy bien el propio Massa, pero mucho mejor lo conoce Macri y aún más Scioli. ¿Terminará siendo Córdoba el escenario de la batalla final por la Presidencia? Tal vez el planteo sea un tanto presuntuoso, teniendo en cuenta que si bien es el segundo distrito electoral, no llega ni de cerca al peso que muestra la provincia de Buenos Aires.

Lo que la vuelve atractiva, no obstante, es el hecho de que en la provincia mediterránea han quedado unos 630 mil votos huérfanos, algo que no se verifica en ninguna otra de las provincias. Se da por hecho que los votantes de Sanz y de Carrió tributarán sin mayores reparos hacia Macri. Se preasume que quienes fueron por Altamira lo harán plenamente por Del Caño. Se entiende también que la mayoría de los votantes, aún los llamados “independientes”, no tendrán demasiados motivos para cambiar su voto de aquí a octubre. Sin embargo, no se puede afirmar lo mismo sobre los votos de De la Sota en Córdoba, que equivalen a 3 puntos del padrón nacional, y que llegan a 6,4 puntos en todo el país.

Esos votos entregados a De la Sota necesariamente irán a parar a otro candidato. Será lógico que algunos permanezcan en UNA. Pero, por el resto, varios se sacarán los ojos.

Con esos tres puntos, por ejemplo, Scioli podría asegurarse una victoria en primera vuelta.

¿Qué prometió De la Sota en el mismo momento en que reconocía su derrota? Que respetaría el acuerdo con Massa y que trabajará por su candidatura de cara al 25 de octubre. Una afirmación que tal vez esconda más de lo que dice. Por las dudas, el sucesor en la gobernación, Juan Schiaretti, se encargó de marcar en su celular el número de Daniel Scioli, para felicitarlo el domingo por la noche.

Del Senado a la carrera por la intendencia

Una vez más, el movedizo Luis Juez volvió a patear el tablero de la política local y generó un terremoto del que aún no se conocen sus alcances.

Siendo todavía candidato a gobernador de Córdoba, fue uno de los principales artífices del acuerdo entre su fuerza (Frente Cívico), el radicalismo y el macrismo, con el fin de darle batalla al candidato de De la Sota. Accedió a bajar su candidatura y se conformó con repetir por su banca en el Senado. De gran actor de la política local pasó a ser jefe de campaña del diputado Oscar Aguad, quien finalmente no consiguió derrotar al candidato de De la Sota.

Cuando se lo imaginaba silbando bajito por un nuevo sinsabor electoral, Juez se encargó de dejar en claro que su acuerdo tripartito era sólo por la gobernación, y decidió bajar a jugar por la intendencia en una inesperada alianza con Olga Riutort, la ex mujer de De la Sota, la misma a quien poco más de una década atrás inundara de denuncias cuando ella era secretaria General de la Gobernación de Córdoba, y él, fiscal Anticorrupción. La sorpresiva confluencia JuezRiutort, como candidatos a intendente y vice, dejó descolocado al intendente radical Ramón Mestre, de apenas floja gestión. Si tenía grandes posibilidades de ser reelecto el 11 de septiembre próximo, era por la fragmentación de la oposición. Con esta nueva confluencia, el panorama no parece tan sencillo.

Heridos, traicionados, confundidos, el radicalismo-mestrismo cordobés no atina a resolver cómo seguir después de este golpe. Y el margen de acción es cada vez menor. Mientras tanto, la prensa local asegura que la gestión más emblemática de Mestre fue pavimentar el camino para la candidatura de Juez. La frase se parece bastante a la realidad.

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