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Estados Unidos: ¿Cómo ven la elección los politólogos argentinos?

30 octubre de 2012

El 6 de noviembre, Barack Obama buscará su reelección. Su contrincante, Mitt Romney, repuntó en la parte final de la campaña, lo cual augura un final reñido. Las claves de la elección y los paralelismos con la Argentina.

Cada cuatro años, el martes posterior al primer lunes del mes de noviembre, los estadounidenses tienen la oportunidad de elegir a quién será su Comandante en Jefe durante los próximos cuatro años. La elección concentra la atención del mundo, lo cual es lógico dado que se trata del cargo electivo más importante del planeta.

La última vez, en 2008, los estadounidenses ungieron a Barack Obama, primer presidente afroamericano de su historia. Cuatro años después, con una imagen más desgastada y con el componente “sorpresa” ya diluido, buscará la reelección frente al republicano Mitt Romney, quien ha repuntado en las encuestas durante la última curva de su campaña. El 6 de noviembre se sabrá si le alcanzará para que Obama sea, como Jimmy Carter en lo '70 o George Bush en los '90, un presidente de un solo término. Que eso ocurra sería, para la historia política de EE.UU., una anomalía: los presidentes que van por la reelección suelen conseguirla. Además de Carter y Bush, en el Siglo XX sólo tres presidentes perdieron la elección estando en la Casa Blanca.

Más allá de esta cuestión, que lejos está de ser una casualidad estadística, Obama no ha tenido una gestión que sirva, por sí sola, para asegurarle la reelección. Los propios demócratas han admitido que, en el plano económico (crucial en toda elección), los avances han sido escasos. De allí la estrategia republicana de interpelar a la sociedad de si está mejor ahora que hace cuatro años. En términos económicos, muchos, quizás la mayoría, no están mejor. Pero a pocos se les escapa el hecho de que la crisis “le explotó en las manos” a Obama cuando asumió. En enero de 2009, mes de su asunción, la economía destruyó más de 800.000 empleos y, en ese trimestre, el PIB cayó 6%. Desde entonces, la economía ha comenzado una recuperación modesta, tanto en términos de crecimiento como en creación de empleo. Luego de tocar un pico de 10% en octubre de 2009, la tasa de desempleo ha venido bajando y, en septiembre de este año, perforó el 8%, luego de 43 meses y se ubicó en 7,8%, el mismo nivel de enero de 2009. Las investigaciones muestran que, aun si la tasa es alta, lo que más le importa a la población es la tendencia, es decir, si está bajando o subiendo.

Si bien muchos siguen desempleados, la economía está creando empleo, ha retornado cierta tranquilidad al mercado laboral y eso es un buen dato para los demócratas. En términos de crecimiento, la economía perdió el dinamismo que exhibía en 2010 y que parecía augurar una fuerte recuperación. Empero, a diferencia de Europa, EE.UU. logró evitar una segunda recesión y, aunque a tasas bajas, sigue creciendo. La última cifra, del segundo trimestre, muestra una expansión módica de 1,3%. Pese a esta recuperación y de haber dejado atrás la peor parte de la crisis, la economía sigue creciendo por debajo de la tendencia, la cantidad de empleo creado no alcanza para lograr una reducción sustancial de la tasa de desempleo (en diciembre de 2006, por ejemplo, era de sólo 4,4%) y los salarios reales están estancados. Asimismo, hay un descontento con la creciente desigualdad y una sensación de que el esfuerzo puesto para sostener a los bancos, por ejemplo, no fue el mismo que se utilizó para las necesidades del gran público.

Es lógico, entonces, que el tema de económico haya sido excluyente en la campaña y que cuestiones externas, como el asesinato del embajador en Libia o la victoria de Hugo Chávez, no hayan movido el amperímetro ni se hayan colado en los temas de preocupación del electorado como lo podrían haber hecho en otros contextos. Con una elección tan cerrada y con electorados fieles y consolidados, la clave consistirá en convencer a los pocos independientes que quedan y movilizar a los votantes potenciales, lo que se logra transmitiendo la sensación de que es una elección en la que se ponen en juegos cosas importantes.

Vale recordar que en EE.UU. el voto es opcional y que la cantidad de gente que ejerce su derecho suele oscilar entre el 50 y 60%. En el caso de Obama, será clave qué pase con el voto afroamericano. En 2008, consiguió el 95% de los votos de ese electorado, lo que representó 13% del total de sufragios que recibió. Ese año, el porcentaje de votantes afro que acudió a las urnas fue superior al promedio y, sin duda, una de las claves de la victoria de Obama. ¿Volverán a acudir a votar esta vuelta para compensar la pérdida de popularidad del actual presidente entre los hombres blancos?

Otra historia es con las mujeres, entre las cuales el Presidente es claro favorito y, en particular, entre las que no están casadas, que representan el 25% del padrón electoral. Otro segmento clave es el de los jóvenes, que en 2008 concurrieron a las elecciones en un porcentaje muy elevado y apoyaron mayoritariamente a Obama. Pero difícilmente vuelvan a participar ahora como lo hicieron cuatro años atrás. A su vez, según las encuestas, el 70% de los latinos votará por Obama. Si bien la población latina se convirtió en la primera minoría de Estados Unidos, su peso electoral no es tan importante porque tiende a participar menos que otros grupos en los procesos electorales.

Romney, en tanto, deberá movilizar al votante blanco, donde es claro favorito y a la base republicana, que fue refractaria a su nominación en el primer tramo de las primarias. La gestión de Obama estuvo por debajo de las expectativas y en los últimos años los niveles de aprobación de su gestión se ubicabron en torno al 50%. Además del desempeño de la economía y su impacto en el mercado de trabajo, hubo otros desafíos que el Presidente no pudo superar. Durante la campaña se había presentado como alguien que superaría las divisiones partidarias en Washington y que lograría dejar atrás los conflictos del pasado. Pero la política norteamericana siguió tan polarizada como siempre y los republicanos no apoyaron ninguna iniciativa de la Casa Blanca. La consecuencia fue una virtual parálisis legislativa en los últimos tiempos. De todas maneras, las chances de Obama están intactas porque enfrente tiene un rival que no logró consolidarse. Tuvo que presentarse como un conservador duro para ganar las primarias republicanas pero luego se vio forzado a moderar su discurso en la campaña presidencial con los lógicos costos que hay que pagar frente a algunas contradicciones en el discurso.

LA CAMPAÑA

el estadista consultó a varios politólogos argentinos radicados en Estados Unidos para analizar los aspectos más sorpresivos que se vieron durante la campaña. Para Aníbal Pérez- Liñán, de la Universidad de Pittsburgh, “lo que más sorprende del proceso político es la importancia explícita que los contendientes asignan a los fondos de campaña. La campaña es, en primer lugar, una campaña para recaudar fondos y, en segundo lugar, una campaña en la que esos fondos son utilizados estratégicamente para convencer al electorado”. La concentración de las campañas en unos pocos distritos, denominados “swing states”, es producto de que la gran mayoría de los estados ya están volcados hacia uno u otro candidato. Como el que obtiene mayor cantidad de votos en el distrito obtiene todos los electores para el Colegio Electoral, los incentivos para hacer campaña en esos estados son muy bajos, tanto para el que encabeza las encuestas como para quien viene corriendo de atrás.

Desde la Universidad de Maryland Ernesto Calvo agrega: “Toda la contienda presidencial se concentra hoy en día en unos pocos distritos (particularmente en Ohio, Florida y Virginia). Por dicho motivo, miles de millones de dólares gastados en estas elecciones se concentran en unos pocos mercados de publicidad. En estos estados, la publicidad electoral ha saturado el tiempo disponible de televisión, incrementando exponencialmente el costo de emitir avisos televisivos para todos aquellos que no estén invirtiendo en campaña política. Mientras tanto, en 45 de los 50 estados la cantidad de publicidad electoral es extraordinariamente limitada”.

El financiamiento de la campaña tuvo un actor novedoso en la actual contienda: los “super PAC's”. Los Political Action Comittees (PAC) son organizaciones que hacen campaña a favor o en contra de un candidato, aunque no de manera explícita. A partir de un fallo de la Corte Suprema (Citizens United vs. Federal Election Commission) y otro de la Corte de Apelaciones de DC (speechnow.org vs. FEC), ambos de 2010, los PAC se convirtieron en “super PAC's” ya que los fondos que pueden recibir de los privados (empresas, individuos, cámaras o grupos de interés o lobby) son ilimitados. Según el sitio opensecrets.org, al 22 de octubre había 846 “super PAC's” que, combinados, habían reunido más de US$ 540.000.000 millones, es decir, más que el PIB de la Argentina. “El peso del dinero privado sobre las elecciones se ha vuelto realmente dramático, y eso no ocurre en la Argentina”, dice la politóloga Victoria Murrillo, desde la Universidad de Columbia. Pérez-Liñán señala, en este punto, una diferencia con lo que pasa en la Argentina: “En Estados Unidos la capacidad de influencia se concentra en los grandes donantes, quienes recaudan a favor de un candidato a través de los PAC, mientras que en América Latina la influencia se concentra en los sectores de gobierno, y se manifiesta en general como la confusión entre los recursos públicos y partidarios al momento de hacer campaña. Por lo tanto, en Estados Unidos se tiende a generar un modelo de política conservadora, mientras que en América Latina tiende a generar un modelo continuista”.

POLARIZACION

Uno de los fenómenos más discutidos en la política estadounidense de los últimos años ha sido el aumento de la polarización entre el Partido Demócrata y el Partido Republicano que se tradujo, entre otros fenómenos, en la falta de acuerdos bipartidistas a la hora de legislar en el Congreso y en la parálisis legislativa. Las leyes medulares de la gestión de Obama fueron aprobadas con escaso apoyo republicano y muchas no lograron ser aprobadas por no contar con el aval republicano, especialmente luego de 2010, cuando el Grand Old Party recuperó el control de la Cámara de Representantes.

“En esta elección, la movilización del Tea Party dentro del Partido Republicano fue muy intensa. Desde la renovación legislativa de 2010, cuando irrumpió el Tea Party entre los republicanos, muchos moderados dentro del partido se sintieron más amenazados por esa movilización que por la competencia de los demócratas”, explica Santiago Alles, desde la Universidad de Rice.

Pese a ello, de las primarias salió ungido quien era, muy probablemente, el más moderado de todos los candidatos: Romney. Durante su gobernación en Massachusets, por ejemplo, Romney impulsó una reforma de salud similar a la que luego propuso Obama. Como señala Alles, un republicano de un estado liberal (y Massachusets, cuna de los Kennedy, es uno de ellos) puede estar más a la izquierda que un demócrata de un Estado de impronta más conservadora. Por lo tanto, Romney debió redoblar su giro a la derecha en las primarias, aún a costa de desechar posturas e ideas que había implementado durante su gestión.

Ese giro torna complicado el posterior corrimiento al centro y la atracción del voto independiente, clave para acceder a la Casa Blanca. Ernesto Dal Bó, politólogo y docente de la Universidad de Berkeley, en California, coincide en que ese fue el movimiento de Romney. Lo sorpresivo, dice, es que no ha dañado su reputación ni sus chances de ganar. “Lo más sorprendente ha sido la capacidad de Romney de moverse a la derecha durante las primarias y luego moverse al centro durante la campaña presidencial sin gran costo político”, sostiene Dal Bó.

Desde la Universidad de Nuevo México, Juan Pablo Micozzi dice que esa polarización se traduce, al menos entre los jóvenes más informados e interesados en la política, en un mayor activismo en las redes. “Colegas y alumnos llegan a protagonizar discusiones que duran horas. En ciertos casos, hasta se ponen a citar autores y linkear estadísticas. Eso contribuye a mejorar los términos de la discusión. No quiero decir, ni por asomo, que las redes están recreando un ágora democrático, pero sí fomentan debate públicos con cierta utilidad”, describe.

PARALELISMOS CON LA ARGENTINA

Para Murillo, “el contraste con la Argentina es lo ideológico que es el debate, tanto dentro de cada partido como las diferencias programáticas entre partidos y lo pronunciado que son los 'issues' o temas de política pública en generar apoyos y rechazos”. En contraste, “en la Argentina la elección pasada no estuvo caracterizada por su carácter programático”.

Por su parte, Dal Bó considera que “el gran paralelismo al caso argentino es el de la importancia de los escenarios contrafactuales en la cabeza de los votantes para determinar cómo evalúan la gestión del presidente en ejercicio”, es decir, cómo pondera la suerte (algo así como el viento de cola) del que gozó o debió enfrentar el mandatario. El paralelismo no se refiere a una similitud sino, por el contrario, a una gran diferencia. “La Argentina y Estados Unidos son dos casos opuestos: la Argentina reeligió a una presidenta con mejor suerte que gestión, porque el escenario contrafactual era más el de la crisis del 2001 que el de lo que podríamos haber logrado dada la buena herencia y los fundamentos de la economía. En Estados Unidos, hay un presidente con buena gestión pero muy mala herencia, y las encuestas muestran que hay casi el 40% de chances de que pierda. Esto es porque los votantes tienen en mente un escenario más marcado por la costumbre de la prosperidad que por la catástrofe que hubiera ocurrido bajo una gestión menos apta (una gran depresión; la destrucción de complejos industriales enteros, como el automotriz o la aparición de daños persistentes en el tejido social)”, interpreta Dal Bó.

De acuerdo a Calvo, “el tema del matrimonio igualitario y la cuestión de los derechos sociales y reproductivos está en este momento más rezagado en Estados Unidos que en la Argentina. La expansión de derechos sexuales y reproductivos está ocurriendo más por movimientos culturales y cambios de preferencias a nivel de los votantes antes que por transformarse en tema de campaña”. La cuestión del reparto de la torta, que tiene que ver no sólo con los salarios sino con los impuestos y los alcances del Estado Benefactor, también es uno de los ejes de la campaña. Las políticas benefactoras estadounidenses, a diferencia de las europeas, siempre fueron menos generosas. La cuestión es que ahora son muy necesarias. Por ejemplo, casi 50 millones de estadounidenses se alimenta diariamente gracias a los vales conocidos como “food stamps”, es decir, más del 15% de la población.

“El principal tema económico es el de los impuestos y la redistribución. Este es un tema en la Argentina y en América Latina de campaña electoral. La discusión acá es por el porcentaje que pagan los que tienen mayor ingreso y cómo se redistribuye (o no) entre los que tienen menos. En la Argentina, el debate no está centrado en el sistema impositivo y el porcentaje a pagar sobre impuestos sino sobre diferentes formas de redistribución a través de regulación, política cambiaria, impuestos al comercio, etcétera”, añade Murillo. “El eje ha sido quién va a pagar (o se va a beneficiar) de un aumento (reducción) de impuestos. Tal vez, en el caso argentino la cuestión del impuesto a las ganancias y/o la actualización de los haberes jubilatorios cumpla un rol parecido en el futuro”, sostiene Sebastián Saiegh, desde la Universidad de San Diego, en California.

El discurso demócrata es que los derechos deben ser financiados por los sectores más pudientes (“cada uno debe poner su parte”, repitió Obama en varias ocasiones) y que el Estado, y sus políticas, son claves en la redistribución. El discurso republicano, en tanto, es que la economía debe crecer y crear empleo y, así, redistribuir, algo no muy alejado a la “teoría del derrame”.

UN PALPITO

Todos los politólogos consultados por el estadista comparten el pronóstico de que Barack Obama será reelecto. Si bien la diferencia se habría acortado en el último tramo de la campaña, la ventaja del actual presidente sería irreversible, sostienen al unísono.

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