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FAUnen y el dilema corneliano

12 junio de 2014

(Columna de Lara Goyburu y Juan Negri)

Intentar llegar a la Casa Rosada en 2019 con un armado territorial más extendido y un funcionamiento más aceitado tiene beneficios y riesgos.

En su obra Le Cid, el dramaturgo francés del Siglo XVII Pierre Corneille ilustra un amargo dilema que enfrenta el protagonista, Rodrigo. Este debe elegir entre el amor de su prometida o vengar una afrenta que la familia de ésta le hizo a la de él. Ambas situaciones son perjudiciales: si se venga, perderá el amor de su amada, pero si deja la afrenta impune perderá su honor. Desde entonces, el “dilema corneliano” se utiliza para describir una situación en la que se debe elegir entre dos acciones que pueden generar un efecto negativo.

La flamante coalición FAUnen se enfrenta a su propio dilema corneliano. Ganar en 2015 (que no depende solamente de sus intenciones, está claro) en un contexto macroeconómico difícil y sin mayoría en el Congreso podría resultar en un gobierno fallido. Apostar a una estrategia racional de fortalecimiento a largo plazo no ganando la presidencia en 2015 podría amenazar la continuidad de la coalición. Ambas estrategias, como al amante, la enfrentan a situaciones con posibles resultados negativos.

¿Por qué decimos que es racional para FAUNEN no ganar en 2015? En un contexto de sistema de partido dominante, se corre el riesgo de repetir la experiencia legislativa de la Alianza, obligada a pensar en coaliciones ad hoc con el peronismo mayoritario en el Congreso y en casi todas las gobernaciones. Aunque obviamente no es imposible, sería costoso y difícil para la joven coalición, que además se verá obligada a ajustar en algún grado a la economía. Tal vez demasiada responsabilidad para una alianza que pretenderá romper con la idea arraigada de que sólo desde el PJ se puede garantizar gobernabilidad democrática. Adicionalmente, la escasísima institucionalización de la coalición significa la inexistencia de mecanismos acordados de solución de diferendos internos o definición de candidaturas. La gran apuesta de FAUnen es que las PASO hagan ese trabajo, pero no hay nada más en términos de reglas. Por último, la ausencia de una agenda programática de mínima facilita la aparición de diferencias futuras (como las que ya se vislumbran en la cuestión de una eventual alianza con el macrismo).

Todo esto sugiere un problemático ejercicio del poder. Si aceptamos que un componente importante de la democracia es la alternancia, toma sentido la apuesta de FAUnen de intentar convertirse en una alternativa al PJ en sus múltiples variantes que permita rebalancear el sistema de partidos. Pero para que esta apuesta sea una realidad deberá ser capaz de generar confianza en su capacidad de gobernar, y la probabilidad de un gobierno problemático complicaría mucho este objetivo. Es demasiado temprano y el ciclo económico es complicado para proyectarse como una posible alternativa de gobierno viable, mas aún cuando el fantasma de la Alianza sigue recorriendo la Argentina.

En este sentido entonces, y si atendemos a lo que Andrés Malamud destacó bastante antes de que FAUnen fuera una realidad, el fin de ciclo en el que esta fuerza debiera estar pensando es en 2019. Así, una “larga marcha” hacia 2019 podría ayudar a FAUnen a resolver su actual falencia territorial donde hoy muestra limitaciones en cuestiones de armado (en el que solamente la UCR puede aportar una estructura de alcance nacional, con aportes específicos de algunas figuras por dentro y fuera de esta fuerza en algunos distritos).

La estrategia debería ser la de construir territorialmente apostando a un candidato a nivel nacional que arrastre votos a nivel local (provincias y municipios), de manera de lograr la mayor cantidad de gobernaciones, intendencias y legisladores nacionales y provinciales posibles. FAUnen debe jugar fuerte con candidatos competitivos en las provincias grandes donde hay posibilidades serias de ganar (Córdoba; Mendoza; la ciudad de Buenos Aires donde la boleta PRO no llevará el apellido Macri, y Santa Fe), dialogar con el macrismo allí donde éste muestra una importante intención de voto, y premiar al ganador de las PASO dándole el lugar de custodio del armado territorial en su candidatura presidencial de 2015.

Si este espacio fuese ocupado por Binner en 2015 (aunque improbable), esto facilitaría una candidatura radical en 2019, elemento fundamental para alzarse con el triunfo. De acuerdo a varios sondeos FAUnen podría lograr en 2015 aproximadamente entre 20% y 25% de los votos en una primera vuelta. Aunque no entre a una segunda vuelta, con ese caudal de votos se constituiría una fuerza apreciable en el Congreso y en las legislaturas provinciales. Si a esto le sumamos algunas gobernaciones e intendencias de peso, se traduciría en un fuerte impulso para 2019.

El tiempo también le permitiría una mayor institucionalización y una mejor definición de la agenda programática. Como resaltó Javier Zelaznik en estas páginas, la definición programática de los espacios tiene la doble función de ordenar hacia adentro y enviar un mensaje a los electores de hacia dónde se va. Hoy FAUnen se describe a sí misma como “ocho culturas políticas diferentes”. Tal vez sea mucho.

El riesgo, por supuesto, es que otros cuatro años (con probabilidad de que se transformen en ocho) en el llano, sin acceso a los incentivos selectivos que permiten el ejercicio del poder central minen la vocación coalicional que los socios han mostrado hasta aquí y FAUnen (como la Alianza o el Acuerdo Cívico y Social) se desintegre. Esa también sería una pequeña tragedia para los que aspiramos a un sistema de partidos normalizado y equilibrado.

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