El Gobierno y la oposición cantan victoria. Ambos exageran. Octubre depende de lo que se haga en septiembre y no de lo que pasó en agosto.
Corría el año 1990 cuando, en La Plata, un diputado peronista le hizo a uno radical una propuesta que no podía rechazar. A cambio de votar un endeudamiento de US$ 240 millones, los radicales se beneficiarían con un millón. El bloque de la UCR recibiría US$ 400.000, y US$ 15.000 más serían acreditados a cada uno de los 39 boinablancas. Los radicales deliberaron democráticamente y decidieron, con disidencias y algún dolor, rechazar la oferta. El peronismo debió aprobar el proyecto en una madrugada de ausencias opositoras, pero eso hoy no importa: lo relevante es que quien realizó la oferta es el actual armador del Frente Renovador en la Quinta Sección Electoral (aviso para el editor: en caso de considerar incriminatoria esta afirmación, puede distorsionar el número de la sección: quixta, septava o prigunda. Los hechos relatados se mantienen).
Dos décadas después, Sergio Massa se apoya en los mismos puntales que Antonio Cafiero en ese entonces. Los puntales, señor juez, son el peronismo y no la corrupción. Si la experiencia sirve de algo, el caso citado sugiere que el peronismo sigue siendo el mismo. Las divisiones se producen entre quienes quieren conducirlo, no reformarlo. Felipe Solá estuvo con Carlos Menem, con Eduardo Duhalde y con Carlos Ruckauf antes de recalar en Tigre, y hay quien atestigüa que el propio Massa ocupó altos cargos durante el gobierno de los Kirchner.
Esto contextualiza el escenario abierto por las PASO, con un país dividido en tercios: el peronismo K, el peronismo no-K y el no-peronismo. Cada espacio conseguiría, de repetirse estos resultados en octubre, una cantidad similar de diputados: alrededor de cuarenta cada uno, con una leve ventaja para el oficialismo. En la elección de senadores, en cambio, los K sacarían una buena distancia. Por eso conviene esperar para dictarle el certificado de óbito al Gobierno: si bien sufrió una derrota política, las consecuencias institucionales están lejos de ser dramáticas. Además, todavía no se eligió nada: las primarias no son una elección (de legisladores) sino una selección (de candidatos).
Con 26% de los votos nacionales y 10% de diferencia sobre el segundo, el FpV salió primero en siete provincias y sus aliados ganaron cuatro más. En otras palabras, el oficialismo sigue siendo la principal fuerza política nacional y, entre otras minucias, gobierna el país. Por eso el politólogo Ernesto Calvo sugiere que, “aun cuando el FpV no puede controlar la sucesión digitando al candidato, tiene recursos para controlar la sucesión liquidando candidatos. Los próximos dos años no van a estar caracterizados por negociaciones para imponer candidatos sino por negociaciones para evitar candidatos”.
Y si el Gobierno valora su tiempo, los próximos dos años empiezan en los próximos dos meses.
Cuando Sergio Massa era jefe de Gabinete y el Indec se demolía bajo su mirada, los encuestadores no oficialistas tenían los teléfonos pinchados, como el propio Massa le reconoció, entre pícaras sonrisas, a uno de ellos. Ahora, la única razón por la que el Gobierno no le echaría un cadáver en la puerta de su casa es que el tigrense amague develar cadáveres más putrefactos aún. Asoma un período de sobres y amenazas que raramente se reflejará en las tapas de los diarios, aunque el realineamiento de los intendentes del conurbano dará pistas sobre los destinatarios ?de sobres o amenazas?. La nueva política queda para alguna otra elección.
Enfrente del peronismo, la UCR se levanta. Designado como centroizquierda, aliado con el Partido Socialista o entreverado con Pino y Lilita, el centenario partido demuestra que es tan desmañado para el gobierno como para el suicidio. Vencedor en siete provincias y segundo en otras nueve, el panradicalismo sigue siendo la única fuerza nacional además del peronismo. Si, para variar, decidiera organizar una campaña inteligente, sus esfuerzos deberían concentrarse en los distritos en que una leve mejoría pagaría un senador, como Entre Ríos y Neuquén. A su vez, una estrategia decente en ciudades como Mar del Plata, Bahía Blanca, Vicente López y San Isidro redundaría en algunos diputados extra. ¿Cómo es posible que un tercio del electorado nacional se reduzca al 10% en el límite de Buenos Aires? Sólo cuando un líder sagaz aprenda a explotar esa reserva de gorilismo moderado el peronismo dejará de ser una fija para transformarse en una opción.