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Hora de cambiar de galera

Casa-Rosada2
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26 marzo de 2018

Por Luis Tonelli

La construcción de instituciones que permita aspirar al desarrollo sigue siendo una deuda del sistema político argentino

Una buena para nuestra proverbial falta de divisas: Argentina se ha puesto de moda para el turismo funcionaril. Este año, el país será sede de numerosos encuentros, foros, meetings, seminarios y mesas de diálogos internacionales y esperemos que las comitivas que vienen de todo el mundo se deleiten con nuestros bifes de chorizo y se lleven muchos alfajores de souvenir, dejando algo del verde papel que tanto necesitamos. El año pasado se fugaron grosso modo 22.000 millones de dólares qué sumados al turismo argentino en el exterior, 12.000 millones, hacen casi a todo lo que entró anualmente por deuda externa. O sea, la que vino, se fue, sin mayores efectos productivos. Las devaluaciones han abaratado un poco este bendito país que se precia de combinar una infraestructura del Tercer Mundo con el costo del cubierto premiuma la altura del Primer Mundo. Sin embargo, que Argentina sea sede de tanto evento internacional no se debe a una política de abaratamiento de costos de los organismos internacionales sino a que nuestro Gobierno se encuentra en la fase“ yo quiero tener un millón de amigos” (extranjeros, obvio).

Estamos en déficit rampante y necesitamos que nos presten. Hora de ser el mejor alumno de la clase, de ir a Davos, hablar inglés y tener muchos blue eyes en el Gabinete, y si están graduados en Harvard, mejor (no voy a caer en el chiste fácil de que tener una off shore es también conditio sine qua non para estar en el gabinete). Si estuviéramos en fase “asaltar las commodities”, entonces más que un golden boy, vendría mejor alguien onda Curto o algún otro torvo intendente del Conurbano. Pero ya que hoy la capacidad hotelera mendocina está a full gracias al Annual Meeting of the Board of Governors del IDB (el BID, o sea, en el acrónimo castellanizado del Interamerican Development Bank) y revisando su temario, queda claro que a los organismos internacionales son como los viejos grupos de rock: pueden proponer canciones nuevas, pero los fanáticos siempre le van a pedir a Radiohead que cante Creep (crucemos los dedos para que no llueva al menos sobre Tecnopolis en ese día de abril).

Después de la caída de las Torres Gemelas, la crisis del 2008 hasta la fecha, Trump y Brexit, el discurso globalizador ha quedado un tanto desacreditado en el mundo ?aunque tiene la fortuna de que el discurso populista lo hace relucir y añorar?. Pero hay un tema que persiste que inalterado en la visión de los organismos internacionales, y es la centralidad de las instituciones para explicar el crecimiento, o al menos su estadío más exigente, el desarrollo.Y el BID ha hecho de las instituciones su piece de resistance. Sintetizando la postura, las instituciones, como reglas de juego estables, aseguran la previsibilidad que necesita el capitalismo global para atraer al capital y hacer de ese modo que a esos tristes trópicos llegue la riqueza de las naciones. La fórmula muy simple es C I D. O sea, el Consenso político y social lleva a Instituciones estables (con sus best practices) y estás a que fluya el capital necesario para que se den las inversiones y con eso el Desarrollo estable. Y, por supuesto, el caso argentino resulta ideal para demostrar la hipótesis, ya que sabemos que nuestros gobiernos se la han pasado alterando los property rights, mofándose de las instituciones cosa que ha tenido su correlación en una decadencia palpable, en donde nuestro producto bruto per cápita se ha mostrado casi invariable por décadas (aunque la distribución interna se ha concentrado en la cúspide de la pirámide social). Como señala un “economista sabio”, cuyo oxímoron encarna Carlos Leyba,“ para volver al número de pobres de 1974, en 20 años, tendríamos que reducir la pobreza 13 por ciento cada año” (El Economista, 3/3/18). Carlos nos aporta también un número escalofriante: desde 1975 la pobreza ha aumentado en la Argentina a razón del 7.1% anual!

Claro está que tenemos algunos problemitas lógicos y algunas dudas empíricas en cuanto a la solidez de esta hipótesis. Como ya Hume advirtió, correlación no significa causalidad: que la debilidad institucional y decadencia se den juntas no significa que la primera cause la segunda. También puede esgrimirse que la sucesión de crisis fomentan la arbitrariedad, como la teoría decisionista ha argumentado siempre.

Por otra parte, que no se respete el uso de cinturón no implica que no se respete ninguna institución política en Argentina. Al concepto de anomia boba de Carlos Nino se lo ha estirado de tal manera que ahora parece incluir que nuestra democracia sufre de anomia dura (siendo entonces un milagro que el país y la sociedad exhiban altos niveles de gobernabilidad y gobernancia).

Por ejemplo, las instituciones del federalismo fiscal en la Argentina son hoy el bajo continuo de la política (coparticipación + gasto nacional en las provincias + ATN a las manos del gobernador). Y cabe preguntarse entonces si no son les la existencia de instituciones fuertes, resistentes a toda reforma, las que fomentan un juego sub óptimo antes que su debilidad y su ausencia.

Sin ahorrarme malicia, la fórmula CID del BID, me hace recordar ese chiste en el que hay cinco o seis párrafos que se puede combinar de cualquier manera y sirve como discurso para un político que suena siempre coherente. Así el consenso es la base para que las instituciones generen desarrollo, pero también la estabilidad institucional genera consenso, base para el desarrollo, y el desarrollo, fomenta instituciones que producen consenso. La sociología de las instituciones nos dice, en cambio, que las instituciones son el producto de la victoria de una coalición de intereses específicos, que logra incluso que los perdedores prefieran jugar dentro de ellas antes que ir por fuera. Si algo ha faltado en Argentina es un sólido establishment en donde surgieran esas instituciones, y en cambio lo que ha surgido es una urdiembre institucional de compromiso, en donde se intercambia dinero y negocios por apoyo político.

A tal punto que hoy, ya ni siquiera se da la vieja Argentina del empate catastrófico entre sectores sociales, sino que el Estado se ha convertido en un actor pivot, que es ocupado por el sector político victorioso; con él que los actores económicos y sociales realizan diversos emprendimientos y negocios. De este modo, no hay hegemonía, pero tampoco hay conflicto social prominente. Todos juegan al mismo juego rentístico (salvo el sector exportador) hasta que este se agote, Y entonces, una crisis replanteara el juego, y volverá otro gobierno como pivot, con los actores sociales y económico girando a su alrededor hasta que de nuevo ya no quede nada por llevarse.

El premio Nobel James Buchanan ha dicho que una vez que nos damos cuenta de que las instituciones no pueden producir las políticas que necesitamos, pasamos de exteriorizar la preferencia por las políticas a la preferencia por nuevas instituciones. Hace ya tiempo que nuestros magos solo pueden sacar unos pocos conejos de la galera, y entonces, llamamos a otro mago, que tampoco puede sacar demasiados conejos. Me pregunto, ¿no será hora de cambiar de galera?, y así establecer un marco que alienta la productividad y no el accionar rentístico de todos contra todos, pero consentido por todos

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