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La Argentina invertebrada

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28 junio de 2021

Por Luis Tonelli

Advertencia inicial: el título solo remite por sinonimia estética al libro “España Invertebrada” de Ortega, escrito en 1921, y que consideraba que el proceso de disgregación peninsular provenía fundamentalmente de la pérdida de las colonias de ultramar, contagiándose la metrópolis de esta conflictividad disociadora.

En nuestro país este proceso ha sido completamente diferente al de España. Ha sido más bien, la manía centralista la que ha llevado a la esterilización del potencial del capital humano, para trocar apoyo político de las unidades provinciales por recursos (desalentando la inversión y produciendo un modelo de acumulación de capital sin su consecuente generación en toda la sociedad).

Lo invertebrado de Argentina se manifiesta en múltiples aspectos de su vida social, y uno no menor se da en los dos aglomerados políticos que configuran el Gobierno y la oposición, siendo un heterogéneo rejuntado de personalidades, electorado y territorios disimiles, aunque finalmente las costuras históricas del electorado mismo es el que les de la potencialidad de juntarse. Hoy ambos modos, el peronismo y el no peronismo tienen su razón de existir en el deseo de la no existencia del Otro. algo típico en la historia del ser humano. Líderes polarizantes, con una imagen muy negativa, pero cuyo mejor amigo es precisamente su enemigo que le da su razón de ser.

La antipatía, cuyo nombre hoy es el de la “indignación” (la nueva “ideología global”) se materializa en una turba que señala al otro como chivo expiatorio que los unifique. O sea, un enemigo que sea funcional a cada uno de los extremos de los electorados que, cuanto menos, no quieren que gane el líder del otro modo. O sea, que Mauricio Macri no tiene mejor amiga que Cristina Fernández (más allá de los atributos valorativos que le otorguemos a ellos). Cada uno existe porqué existe el otro.

Este mecanismo aglomerador en dos polarizaciones electorales que, como bien explicaba teóricamente Giovanni Sartori, siempre producen un centro, en el caso argentino produce dos: uno peronista y el otro no peronista, que en sus fracciones disgustadas con los extremos pudo unir una figura política tan ubicua y voluntariosa como Sergio Massa.

Esta cuestión es importante. Estamos inundados de palabrería proveniente de la mercadotecnia electoral que confunde las declaraciones normativas anti políticas del electorado con sus comportamientos reales. La gente brama contra los políticos, dicen que son todos iguales y que son los culpables de todo (de vuelta el sacrificio “mimético” del que hablaba Rene Girard en la figura del chivo expiatorio, que señalando al otro como el réprobo, puede darle un fresh start a los demás, expurgándolos de sus propias culpas).

Sin embargo, si hay algo que no se mueve es el voto y más bien los que se mueven son los políticos, que yendo por dentro, unifican los dos modos, y yendo por afuera, generan ofertas alternativas que son el pasaporte a la derrota del todo. Así parten a su modo, exponiéndolo a que la otra fuerza, si esta unificada, se meta por el medio y gané. Las elecciones no las deciden en general los electores que se pasan al otro modo. Sino, los que se quedan en el modo, pero prefieren a una pyme que a la corporación general oficial.

Ni el “que se vayan todos” pudo cambiar la orografía electoral argentina, donde si hay una Corea del Norte y una Corea del Sur, pero no hay una Corea del Centro que se junta naturalmente. Más bien tenemos un Corea del Norte, que tiene un Sur y una Corea del Sur que tiene su Norte.

Otro fenómeno maldito que tiene la grieta es que la estrategia ganadora en ella, que es la de mantener el centro propio, es anatematizada por los indignados propios como de “tibios”, que se sabe por el Evangelio, son vomitados por Dios (¡qué frase!) Sin embargo, el centrismo es lo que ha hecho ganar la Presidencia. Y así, los últimos presidentes ganaron ya sea repartiendo globos o disfrazándose del profesor Chapatín, unificándose una de las Coreas. En el caso de Alberto Presidente, se unificó el modo peronista por un lado, y por el otro, las consabidas pymes electorales le caranchearon el voto a Mauricio (para estar en regla con la etiqueta que impone la nueva política de llamar a estos señores por el nombre de pila).

Hay un punto importante, el voto es explicado socioeconómicamente y por el voto anterior en su pertenencia a alguno de los modos. Pero la fragmentación de los modos políticos, peronismo y no peronismo, depende de variables coyunturales.

Los conflictos estructurales de la Argentina no son cosa novedosa, pero pueden ser procesados de diferente forma. En el país de hoy, los extremos son alimentados por las redes sociales, esa virtualidad sin super-yo, donde cada uno puede putear al otro, sin temor a más costos que las puteadas del otro bando (y así se ganan las medallas los tuiteros extremos).

Un dato interesante es que el kirchnerismo, cuando ganó, disimuló sus relatos salvajes, generando siempre un Caballo de Troya trasparente (porque era evidente, que quería esconder a sus actitudes más polarizantes). Pero también es cierto que muchos ciudadanos lo consideraron de madera sólida y creyeron en algo tan oximorónico como “el liderazgo político” de Alberto Fernández, quien supo tener un partido cuyos afiliados más conocidos eran él mismo y Guillermo Nielsen, que sería eyectado del YPF por el cristinismo sin pena ni gloria.

Y como era de esperar, les muchaches camporistas dejan el fusil en la mano (y dicen ellos, mantienen a Evita en su corazón) pero hoy se toman todos la pastilla de Rivotril que suponen les permitirá decir convencidamente mansos que ahora sí “volverán mejores”. También en clara emergencia por ese sector de la clase media baja que votaba a Massa en la provincia de Buenos Aires y hoy muchos habitan un limbo en el modo peronista sin candidato ni heráldica, a quienes agasajan con minucias mientras sufren la peor crisis de su historia.

No es de extrañar: la pandemia rompió primero a las interacciones sociales que dependían del contacto cara a cara, y con eso no podía sino afectar de modos múltiples a una actividad que es, primeramente, social. La economía, sufriendo caída de la demanda, la caída de la oferta, y la caída de eso que se da “en y a espalda de ambos procesos”: la comercialización. Y la economía no cayó más porque no afectó la productividad del campo.

El aumento de la soja, y ese cepo formidable que fue la cuarentena, poniendo a la sociedad en una situación de coma inducido (situación en la que uno demanda pocos dólares) le permitió evitar las típicas crisis agudas que producía el stop and go, pero produciendo un eterno stop.

Mientras tanto, y para cerrar este boletín, la señora vicepresidenta juega todas sus fichas para convertir a la provincia de Buenos Aires, ya no en la “madre de todas las batallas”, sino en la Madre de toda la Guerra.

Mientras tanto ese fenómeno productor de candidatos que ha sido el PRO, pero con una institucionalidad menor que a la de un quiosco familiar disfrazado de ONG, se entretienen en pensarse como presidentes de “ todos y todas”, y salvo los que no tienen nada que perder, sacarle “la colita a la aguja” de un territorio naturalmente peronista y auto postulándose para candidatos en le benemérita Ciudad de los Buenos Aires, donde Juntos por el Cambio gana con el perro Pluto como está ahora, y no en sus años Disney de esplendor.

Es de esperar que la sangre no llegue al ruido, y todas sean bravuconadas, permitidas por lo invertebrado que es el PRO. De producirse el suicidio, habría que cambiar ya el nombre de la coalición

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