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La dinámica de las estructuras criminales

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17 marzo de 2020

Por Carolina Sampó (*)

Argentina se caracteriza por no contar con grandes organizaciones criminales dentro de su territorio, así como por mantener bajos niveles de violencia, si se consideran la cantidad de homicidios que tienen lugar en América Latina. En cambio, se presentan en nuestro territorio estructuras criminales pequeñas que abarcan regiones geográficas reducidas, conformadas en torno a lazos familiares, centrados en la confianza, vinculados en forma muy horizontal (clanes). Se trata de organizaciones que utilizan la violencia indirecta ?la coerción? y respetan a las comunidades de las que forman parte.

Estas organizaciones se dedican básicamente a tres grandes negocios ilícitos. En primer lugar, el narcotráfico, sea microtráfico o tráfico transnacional. En nuestro país, las drogas que mueven más dinero son la cocaína, proveniente de Bolivia y de Perú ?que ingresan a nuestro país principalmente a través de las provincias de Salta, Jujuy y Formosa-, y la marihuana, proveniente de Paraguay, que llegan a nuestro territorio a través de las fronteras de Misiones, Corrientes, Formosa y Chaco. En segundo lugar, es necesario destacar el rol del contrabando: electrónicos, cigarrillos, celulares, ropa y zapatillas falsificadas, entre otros productos, hacen que el Estado pierda millones de pesos anuales gracias a la evasión fiscal generada por el contrabando. Finalmente, el lavado de dinero, que sirve para blanquear gran parte de las ganancias generadas a partir de las actividades ilícitas, desarrolladas en el país o en el exterior.

Desde ya, se desarrollan otras actividades ilegales de importancia vinculadas al crimen organizado, como la trata y el tráfico de personas, los cibercrímenes, el tráfico de recursos naturales y de bienes culturales, entre otros, pero los antes mencionados parecen ser los más importantes en términos de movimiento de dinero.

En Argentina, existen tres tipos de clanes dedicados a las economías criminales detalladas más arriba. En primer lugar, hay clanes locales, que dependen del abastecimiento externo, tanto de marihuana como de cocaína, y concentran su trabajo en el narcomenudeo con control territorial. El ejemplo más conocido es el de los Monos, en Rosario, un clan familiar con fuerte anclaje territorial, que apeló al uso de la violencia para mantener y expandir su control territorial. En segundo lugar, hay clanes regionales, que también dependen de otras organizaciones a la hora de abastecerse, pero que tienen cierto nivel de autonomía dentro del territorio argentino, en especial en lo que hace a la distribución de la droga entre provincias. Un ejemplo ha sido el caso del clan Meza, que traficaba marihuana desde Misiones, hasta Mendoza y luego exportaba a Chile. Finalmente, en tercer lugar, los clanes transnacionales, que se abastecen directamente en los países productores de drogas - cocaína y marihuana - y trafican a la Argentina, pero también pueden hacerlo más allá de las fronteras de nuestro país. Existen pocos casos documentados de clanes de esta magnitud, uno fue el del clan Loza, que utilizaba a Argentina para lavar dinero y traficaba cocaína desde Bolivia, a España y otros países europeos, según se pudo comprobar durante los operativos en los que cayó gran parte de la organización.

Estos clanes parecen reflejar el modelo de fragmentación criminal que surgió luego de la desaparición de los grandes carteles colombianos a fines del siglo pasado, impulsados por la “democratización” de la cocaína. Sin embargo, en una región que parece estar cambiando el patrón y donde el Primeiro Comando da Capital (PCC) se posiciona como la principal estructura criminal de la región - habiéndose internacionalizado hacia Paraguay, Bolivia y Perú - es necesario no perder de vista la dinámica de las organizaciones criminales a fin de evitar su instauración en nuestro territorio.

Si bien es cierto que parecen no existir las condiciones estructurales necesarias para el desarrollo del PCC en Argentina, vale recordar que la organización nació y creció a la sombra del Estado de San Pablo, que no supo mensurar su alcance a tiempo. En consecuencia, es indispensable estar atentos para evitar la aparición de una estructura similar en nuestro territorio.

(*) Investigadora de Conicet ? Instituto de Relaciones Internacionales (IRI), Universidad Nacional de La Plata. Coordinadora del Centro de Estudios sobre Crimen Organizado Transnacional (CeCOT), IRI, UNLP. Profesora de la Universidad de Buenos Aires.

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