(Columna de Cecilia Escudero)
Los atroces atentados perpetrados en Francia marcaron un punto de inflexión en la ofensiva global del Estado Islámico.
El Estado Islámico (ISIS o Daesh) hizo mucho más que asesinar a 129 personas, y herir a otras 350 que bebían, cenaban o asistían a un concierto en la antesala de la noche de terror parisiense del viernes 13 de noviembre. Los atroces atentados perpetrados en Francia marcaron un punto de inflexión en la ofensiva global del Estado Islámico. Esta vez, en suelo europeo. También, dispararon contra el corazón del laicismo en Occidente, así como contra el ocio y la juventud. Dieron un mensaje a sus enemigos, pero además a sus seguidores y grupos afines. Fogonearon la estigmatización de la población musulmana, que en su inmensa mayoría repudia la violencia. Sumaron simpatías entre ciertos sectores que comulgan con su sistema de creencias y las expresiones terroristas del integrismo islámico. Asimismo, cuestionaron la efectividad de la coalición de países liderada por Estados Unidos que bombardea posiciones del EI en Irak y Siria desde hace un año. Y la lista sigue. EL MEDIO ES EL MENSAJE En diálogo con el estadista, el especialista en relaciones internacionales y docente de la Universidad de San Andrés Khatchik Derghougassian asegura que los atentados en París no responden, únicamente, al involucramiento de Francia en la coalición que golpea bastiones de este grupo radical sunnita en Oriente Medio. Para el experto, la masacre en París “forma parte de una ofensiva más generalizada que busca proyección de poder en función del califato”, el Estado regido por la ley islámica que el EI estableció, en 2014, en partes de territorio de Irak y Siria. Según Derghougassian, el ataque intenta expandir el mensaje del EI tanto a las poblaciones musulmanas en Francia y el resto de Europa, como a los demás grupos de la yihad internacional. “Se les plantea si están con el califato o con los 'apóstatas', es decir, todos aquellos que no comparten su interpretación del islam. En este marco, las conquistas territoriales y la capacidad de expansión del Estado Islámico o Daesh generan un gran impacto y prestigio para la organización. De ahí su capacidad de reclutar combatientes. Daesh no admite otra organización que no jure lealtad al califa. Combate por el liderazgo de los grupos islamistas y la Umma en general”, explica. GUERRA RELIGIOSA En la trastienda del accionar del EI, que se constituyó como un desprendimiento de Al Qaeda, se juega el histórico conflicto entre chiitas y sunnitas que atraviesa el mundo musulmán, y que puede ser representado por la constante puja entre Irán (chiita) y Arabia Saudita (sunnita). “Hay una guerra religiosa en el Islam, que no divide a todos los musulmanes, pero que es una realidad. El Estado Islámico logró expandirse gracias a que es funcional a los intereses de actores regionales que buscan detener la influencia de Irán”, afirma Derghougassian, en alusión a las monarquías del Golfo, entre otras naciones como Turquía, que están implicadas en el nacimiento y financiación del grupo terrorista. Para este analista, el EI “es un grupo pequeño pero que tiene éxito. Si bien la mayoría de los musulmanes lo rechazan, a ellos les importa quienes los aplauden y no son pocos, incluso en Francia. No se trata sólo de un producto de la marginalidad. Hay creencia”. SER FRANCES Al menos cuatro de los terroristas de los ataques en cadena que conmovieron París nacieron en Francia. Allí reside la comunidad musulmana más grande de Europa, unos seis millones de personas, que constituyen el 10% de la población gala. A su vez, algunas estimaciones indican que se trata de uno de los países europeos que más combatientes extranjeros proporciona al EI. Desde Alemania y en diálogo con el estadista, el profesor e investigador del Departamento de Historia de la Universidad Torcuato Di Tella en Berlín, Andrés Reggiani, hace mención a la existencia en Francia de una “gran comunidad de descendencia árabe poco o mal integrada, sobre todo en las barriadas de la periferia de París”. Y agrega: “Por supuesto, no todos se encuentran en esta situación pero sí hay una generación joven que se siente extranjera a pesar de haber nacido en Francia”. Así y todo, el analista aclara que sólo una minoría ínfima de estos sectores se termina radicalizando sobre una base religiosa, y ofreciéndose como voluntario en las filas del EI. “El problema es que si bien son pocos la capacidad que tienen de producir daños es enorme”, añade. Por otro lado, el investigador hace hincapié en las causas profundas de estos procesos que devienen en megaatentados en puntos estratégicos del globo. Así, Reggiani se refiere a la larga historia que marca un círculo vicioso entre el pasado colonial, las intervenciones militares de las potencias occidentales en Oriente Medio y el establecimiento de grupos fundamentalistas islámicos. “Desde ya, no implica justificar los lamentables hechos violentos y no estoy diciendo que el EI accione en función de una conciencia histórica. Pero no se produjeron atentados en Polonia o Portugal, sino en Estados Unidos, Gran Bretaña, España o Francia, todos países que formaron parte de las coaliciones de guerra en Afganistán, y luego en Irak, que tuvieron y tienen una presencia militar directa o indirecta en Oriente Medio. Y Francia, precisamente, ha sido un actor importante en la región por lo menos desde la Primera Guerra Mundial”, explica el académico. Ante la pregunta sobre por qué la campaña de bombardeos contra el EI no ha mostrado resultados, Reggiani señala que esta organización se fortaleció al calor de la guerra civil siria, y su éxito se vincula con la propia dinámica del conflicto en ese país árabe en ruinas. El presidente de Francia, François Hollande, entendió que la única repuesta adecuada para este complejo panorama es la militar. Ya reclamó una coalición “grande y única” contra el EI pero el presidente estadounidense Barack Obama se resiste a una alianza con su par ruso, Vladimir Putin, que a la vez supondría pelear junto al mandatario sirio Bashar al-Assad. El escenario es incierto. Pero, mientras se alinean las posiciones y se reacomodan los intereses, la única constante de un lado y del otro es la muerte de civiles inocentes.