(Artículo de Lucio Guberman publicado en la edición nº37)
En las elecciones de Santa Fe se presentó como novedoso un discurso que no lo es tanto.
Si se clasifican a las ofertas electorales según se enfoquen en los insumos o en los productos de la política, la diferencia entre Miguel Del Sel 2011 y el socialismo rosarino de 1989 es una diferencia apenas de grados y no de naturaleza.
El diagnóstico de quienes decidieron enfrentar a las dos opciones políticas preponderantes sostenía que existe una “crisis de credibilidad” y que “esta crisis afecta a los partidos tradicionales, [...], a los que señala como los 'viejos partidos', criticándoles una serie de características 'viciosas' que procura combatir: clientelismo, internismo, corrupción, etcétera. Otro lugar común de esta constelación discursiva es asumido con fuerza: un Estado más austero y eficiente”.
La candidatura puso el énfasis “en la moralidad y la transparencia” y “al calor de la campaña electoral, la lucha contra la corrupción y las prebendas se constituiría en el tema central”. Las explicaciones sobre el crecimiento partidario se efectúan en clave
prepolítica: “A partir de un grupo de muchachos buenos de la universidad, que trabajan en las bibliotecas, en el club; más por la conducta que por una cuestión ideológica se empezaron a sumar en los barrios [...] se caracterizaban por la coherencia en su conducta y discurso; no eran identificados con el interés político ni el acomodo”. Se buscaba claramente una identificación con una “línea de conducta” privada, de sus militantes como hombres y no, en tanto, ciudadanos o referentes políticos.
La identidad intentaba trazarse a partir de gente “desinteresada”, “buenos muchachos”, en contraste con el típico dirigente político. “El énfasis aparecía sobre los 'insumos' que tendría dicha gestión: la honestidad, la transparencia, austeridad, etcétera”.
Los párrafos precedentes no fueron escritos a partir de la campaña electoral ni el resultado obtenido por Miguel Del Sel, el Midachi revotado; esa era mi descripción del ascenso electoral sorpresivo del Partido Socialista Popular (PSP) rosarino a fines de los ochenta y comienzos de los noventa (“Victoria, éxito y fractura”, Editorial de la Universidad Nacional de Rosario, 2004).
“Meterse los buenos, a los vivos apartarlos, lo primero es terminar con la corrupción”, ahora sí es Del Sel. No se puede negar el parecido de familia de aquella irrupción con esta, a pesar de las pretendidas diferencias actuales entre los serios socialistas gobernantes y el verborrágico cómico santafesino. Parecería que cada tanto aparece la oportunidad de meter una cuña relámpago entre los dos partidos
mayoritarios sin hablar de qué se va a hacer en la gestión una vez superados electoralmente los dueños del bipartidismo.
EL VOTO INSUMO
La sencillez de la “oferta Del Sel” rebela a quienes buscan explicaciones del voto, aunque podemos convenir que al voto light en la Argentina no lo inventó el Pro, aunque abundaron en la TV entrevistas improvisadas en plena calle a votantes de Mauricio Macri a quienes les costaba verbalizar una justificación de su decisión.
Se podrían replicar esas preguntas a votantes del Midachi y es harto probable que las dificultades para contar los porqués se reiteren. Recuerdo ese efímero protagonista de la Casa de Gran Hermano que decía “no pienso, siento”. El Midachi tiene su propia frase para esto: “No hay que analizar nada”, dice.
Sin embargo, partidos pretendidamente programáticos, como acabamos de narrar del PSP, han hecho proselitismo sin abundar en detalles sobre la propuesta de gobierno, pidiendo el voto por los insumos con los que prometían gobernar y no por los productos esperables de sus políticas.
La retórica de la participación y la honestidad no son nuevas ni exclusivas de los Midachis, aunque Del Sel las meneó con ganas: “Hay que participar, hay que meterse en política”. Son apelaciones electorales que nada dicen de la orientación de las políticas de su eventual gobierno y, por ello, son omniabarcativas. Nadie queda excluído a priori del convite; aunque, claro está, no se perfilan explícitamente los sectores que serían priorizados.
Si se acepta esta distinción entre ofertas electorales enfocadas en los insumos, por un lado, y ofertas políticas centradas en los productos, por el otro, la diferencia entre Del Sel 2011 y el socialismo de 1989 es una diferencia de grados y no de naturaleza.
Puede, en principio, parecer extraño, sin embargo, ¿no se está dando algo parecido a nivel nacional, escenario en el cual hay muchos discutiendo los insumos y uno solo discutiendo sobre los productos de la política?