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La falacia de la antinomia

A diferencia de otras campañas, en la actual, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio se niegan mutuamente. Se remiten, pero no se identifican. Algo así como una antinomia sin referentes.

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Mara Pegoraro 28 octubre de 2021

Según Irving Copi (1984) una falacia es un razonamiento incorrecto pero psicológicamente persuasivo. En la misma lógica, una antinomia supone una contradicción, real u aparente, entre dos leyes, principios o, permítanme el estiramiento conceptual, razonamientos. La política argentina de un tiempo a esta parte se ha venido construyendo sobre aparentes contradicciones. El problema es que además incluye una falacia. 

La primera antinomia fue la del “modelo”. Una expresión político-partidaria, que fue la opción electoral mayoritaria durante casi de diez años en la política argentina y se construyó, al menos discursivamente, sobre una lógica totalizante y casi absoluta donde ellos eran los únicos que expresaban, representaban y tenían un modelo de país. Una especie de Generación del ´37 revisitada. 

Sobre esa antinomia se edificó la falacia de que la política argentina había adoptado la lógica schmittiana amigo-enemigo. Sin dudas, una figura extremadamente persuasiva para aquelles que frente a la idea de modelo pretendían expresar la “República”. El problema es que la antinomia modelo - república contiene en sí una falacia. Ni la política argentina presentaba la lógica amigo-enemigo. Ni la República es la figura retórica para oponer a “el modelo”. 

Si el modelo es hegemónico y por lo tanto niega la pluralidad, la república no la garantiza. Es cierto, república tiene mejor marketing que democracia. Segunda falacia bis. 

La segunda antinomia, en lo absoluto novedosa para la política argentina pero resignificada por el Kirchernismo y Cambiemos, fue la de pueblo-antipueblo. Esa antinomia contenía la falacia de la correspondencia electoral: el pueblo, los más desaventajados, votaban al peronismo. El antipueblo, al antiperonismo. Panebianco (1982) llamo a nuestra falacia prejuicio sociológico. Prefiero falacia porque los resultados electorales evidencian lo erróneo del razonamiento: más pueblo no significa necesariamente más votos al peronismo.

La tercera antinomia se expone en esta campaña electoral de cara a las elecciones legislativas del 14 de noviembre.  La novedad es que esta vez cada frente electoral construye la antinomia en soledad. Las campañas nos dialogan entre sí. Ni afiches ni los spots se responden unos a otros. Esta campaña electoral se parece mucho a los partidos de fútbol solo con público local. Bastante aburrida pero no por ello menos violenta. 

El Frente de Todos, después del resultado tremendamente adverso de las PASO (me resisto a hablar de ganadores y perdedores en la dinámica interpartidaria) elaboró un discurso del optimismo. Algo que hasta el momento le pertenecía a Cambiemos o más precisamente al PRO. Casi como si la elección implicara el regreso a la vida post (pre) pandemia. El Frente de Todos fue y sigue siendo para muches el frente de la prohibición, de lo que NO dejaron hacer, de lo que NO hicieron y de lo que NO supieron. La campaña es SÍ, re! La falacia del Frente de Todos es creer que la elección es SÍ vs NO. 

Por su parte Juntos elabora una retórica adversativa antes que opositora, dando lugar a la antinomia. Elabora un mensaje de vs: trabajar para progresar vs planes para subsistir. Y propone imponer respeto y que la educación sea sagrada. Es claro el sujeto tácito opositor. El problema está en que esas consignas son en sí mismas antinómicas. El mensaje se completa con #yodecido. Construye así la falacia de que la única decisión válida, libre y soberana es la que se hace en favor de Juntos como alternativa electoral. 

El Frente de Todos y Juntos se niegan mutuamente en esta campaña. No se reconocen, se remiten pero no se identifican. Ambas son las únicas opciones electorales. Algo así como una antinomia sin referentes. Pero...si hay una única opción electoral entonces no hay democracia. Cuarta falacia. Argentina, por suerte, todavía tiene una democracia vigorosa, sobre todo electoralmente. 

La falacia potencia la antinomia. La vuelve más atractiva, la convierte en un argumento válido para la opción electoral. El problema es que una campaña electoral construida discursivamente en esta aparente lógica sólo incrementa las expectativas incumplidas de la democracia. Porque pasada la campaña los actores políticos que ingresen al Congreso estarán obligados a acordar, a consensuar para decidir. La lógica indica entonces que la decisión electoral por antinomia no se verá representada. 

Y llegades a este punto hemos usado tanto la palabra lógica que casi ha perdido sentido. Casi tanto como la antinomia. 

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