Pese a la derrota, el peronismo fue el más votado por los sectores populares y está unido frente a la agenda social que viene
Además de contar con el enorme quincho de las paredes ladrilleras en el piso de arriba, allí donde se han celebrado algunos de los más importantes asados, acuerdos, conspiraciones y desagravios de la Argentina reciente, la sede del Partido Justicialista de la calle Matheu es un territorio de cordial convivencia. Sin ir más lejos, ahí tiene una oficina el Instituto Gestar, que preside José Luis Gioja y cuyo director ejecutivo es Diego Bossio. Gioja, recordemos, acaba de ser elegido como presidente del partido, secundado por Daniel Scioli. En los metros cuadrados asignados a Gestar acuerdan, conspiran y desagravian los jóvenes bossistas, los que vendrían a ser considerados como máximos traidores por algunos camporistas que responden a Máximo Kirchner. Mientras tanto, no muy lejos de ahí, celebran en otra sala una reunión las mesas de trabajo del FpV, donde kirchneristas no peronistas como Carlos Raimundi bromean sobre el curioso destino que los trajo a ese edificio. En los pasillos y escaleras se cruzan todos, se abrazan, se acuerdan, conspiran y desagravian. Y se saludan con un hasta pronto, “¡nos vemos en el Congreso!”. Donde probablemente votarán separados.
En otro de los teatros de operaciones de la política contemporánea, el de los debates a gritos de los canales de televisión, no solemos ver a los panperonistas enfrentándose. Nadie quiere prestarse a un espectáculo como ese. Tampoco vimos eso el pasado 29 de abril, en la impactante manifestación del sindicalismo. La imagen periodística convencional nos sigue hablando de un peronismo fragmentado, dividido, descoordinado. Pero faltan escenas de esa aparente ruptura. Aparte, claro, de un par de votaciones en el Congreso.
El peronismo no está en declive, ni en vías de desaparición: sufre diferentes cambios, y se va adaptando a los tiempos. En sus diferentes manifestaciones -algunas más conservadoras, otras más progresistas- representa dos grandes cuestiones en la Argentina política. Es el partido de los sectores populares. Y es el partido del interior del país. Aún perdiendo las elecciones, como ocurrió el año pasado, fue el partido más votado en los sectores populares, y el que ganó más provincias e intendencias.
En la política argentina tiene que haber partidos, y tiene que haber representación de las demandas de los pobres y las provincias. Construir un partido que pueda reemplazar al peronismo en ese doble rol es, como sabemos, algo enormemente difícil. Mientras nadie lo reemplace, el peronismo no desaparecerá. En todo caso, como hoy nos muestra la distribución de las salas y oficinas en el edificio de la calle Matheu, todas esas corrientes internas del amplio movimiento pueden ocuparse de sus propios asuntos por un tiempo, hasta que las elecciones o el Gobierno los convoque. ¿Acaso es necesario, o realista, que se comporten como un bloque homogéneo en este momento? Ni al país, ni al partido, le conviene tamaña simplificación de intereses.
Scioli perdió las elecciones del año pasado por la sencilla razón de que Macri logró juntar más votos. Al Scioli no le fue tan mal: 37% en primera vuelta y casi 49% en la segunda. Pero Cambiemos logró reunir al resto, en parte gracias a la división del voto peronista entre varios candidatos. El cansancio de un gobierno de doce años, la mala elección en la provincia de Buenos Aires y una campaña eficaz sin dudas ayudaron al vencedor. Aunque si hiciéramos el ejercicio de sumar el voto de los cuatro afiliados al PJ que compitieron en primera vuelta -Scioli, Massa, De la Sota y Rodríguez Saá-, podemos darnos una idea de que el peronismo aún tiene mucha cuerda por delante.
Ese mismo peronismo ampliado, que sigue dominando en el Congreso y las provincias, tiene varias razones para volver a confluir. Lo social vuelve al primer plano. A pesar de que el Gobierno Nacional anunció aumentos en las asignaciones familiares, la rebaja del IVA en productos de la canasta básica para sectores de menores ingresos, y otras iniciativas compensatorias similares, la iniciativa política de la cuestión social estará monopolizada por la oposición peronista. El acto de las centrales sindicales por el Día del Trabajo y la discusión por la ley antidespidos lo pusieron de manifiesto. Ese peronismo aparentemente dividido en el Congreso, hoy exhibe diferencias mínimas frente a la agenda social que viene. Y la teoría del peronismo fragmentado será cada vez más difícil de sostener. y