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La incógnita sucesoria

05 enero de 2013

(Columna de Ezequiel Avila)

La sucesión puede provenir de un espacio kirchnerista, de uno cercano o de un peronismo antikirchnerista. Las estrategias.

Los grandes hitos históricos que han revolucionado la política, la sociedad, la cultura y la economía del mundo se han tenido que resignar a ser heredados por personajes que se die ron a la tarea de ordenar tales revoluciones pero que, para hacerlo, tuvieron que organizar, priorizar, descartar temas e ideas; siempre supuestamente en pos del espíritu de la revolución. Los sujetos ordenadores aparecen así, en el mejor de los casos, como los continuadores del cambio pero también son vistos, por otros, como los traidores más acérrimos.

Entre los ejemplos más famosos se encuentra el de Napoleón y el imperio a través del cual se autoerigió como el ejecutor de los ideales de la Revolución Francesa. Otro caso clásico es el de Lenin y su materialización de la revolución bolchevique. Deng Xiaoping aplicó su “comunismo de mercado” en la China posterior a Mao. Más cerca, Juan Domingo Perón se las hizo difícil a sus sucesores exaltando un heredero tan omnipresente como inasible: el pueblo.

Salvando las distancias, no puede negarse que el kirchnerismo ha impreso una impronta sobre el modo de comprender y ejecutar la política, la economía y las relaciones exteriores. El énfasis en el Estado, el gasto público creciente en ayuda social, el giro hacia una latinoamericanización de la política exterior, su política de DD.HH. y la mirada particular sobre la prensa son algunos de sus rasgos relevantes. Por ello también el kirchnerismo es ya un formato político que dejará una herencia que algunos tomarán como referencia, ya sea para oponerse tenazmente a la misma signándola como el peor de los legados, para abrazarla como el mejor de los mundos o para conservarla pero haciéndole algunos cambios.

Será objeto de otras columnas definir si ha pasado una revolución, una reforma o una condensación de más de lo mismo desde 2003 a esta parte. Lo que se empieza a poner en discusión es quién será el heredero del capital político (mucho o poco) que deje el kirchnerismo. En ese sentido, la sucesión puede provenir de un espacio kirchnerista, de uno cercano al kirchnerismo o de un peronismo antikirchnerista.

El primero tiene como principal fortaleza la posibilidad de contar con un Gobierno en funciones que apoye una candidatura, bajo la cual deberán alistarse aquellos que tengan deudas con el Ejecutivo Nacional. Mucho se habla de las dificultades para generar una figura presidenciable en un segmento de poder que ha concentrado la construcción de liderazgo bajo la figura de Néstor y Cristina Kirchner. No obstante, la posibilidad de confeccionar una Dilma Rousseff kirchnerista, que permita a Cristina Kirchner mantener el liderazgo informal del espacio, tiene algo de probabilidad.

Aunque el peronismo no es el PT brasileño y lo más acorde a su experiencia sería que ese nuevo líder, una vez en el poder, arme su propia base desestimando a quien lo designó. De ser así, en 2017 tendríamos una “remake” de la batalla entre Chiche Duhalde y Cristina Kirchner del 2005 en la que se puso en juego la estructura justicialista de la provincia de Buenos Aires y la jefatura del peronismo nacional. Ese recuerdo parece estar en la memoria del elenco gobernante y será tenido en cuenta a la hora de optar por el delfín que competirá por ser el candidato del peronismo en el 2015. Está claro que ser el elegido de la Presidenta es una cualidad necesaria pero no suficiente para llegar con chances serias de alzarse con el premio mayor.

La debilidad de este candidato/a es que cargará con los costes de gestión de esta década. Será complejo competir a partir de una identificación adherida al kirchnerismo y eludir las críticas más fuertes contra el modelo.

Pero la sucesión puede provenir desde otro andarivel. Un kirchnerismo aggionardo o, para decirlo en idioma sciolista, “continuidad con cambios”. También Hermes Binner parecería por momentos querer practicar este juego. El principal problema que tiene esta estrategia es que se debe jugar en un delicado equilibrio entre Gobierno y oposición, siendo el más oficialista de los opositores y el más opositor de los oficialistas. Podría funcionar en el marco de un clima de opinión pública que sea conservador y que, al mismo tiempo, desee cambiar algo.

Pero podría fallar si el deseo es de un cambio más profundo, bajo el cual cualquier cercanía con el kirchnerismo a la mayoría de la población pueda parecerle una herejía.

Esta última hipótesis es la que maneja el tercer grupo, el antikirchnerismo in totum. El gobernador cordobés, José Manuel De La Sota y el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, son los que se alistan con más frecuencia bajo este esquema. Se oponen al Gobierno tanto en sus estilos como en las cuestiones de contenido y fondo de sus políticas. Estos dirigentes parecen avistar un 2015 de hartazgo para con el kirchnerismo y conjeturan con una demanda de aclamación por algo distinto al Gobierno pero también diferente a la, según ellos, tibieza de Scioli o Binner.

Haciendo un balance, todo parece indicar que el próximo jefe de la Casa Rosada habrá de provenir de alguno de estos espacios mentados. Pero habría que ser cautos. Existe un cuarto espacio o, mejor dicho, un cuarto actor. Es tan ambiguo y sagaz como el peronismo. Es la niña bonita que coquetea con todos pero no se casa con ninguno. Asentado en una gestión decorosa, aunque no brillante, y en una imagen positiva que muchos envidian, el intendente de Tigre, Sergio Massa, sobrevuela alternativas y he ahí su mayor fortaleza. ¿Seguir como intendente? ¿Ser gobernador bonaerense? ¿Gobernador por el kirchnerismo, por el sciolismo o por el macrismo? ¿O ambicionar más, teniendo en cuenta que incluso algunas encuestas lo ubican como un presidenciable con algo de chance? Su ventaja es que puede jugar a un juego de posiciones variables en los distintos espacios. No es tan confiable para el kirchnerismo como para dejarle ser su candidato a Presidente, pero sí puede ser el delfín de la Presidenta para jugar en la provincia de Buenos Aires. No es compatible su postulación presidencial con la de Scioli, pero sí está en condiciones de pactar con este un apoyo a su candidatura a cambio de ser el gobernador del sciolismo. Pacto que también podría hacer con Macri.

Por último, sus fotografías con el intendente de San Isidro, Gustavo Posse (UCR), con el de Vicente López, Jorge Macri (PRO) y con el de Córdoba, Ramón Mestre (UCR), además de sus vínculos con el PJ, desconciertan a varios. ¿Puede ser Massa un candidato presidencial de transversalidad renovadora que trascienda las estructuras?

Es muy conocido aquel rumor acerca de que Néstor Kirchner pensaba en ser presidente en 2007. La historia lo puso antes. Tal vez Massa, avezado político y conocedor de los vaivenes argentinos, no dejará ninguna puerta cerrada. En lo que es manejo del tiempo y de la oportunidad, parecería que Roger Federer le ha dado lecciones.

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