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La movilización efectiva

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25 agosto de 2015

(Columna de Ricardo Amado Castillo. Ha asesorado recientemente candidatos, gobiernos y partidos políticos en Argentina, Brasil, Ecuador, México y República Dominicana. Ha participado de los equipos de estrategia y comunicación política de campañas presidenciales, municipales y legislativas, así como en diversos procesos de comunicación de gobierno. Reside en Washington)

La movilización efectiva sucede cuando la gente se apropia de las campañas. La movilización efectiva sucede cuando militantes, simpatizantes y voluntarios sienten que tienen un espacio relevante de participación. El desafío de las campañas contemporáneas es descentralizarse y ceder espacios sin perder verticalidad en la toma de decisiones ni disciplina sobre su mensaje central. Las campañas no deben contar únicamente la historia de los candidatos: deben transmitir la historia de quienes acompañan al candidato/a. La movilización efectiva sucede cuando los ciudadanos asumen la tarea de difundir el mensaje. Maestros hablando con maestros. Vecinos conversando con sus amigos y familiares. Nos movilizamos a favor de unas ideas y en contra de otras. Nos movilizamos con esperanza e ilusión pero también ante el miedo de cambios que deseamos evitar.

En las múltiples elecciones norteamericanas el componente de movilización (grassroots) tiene una relevancia extraordinaria en el diseño y ejecución de las campañas. Se dedican importantes cantidades de dinero a la movilización, y comúnmente se contratan especialistas para estos fines. Se solicitan voluntarios permanentemente y se definen tareas (Call to Action) que pueden ejecutar los ciudadanos que deseen participar de la campaña. Estas tareas parten de la premisa que no todos pueden ni quieren participar de la misma manera. Algunos estarán dispuestos a hacer timbreo. Otros a organizar eventos en nombre de la campaña. Otros a hacer llamadas telefónicas desde un call center del partido, y otros quizás desde sus propios dispositivos móviles. Algunos sencillamente acompañaran a la campaña desde las redes. Todos suman y todos deben ser reconocidos.

Las elecciones presidenciales de Estados Unidos tendrán lugar en noviembre de 2016 y ya las principales campañas organizan sus equipos de activistas y voluntarios en todo el país. Lo hacen todos por igual, tanto Jeb Bush, Scott Walker y Marco Rubio del lado republicano, como los simpatizantes de Hillary Clinton y Bernie Sanders del lado demócrata. En nombre de sus candidatos se organizan y defienden sus ideas y propuestas. Casa a casa. Ciudad a ciudad. Un votante a la vez.

¿Qué pasa en el proceso electoral de Argentina? Cada campaña promueve a su manera que sus simpatizantes se apropien del mensaje y de la tarea de cuidar los votos. Los 3 principales candidatos y todos en general promueven que sus simpatizantes usen activamente las redes sociales para difundir sus consignas, actividades y propuestas. Todos piden voluntarios. Digamos que todos hacen lo “estándar”.

Al final, parecen chocar dos olas: una naranja y otra amarilla. Daniel Scioli, por un lado, invita a continuar transformando Argentina y a ser partes de la ola naranja con la idea de que la victoria de las próximas elecciones es la victoria de cada argentino. Bajo esa premisa fomentan la participación de ciudadanos generando contenidos que alimenten las redes sociales. Después de las PASO, la campaña de Scioli pareciera saber dónde tiene que “recuperar” votos y buscar “indecisos” y ahora sí pareciera intensificar timbreos y contacto directo.

Mauricio Macri, por su parte, invita a los ciudadanos a multiplicar y fiscalizar el voto con el mensaje de Cambiemos. Macri, igualmente, aprovecha muy bien para visibilizar un perfil “cercano” exhibiendo sus visitas puerta a puerta. Lo mismo que algunos de los otros candidatos del PRO (María Eugenia Vidal, especialmente). El PRO pareciera en cualquier caso tener mayor disciplina en el reclutamiento, capacitación y acompañamiento a voluntarios con mensajes y tareas concretas. Call to Action.

En Argentina, igual que en muchos países, hay vastas oportunidades para la profesionalización de la movilización de bases. Tres ideas a considerar para futuros proyectos: 1) Organizar y consolidar un equipo de bases nacional requiere tiempo y recursos, 2) El corazón de un proyecto de movilización son los datos, y 3) La campaña verdaderamente tiene que asumir que los simpatizantes serán el mensaje. Dicho en otras palabras, las campañas tienen que pensarse no únicamente desde la historia de sus candidatos, sino también de quienes les acompañan.

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