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La renovación: un sueño eterno

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11 abril de 2016

(Columna de Ernesto Calvo)

A los que estén impacientes, mala suerte: pueden dedicarse a seguir la elección en EE.UU., que está que arde. Esto va para largo.

El ciclo se ha repetido con regularidad. Dos veces a nivel nacional, otras tantas en las provincias. Las derrotas a manos de los votantes abren la interna del peronismo, permitiendo la movilidad social de sus cuadros intermedios y retirando a la “vieja” guardia. El partido se fracciona y los sindicatos se unifican, como en la película “Transformers” pero versión nacional, para mostrar a un peronismo combativo en la calle y negociador en el Congreso. Es la dinámica de un partido que tiene una interna voraz, una interna que tan sólo queda domeñada cuando se resuelven las grandes luchas. Es decir, cuando se eligen presidentes y gobernadores. Es un proceso desgastante, con alta inversión política y para el que hay armarse de paciencia. La movilización social y los recursos de las instituciones que se controlan le dan aire a este activo conflicto interno que no puede más que pedalear en el aire hasta el 2019. Hay que ser claros: no hay nada que decidir por los próximos tres años y monedas. Todo lo que viene son migajas y todos los realineamientos son amagues. A los que estén impacientes, mala suerte: pueden dedicarse a seguir la elección en Estados Unidos que está que arde y se resuelve en tan sólo siete meses.

Los “expertos” siempre se apresuran a contar difuntos y explicar alianzas, como si en abril del 2016 pudieran anticipar los realineamientos del '19. Ven jugadas maestras en cada ruptura de bloque y anticipan el futuro del partido en los sutiles arreglos de Miguel Angel Pichetto o el coreográfico enojo de Máximo Kirchner. Pero tan sólo dos provincias eligen gobernador en el 2017, Santiago del Estero y Corrientes, sacudidos sus cronogramas electorales por viejos crímenes e intervenciones federales. Tan sólo ocho provincias eligen senadores en el 2017, entre las cuales sólo Buenos Aires puede ver artillería pesada entre los contendientes al trono. Es cierto que Daniel Scioli va a pelear su futuro político en la elección de senador nacional por Buenos Aires y que, muy posiblemente, Sergio Massa esté plantado enfrente, listo para sacarle el cargo de la boca. Pero el resto del peronismo solo tiene jugadas para el largo plazo. Por ahora no hay nada para ver: a moverse y dejen que el tráfico siga andando.

Sin duda la competencia para definir las candidaturas de diputados en el 2017 va a ser intensa, como lo fue la elección de 1987 o como la del 2003. Pero a tres años de cualquier elección significativa, ¿qué clase de señal es un paseo en calesita entre Scioli y Florencio Randazo? ¿Una foto en el arenero de Lucía Corpacci con Massa? ¿Un torneo de bochas entre Guillermo Moreno y Hugo Moyano? ¿Qué es lo que presagia sobre el futuro del partido el retiro del recinto de 16 senadores del FpV cuando se vota el proyecto para pagarle a los fondos buitres? No es para restarle mérito a la política de todos los días. A fin de cuentas, esa es la política que administra el país y que gobierna a nuestra gente. Pero lejos está esa discusión sobre política pública de la que va a definir los realineamientos del partido.

No sólo el tiempo juega en contra de los adivinadores. El peronismo tiene en este momento una cadena larga de líderes políticos que en el 2019 tendrán entre 45 y 66 muy presidenciables años. Cristina Fernandez soplará 66 velitas cuando largue la campaña presidencial, aproximadamente tres años menos que los que tienen hoy Hillary Clinton y cuatro menos que Donald Trump. Si tanto Hillary como Donald son candidatos que pueden ser ungidos como el presidente número 45 de Estados Unidos, no hay que descartar un regreso de Cristina, considerablemente más joven que él Carlos Saúl Menem del 2003. Por su parte, Massa, Juan M. Urtubey, Randazzo y Scioli tendrán 45, 49, 51 y 61, años respectivamente. Eso sin considerar esa larga cadena de aspirantes que deberíamos ver surgir de los realineamientos electorales del 2017 y los movimientos de tablero del 2018. Mucha gente, muchos recursos, muchos pretendientes.

Faltan tres años y mucha inflación por delante, como para empezar a anticipar quienes dentro del peronismo picarán en punta. Por eso la renovación es un sueño eterno. Es la oportunidad para ganar posiciones dentro del partido y recauchutar viejos acuerdos que fueron heridos por años de oficialismo. Hoy hay tres facciones, mañana serán dos y, luego del 2019 volverán a estar unidos o dominados.

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