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La trabajosa construcción de un político

mauricee1
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29 octubre de 2015

(Columna de Walter Curia)

Los hitos del recorrido del largo y trabajoso proceso de desprejuicio progresista sobre la figura de Macri.

Hace tiempo, durante la campaña para las elecciones porteñas de 2003, una entrevista periodística con Mauricio Macri derivó hacia una pregunta acerca del Gobierno de Raúl Alfonsín, sobre las consecuencias de alguna iniciativa del presidente radical. Puede ser la Ley Mucci. No recuerdo bien cuál era. Macri siquiera sabía bien de qué se le estaba hablando y no hizo ningún esfuerzo por ocultarlo. Se disculpó con esa seguridad que sólo proporciona la franqueza. “En esa época, de los diarios yo sólo leía las páginas de deportes”, dijo.

Macri no había cambiado mucho. Siguió cultivando esa costumbre al punto de que rara vez, por no decir nunca, abre las páginas de un diario para informarse. Siquiera le interesan los resúmenes de prensa. Acaso fue una manera menos torturante de acabar con la presiones de la prensa que la que eligió el matrimonio Kirchner. Un tuit de un simpatizante del PRO, el domingo, me hizo recordar todo esto: “Macri, la primera medida: cerrá Clarín”.

Trabajé durante años en ese diario pero podría haber sido cualquiera. Macri era menospreciado entre los periodistas de su generación (y más entre los más grandes) que se dedican a la política. Despertaba algunas simpatías silenciosas, aisladas, pero la mayoría no le otorgaba chances (“chans”, como podría decir él) de sobrevivir en el medio ambiente. No era Ricardo López Murphy, ni siquiera su costado malo (Néstor Kirchner acostumbraba decir del ex ministro radical: “Es el único político que respeto”). Cuatro años más tarde, en 2007, cuando Aníbal Ibarra era un fantasma, Macri llegó a la jefatura de Gobierno de la Ciudad. Se le concedió: bueno, finalmente es su segunda elección en el distrito... allí el peronismo sólo ganó con Erman González y Carlos Menem en la cresta de la ola de los '90?pero además hay que ver ahora cómo se maneja con los gremios.

El periodismo es un raro oficio ejercido por personas mayormente de espíritu progresista pero de conductas bastante arraigadas, si no conservadoras. Entre los periodistas, el etiquetamiento en ocasiones ni siquiera es un desvío, sino una urgente necesidad.

De Macri no perturbaba tanto su pertenencia a la centroderecha del espectro político como su pretensión ?y la de su espacio? de ajenidad ante cualquier categoría ideológica. Molestaba su apuesta por la “despolitización” de la sociedad. Básicamente que negara la existencia del “conflicto” entre sectores, ya no como objeto sino como un elemento natural de la política. Y molestaban esos globos, claro, esos globos amarillos. Inaceptables.

Fue la artificiosidad de los conflictos elaborados por el oficialismo lo que terminó acercando el barco de Macri a otras orillas. El hegemonismo. La homogeneidad, según la concepción de Carl Schmitt. El inicio del largo proceso de desprejuicio progresista sobre la figura de Macri coincidió con el estallido de la rabia de los Kirchner contra los periodistas, para la época de crisis con el campo y siguió durante la avanzada sobre los medios y la Justicia. Tuvo un retroceso en 2011, cuando el propio Macri le quitó el cuerpo a la candidatura presidencial y, digamos, caprichosamente como todo lo anterior, que el prejuicio pudo haber terminado con el voto cantado de Juan José Campanella unos días antes de la elección. Podría contarse de otra manera, pero esta es una posible.

¿Cómo correspondió Macri a ese proceso? Hizo su propio recorrido con técnicas alternativas como yoga y la meditación en busca de la superación de sus propios prejuicios. El ensayo fue trabajoso, pero Macri aceptó muchos de los rigores de la política, se propuso entender mejor y respetar sus reglas, someter su impaciencia ante las horas muertas y superar fobias heredadas de sus días en cautiverio, cuando era un empresario joven. Finalmente, suavizó hasta donde pudo sus modismos de clase. Más cerca, en un contexto favorable a la estrategia del“purismo” PRO, se abrió a la negociación y se alió con los radicales y con Elisa Carrió.

Macri reconoce haber aprendido mucho de los dirigentes políticos y sociales durante ese largo tránsito hacia este liderazgo de hoy. Tuvo dos obstinaciones: una fue negarse a un acuerdo electoral con Sergio Massa, aunque ya no volvió a hablar de excluir a los que hubieran gobernado en las últimas tres décadas. La otra es obra suya: mantener la candidatura de María Eugenia Vidal en la provincia. Produjo así el hecho político más importante en la política argentina desde la muerte de Kirchner. Aún no conocemos sus consecuencias.

Ese proceso de cambio, según un observador calificado del PRO, incluyó algunas revelaciones que conviene reproducir. “Yo vi la transformación de Macri de un tipo más preocupado por la macroeconomía a un tipo que, cuando empieza a recorrer el país, se encuentra con que la verdadera grieta que hay en la Argentina es la de la pobreza. El vio que antes que la soja, el cepo, la autonomía del Banco Central o los holdouts, está la tasa insoportable de gente que está viviendo mal. Eso orientó su perfil de una manera que no coincide en absoluto con las visiones que, con razón o sin ella, podrían existir de él hace cuatro o cinco años”, responde Pablo Avelluto, coordinador del sistema de medios de la Ciudad y legislador electo para el Parlasur. Macri descubrió la pobreza y con ella parece haber llegado a la última estación de la política.

La conducta zigzagueante en los últimos meses desconcertó. Las contradicciones en su discurso la noche del triunfo de Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad y sus tardías simpatías peronistas generaron cuestionamientos internos. Dicen que Macri tiene limitaciones para controlar los narcisismos y que ese es el núcleo de las diferencias que mantuvo con Gabriela Michetti y las desinteligencias con Jaime Durán Barba. Pensó en tomar distancia de ellos después del balotaje porteño. Terminó otra vez abrazado a ambos.

La primera conferencia de prensa luego de la última elección, el lunes, lo puso en el umbral de pronunciar por primera vez la palabra pueblo. De decir que había sido votado por el pueblo. ¿A partir de qué número un Presidente deja de ser votado apenas por una suma de individuos y pasa a ser votado por el pueblo? ¿34, 36? ¿50,1%?

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