¿Ganada, desperdiciada, repetida o grillada? Si las décadas duran diez años, lo que ocurrea partir de 2013 no puede achacarse al modelo
Podemos contar con que los norteamericanos harán lo correcto... después de haber intentado todo lo demás. Winston Churchill, cuya madre era estadounidense, sabía de qué hablaba. La falta de un padre rioplatense le impidió enterarse de que su proverbio se invierte en el sur del continente. Los argentinos, después de haber encontrado el camino correcto, seguirán buscando hasta descubrir otro. Y lo tomarán. La Argentina huye del éxito como si fuera una condena.
La historia de las Provincias Unidas es una montaña rusa. Alternando cúspides y abismos desde 1928, todos sus gobiernos empiezan bien y terminan mal. En el último número de la Revista SAAP, Aníbal Pérez Liñán investiga por qué algunos presidentes son recordados por sus éxitos y otros por sus madres. Para ello recurre a un esquema analítico que Stephen Skowronek aplicó a los presidentes norteamericanos. Skowronek, que no es pariente del tuit de Binner, identifica cuatro tipos de liderazgo: los grandes presidentes denuncian el orden establecido cuando huelen su decadencia, inaugurando una “política de reconstrucción”. Pero cuando el orden goza de respaldo social, los políticos astutos prometen continuidad y desarrollan una “política de articulación”, que en la Argentina llamaríamos “de continuidad”. De vez en cuando, líderes visionarios anticipan las limitaciones del consenso dominante y lo cuestionan antes de tiempo, ensayando una frustrada “política de prevención”. Finalmente, otros presidentes intentan sostener el modelo vigente cuando su tiempo ha pasado y su sustentación es imposible, acabando víctimas de una“política de disyunción”.
Pérez Liñán observa en Skowronek una interpretación recursiva de la historia presidencial: “Los ciclos comienzan con líderes de reconstrucción, se desarrollan bajo la tensión entre gobiernos de articulación y de prevención y se cierran con episodios de disyunción que dan paso a un nuevo momento histórico”. Es fácil encontrar en Alfonsín y en Kirchner líderes de reconstrucción, en Cristina una presidenta de articulación, en Frondizi uno de prevención y en De la Rúa el prototipo de la disyunción.
Pero la historia es más compleja, porque la política argentina se postra ante el vértigo. En consecuencia, algunos presidentes pasan por varias etapas durante su mandato: del liderazgo fundacional a un razonable pragmatismo, de ahí al cuestionamiento moral y, por fin, a la demonización. La reiteración del ciclo dentro de cada mandato, sugiere Pérez Liñán, es independiente del contexto externo. La causa sería doméstica: “Una debilidad estructural del Estado Argentino” que incentiva a los presidentes a sobreexplotar los recursos del presente y patear la cuenta para más adelante. El problema es que la ambición los impulsa a seguir en el poder, y cuando se reencuentran con su propia factura ya se gastaron la plata.
Un dirigente peronista afirmaba seriamente que al radicalismo no le podían prestar el gobierno porque lo chocaba en la esquina. Sin embargo, las leyes de Murphy son más generales: cualquier presidente argentino que dure lo suficiente arruinará su propio legado. Esto llevó a un grupo de politólogos a desarrollar un concepto superador del hiperpresidencialismo, al que consideran equivocado. Definieron al sistema político argentino como hipopresidencialista, cuya expresión en inglés despeja toda duda: hiccup-presidentialism.
El hipopresidencialismo no alude a la concentración o limitación del poder sino a su expresión espasmódica ?de ahí el hipo?. Y por ahora no ha habido susto en la historia que alcance para curarlo. Durante los mandatos de los Kirchner se lograron cuatro proezas: reconstruir la autoridad presidencial, recuperar la moneda, desmantelar la autoridad presidencial y desbaratar la moneda. Es una ironía destituyente que la década termine como empezó.
Pero no todo fue en vano, como puede comprobar cualquier ciudadano con el simple acto de prender su televisor. La adecuación de la grilla anticipa la victoria final del modelo productivo de matriz diversificada e inclusión social. Las décadas se ganan y se pierden, lo importante es competir. A seguir participando entonces.