(Artículo publicado en la edición nº32)
Como en las últimas dos elecciones, los comicios en Buenos Aires se encaminan a una segunda vuelta. Qué campañas piensan las principales fuerzas políticas.
Tras la decisión de Cristina Fernández de que finalmente sea Daniel Filmus el candidato kirchnerista en la ciudad de Buenos Aires, el mapa porteño terminó de definirse y ya todos los comandos de campaña comenzaron a adecuar sus estrategias y lineamientos de campaña para las elecciones del próximo 10 de julio.
Los competidores están en la línea de largada en un distrito en donde las últimas dos elecciones se definieron en segunda vuelta, y todo parece indicar que este año también habrá balotaje. La elección de jefes comunales será el otro desafío de una elección cuyas lecturas posteriores y campañas previas sin dudas trascenderán la General Paz.
Por ahora Mauricio Macri es quien encabeza los sondeos, luego de la confirmación de que buscará la reelección, aunque aparece con un porcentaje bastante menor al de 2007. Lo sigue Daniel Filmus, pero será crucial el mensaje que dirijan él y Fernando Solanas, su competidor por ese lugar, al público independiente que votó a Macri en primera vuelta cuatro años atrás y no quiere volver a confiar en el líder de Pro.
Porque las últimas elecciones, a contramano del mito popular, han mostrado poco voto “progresista” en la ciudad, y más bien un electorado volátil que termina definiendo las elecciones conforme se suma a los pequeños nichos consolidados de centroderecha y centroizquierda. El escenario hoy muestra a dos minorías consolidadas en torno al 30% (Macri más cerca del 35 y Filmus rondando el 27) con una tercera fuerza que se ubica, lejos, apenas cerca del 15%.
De mantener esa tendencia, la clave pasará por ver cómo se comporta en una segunda vuelta el porcentaje de gente que no vote a ninguna de las dos opciones principales en la primera. Será alrededor del 40% del electorado al que quienes lleguen al 31 de julio deberán identificar si es más antimacrista o más antikirchnerista para dirigirle sus discursos.
Pero al mismo tiempo, la posibilidad casi segura de que la elección se defina en una segunda vuelta obligará a campañas más moderadas, en las que los candidatos que vayan primeros deberán ir tendiendo posibles puentes hacia el electorado del que aparezca tercero.
La decisión K de poner en juego la fórmula Daniel Filmus-Carlos Tomada encaja totalmente con la conclusión que surgía de la mayoría de los sondeos. El senador fue siempre el candidato con mayor intención de voto del Frente para la Victoria (FpV) y ante el regreso a la ciudad de Macri y Solanas, el oficialismo debía jugar su mejor carta.
Más teniendo en cuenta que, de perder, hacerlo con Boudou a la cabeza de la fórmula significaba un efecto negativo a tres meses de las generales para la Rosada mucho mayor del que habría con Filmus. Una decisión de racionalidad que se enmarca en una voluntad de Cristina de salir a ganar en todos los distritos.
Un dato a tener hoy en cuenta en esa línea es que existe una brecha entre los números que hoy exhibe el candidato del FpV en la ciudad y los que indican la aprobación de la gestión de la Presidenta. Si Filmus puede atraer a todos los votantes que califican entre “bueno” y “muy bueno” al Gobierno Nacional logrará acercarse al 50% para la segunda ronda. Por eso los primeros carteles: “Filmus-Tomada, Cristina en la Rosada”. Hacia esa estrategia nacionalizadora se dirigen sus primeras palabras como candidato, hablando de hacer de la ciudad un “engranaje” con la Nación y mostrándose como un ejecutor porteño de las políticas nacionales.
Sabe, además, que la Presidenta no repetirá con mucha frecuencia sus presencias en actos de campaña como el de lanzamiento de la fórmula, consciente de que es importante mantener su capital político lejos de la rencilla proselitista cuando ella aún debe guardarse para octubre.
De todas maneras, Filmus deberá hacer equilibrio entre la necesidad de mostrar las ventajas que traería que el Gobierno Nacional y el local estén en la misma sintonía y al mismo tiempo mostrar perfil propio que resulte atractivo para el electorado porteño. En la campaña se recordará su paso como ministro de Educación, cuando logró el 6% del PIB para la cartera.
En ese sentido, las presencias de Filmus, Tomada y de Juan Cabandié a la cabeza de la boleta para legisladores expresa un trípode de las principales políticas del “modelo”. Filmus se asocia al financiamiento educativo; Tomada a los logros en materia de trabajo y Cabandié corporiza la política de derechos humanos y el guiño a la juventud.
Pero Filmus también deberá tener una estrategia para contrarrestar los ataques del macrismo que sostiene que no es una figura nueva en la ciudad sino que fue parte de la gestión de Aníbal Ibarra. En las otras fórmulas, la presencia de María Eugenia Vidal como compañera de Macri marca la voluntad de darle impronta de continuidad a la hipotética segunda gestión. Como la búsqueda de la reelección implica un virtual plebiscito de su gestión es lógico que haya escogido a una figura del Gabinete.
En la primera etapa de la campaña, el macrismo reivindicará su gestión para consolidar el 35% de los votos que cree tener asegurado. Para la segunda vuelta, nacionalizará todo lo posible la campaña apostando a que en el 40% que definirá la elección haya más antikirchneristas que antimacristas.
Pino Solanas mostró con la elección de Jorge Selser que sigue alejado de los partidos políticos “tradicionales” y apuntará a captar el voto descontento con el macrismo a nivel porteño y el kirchnerismo a nivel nacional. En el macrismo estudian los pasos a seguir en una campaña que será muy distinta a la de 2007, cuando tenían a su favor el factor novedad y un menor arrastre de Kirchner a Filmus del que le da hoy CFK.
Como es costumbre en la cultura política argentina, el candidato que encabeza las encuestas rehuirá el debate. Cuando lo dé, tratará de enfocarse en las críticas al Gobierno Nacional o recordará lo que fue la contienda de 2007, cuando en segunda vuelta le ganó 61 a 39% al mismo candidato. Justamente para esta segunda vuelta hay un debate sobre qué tipo de votante deberá ir a seducir el kirchnerismo.
Hasta la irrupción de Pino, cualquiera de los postulantes oficialistas tenía asegurado el pase a la segunda vuelta y el preferido presidencial era Boudou. Desde que el líder de Proyecto Sur prefirió jugar en tierra porteña, la primera pantalla a sortear para el FpV pasó a ser la presencia en el balotaje y, de llegar, seducir a los votantes que no los hayan elegido en primera instancia.
La selección de Filmus como candidato oficial supone que la lectura que primó en Olivos es que el electorado de Solanas es más afín ideológicamente y por eso más propenso a votar por el senador que por Boudou.
Pero otro grupo, que proponía a Boudou, considera que el votante de Proyecto Sur es básicamente antiperonista, de perfil antipolítico y descree de los “partidos tradicionales”. Este segundo lote imagina que el del diputado es un votante similar al de Telerman en 2007, que orilló también 20% y cuyos votantes se dividieron casi iguales entre Macri y Filmus en segunda vuelta.
“La clave del balotaje será por parte del FpV capturar el electorado defraudado por la gestión Pro y no tanto intentar obtener el voto de otros segmentos ideológicamente, (en apariencia, más próximos, en particular el caso de los votantes de Proyecto Sur”, sostienen los que ven que la disputa pasará por los independientes más que por convocar a los votantes de Solanas en primera. “Es difícil que el puntal de una campaña exitosa para la segunda vuelta tenga que tener como ejes cuestiones ideológicas, sino más bien de estricto orden administrativo, y de gestión, en las que el macrismo ha fallado y que había prometido en la campaña”, agregan.
Sea cual fuere la hipótesis más acertada, lo que es indudable es que para un eventual balotaje Filmus-Macri el senador deberá pescar en las aguas de los votantes del actual jefe de Gobierno de cuatro años atrás. Por mejores números que alcance en primera vuelta, al menos 1 de cada 4 personas que permitieron a Macri imponerse con el 61 % de los votos debería reorientar su voto hacia el FpV para lograr un triunfo del senador el 31 de julio.
En 2007 los resultados arrojaron 45,7%, para el Pro, 23,7% para el FpV y 20,6% a Telerman en primera vuelta, y 60,9% y 39% en segunda. Es en esa estrategia que conviven las dos miradas anteriores del kirchnerismo y apenas horas después del lanzamiento formal de la candidatura se han visto trazos en esa dirección.
“Las encuestas están mostrando que muchos votantes macristas de 2007 hoy nos votarían en la primera vuelta. Hubo un sector de la ciudad que creyó que Macri iba a ser eficiente. Pero la ineficiencia de Macri no era sólo incapacidad de gestión sino todo un estilo de Estado”, expresó el flamante candidato K. “Estamos convencidos de que en primera vuelta vamos a sacar más votos que Macri. Hay mucha gente que lo votó y ya se arrepintió”, apuntaló esa línea el primer candidato a legislador Cabandié.
El electorado porteño es esencialmente volátil, antes que progresista o antioficialista nacional. El recorrido por el comportamiento electoral de los porteños en las elecciones anteriores muestra una propensión a querer diferenciarse del Ejecutivo Nacional (así votó en 1996, con De la Rúa versus Menem, y en 2007, con Macri versus Kirchner) pero también a elegir candidatos del oficialismo nacional (Ibarra en épocas de De la Rúa y en 2003 Ibarra volvió a imponerse, esta vez con apoyo de Néstor Kirchner).
El panorama de las votaciones en la última elección a jefe de Gobierno mostró a Macri vencedor en cada una de las circunscripciones, algo que sólo había logrado Fernando De la Rúa en 1996. Superó el 40 % en toda la ciudad, con picos de más de 60 en el corredor norteño paralelo a la línea D de subte. Su performance en el sur de la Ciudad fue menor pero igualmente le alcanzó y sobró para imponerse en distritos históricamente peronistas, como Villa Lugano. En la segunda vuelta se evidenció la tendencia aunque la brecha se achicó de la General Paz al sur. En 2009, si bien tiene la particularidad de ser una elección legislativa, Macri perdió votantes (de 46 a 32%), al igual que un Frente para la Victoria que, crisis del campo mediante, pasó de 23% en 2007 a 11,6%.
Esa volatilidad es la que deberán tratar de seducir todos los candidatos. La elección de los candidatos, justamente, fue diametralmente opuesta al ejemplo mostrado en Santa Fe. En lugar de internas partidarias, primó el criterio del “dedo” en las tres fuerzas políticas. El FpV tras una campaña de tres meses para convencer, en definitiva, a una sola electora; Macri tras someter a sus dos delfines a un casting frente al resto del Gabinete y Pino Solanas que abandonó su candidatura presidencial tras ver que él no medía en la nacional ni Claudio Lozano en la ciudad.
Pero más allá del protagonismo que retomó el kirchnerismo porteño al anunciar su fórmula, cuya postergada indefinición ya comenzaba a entrar en el peligroso terreno del desgaste, en la Rosada se sabe que Mauricio Macri se lanzó dejando un tendal de heridos, pero las encuestas evidenciaron que tiene un piso alto de votantes en la primera vuelta. Solanas también dejó heridos cuando decidió “bajar” a la ciudad, pero su espacio reconoció que era el mejor posicionado y se dedicará a acercar la campaña a los vecinos de la ciudad visitando cada uno de los barrios con sus candidatos.
Pero Macri y Solanas saben que Cristina triplica al resto de precandidatos en las preferencias de los porteños para las presidenciales de octubre y que más allá del debate por las bicisendas o los dobles carriles, los porteños tendrán en cuenta que el propio Macri aseguró que le era difícil gobernar la ciudad con el kirchnerismo en la Rosda pero que también cree que, si se votara hoy, él y Cristina serían los elegidos para seguir en sus cargos hasta 2015.