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Los frentes de la CGT

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30 enero de 2018

Por Néstor Leone

En un contexto de mayor conflictividad social, cuestionamientos internos y acecho del Gobierno, la central busca negociar su cuota de poder y no retroceder en el intento

1. ACTO Y REFLEJO

El acuerdo parecía cerrado. Hubo apretón de manos y fotos para corroborarlo. Del proyecto original del Gobierno, bastante draconiano, sobrevivieron aspectos menos ríspidos y algunos compromisos cruzados, luego de varias reuniones técnicas y otras políticas entre las partes. El presidente Mauricio Macri lo presentó dentro del paquete de leyes que pretendía cristalizar la nueva correlación de fuerzas paridas tras las elecciones de octubre.Y debía tratarse en el escaso tiempo que restaba de sesiones, o en extraordinarias. Sin embargo, ese resorte del reformismo permanente no prosperó como se pretendía. El Gobierno se envalentonó más de lo que se recomienda con el envión de su autosuficiencia; los integrantes del triunvirato de la CGT reevaluaron costos y beneficios luego de algunas impugnaciones de cuadros medios y dirigentes de gremios de peso que su escaso liderazgo no pudieron contener; y buena parte del universo de legisladores de la oposición consideraron excedidos, con la reforma previsional, la cuota de buena voluntad opositora. Entonces, hubo ronda de recálculos en varios sentidos. Cambiemos, por un lado, propuso subdividir la reforma en proyectos distintos, para negociarlos de manera segmentada; y por el otro, aceleró su arremetida contra el sindicalismo como actor político, en tanto portador de vicios ciertos o endosados, y de manera personalizada, a través de casos paradigmáticos de ese escaso prestigio social. El triunvirato, por su pare, retiró el apoyo concedido en su momento, acusó de traición al Gobierno tras el avance de la reforma previsional y acusó recibo de esa arremetida en varios frentes, el judicial incluido, pero mantiene los puentes de negociación tendidos, en un contexto de conflictividad social en ascenso y cuestionamientos internos. En tanto, la oposición peronista más proclive a sumar los votos que el oficialismo necesita vuelve a tomar distancia hasta que la CGT unifique posición, atado todavía a su disputa no saldada con el kirchnerismo y a los acuerdos de los gobernadores del espacio con el Gobierno.

2. TABLERO

La relación mediada y de mutua conveniencia entre Gobierno y CGT fue una de las patas del esquema de gobernabilidad de Cambiemos durante sus primeros dos años. Hubo desavenencias y algunas tensiones, que se expresaron en declaraciones cruzadas y algunas protestas. Pero se preservó en sus trazos gruesos. La victoria legislativa de Cambiemos, no obstante, modificó las cosas. Difícil saber hoy si de manera definitiva o no. La reforma laboral, de alguna manera, forma parte de esa nueva búsqueda del Gobierno, más acorde con el programa original del núcleo decisorio del Gobierno, si se quiere. Y más allá de la anuencia o no de la central. La resolución que quita facultades a la paritaria nacional docente y el megadecreto para “desburocratizar” el Estado, en ese sentido, se leyeron indefectiblemente como un avance sobre el poder de negociación de los sindicatos. Y preocuparon casi tanto como las acciones de la Justicia y las denuncias varias en contra de dirigentes de distintas corrientes y pertenencias. Mientras los popes sindicales intuyen que el Gobierno no sólo pretende reformular la disposición de fichas del tablero, sino también algunas características mismas del tablero. A costa de las viejas identidades y los clivajes tradicionales, si fuese necesario. Incluido las del sindicalismo como actor político. El traspié del ministro Jorge Triaca, interlocutor inevitable, cambió ligeramente el escenario. No sólo porque los insultos a una empleada doméstica, que no tenía registrada de manera regular, le quitaron autoridad para incorporar el combate al trabajo en negro como primer paso (o excusa) de una reforma más profunda. También por los pormenores sombríos que se conocieron en la intervención a un sindicato que el Gobierno pretendía presentar como ejemplar. La mesa de negociaciones paritarias, con la intención oficial de establecer un techo a las pretensiones sindicales y quitar del medio el aliciente de la llamada cláusula gatillo, será el terreno donde esta disputa tendrá su capítulo más inmediato. En un contexto en que la inflación apremia y trastoca los cálculos.

3. RETAGUARDIA

La CGT nunca fue vanguardia de la protesta social. Y sólo de manera excepcional acompañó tempranamente procesos de movilización popular en ascenso. Por lo menos, su conducción formalmente instituida. Más bien, acostumbra a asumir un patrón adaptativo, de retaguardia. Con distinta capacidad de negociación según los tiempos políticos y las relaciones de fuerza. En ese esquema pondera los liderazgos fuertes, verticales y orgánicos, esos que no hoy tiene. La relación con el Gobierno, como se dijo, transitó por carriles que pueden ser considerados normales durante los dos primeros años. Incluso si se mide en términos de conflictividad sectorial o en las calles. El desencuentro con el kirchnerismo en el tramo final del gobierno de Cristina y la precaución para que no se los viese como desestabilizadores frente a una coalición (no peronista) que asumía en minoría en ambas Cámaras sumó razones, en ese momento, para desplegar ese patrón adaptativo. No obstante, el acecho del Gobierno, más acá o más allá de la reforma laboral, y el judicial dejan su huella. Y generan más ruido en una central que ató su unidad con cordeles muy flojos y no encuentra liderazgos que sinteticen la mayor heterogeneidad tanto en términos de representación como de condiciones de trabajo. Las posturas más confrontativas de actores como la Corriente Federal de los Trabajadores, ligada al dirigente bancario Sergio Palazzo; o el Movimiento de Acción Sindical Argentino; más el juego con cierta autonomía y a varias bandas de Hugo, Pablo y Facundo Moyano ponen crecientemente en aprietos a las posturas más conciliadoras de su secretariado general. Sin que esto se exprese en rupturas ni en nuevas divisiones. En tanto, el ascenso de cuadros medios y más jóvenes, sin recambio generacional todavía en las conducciones sectoriales, luego de más de una década de discusión paritaria libre y una dinámica de base más activa, presiona “por abajo”. El documento que firmaron semanas atrás, en Mar del Plata, desde Luis Barrionuevo a Palazzo, desde Carlos Acuña a Moyano, duro en su formulación, representa este estado de cosas, ese equilibrio inestable. Tanto como lo expresa los puentes que el triunvirato mantiene en pie, y que Héctor Daer reflejó explícitamente al avalar la posibilidad de una reforma“ en cuotas”.

4. PERSPECTIVAS

2018 es posible que sea, sin elecciones y con un Congreso menos activo, un año de mayor conflictividad social en las calles y antagonismo político creciente en la escena pública. Los intentos del Gobierno de avanzar con su programa y las medidas de ajuste que conlleva es posible que contribuyan para que se generen esas condiciones. Lo mismo, el pulso de la disputa por el liderazgo político del amplio y fragmentado universo opositor. La CGT, si alguna vez se lo propuso, quedó al margen de la posibilidad de convertirse en la columna ordenadora del peronismo en la derrota. Quedará por saber si logra preservar su cuota de poder y no retroceder en el intento y, ligado a ese, su rol en esta nueva etapa política.

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