(Por René Palacios)
Historia y debates alrededor del concepto que es una marca instalada para la comunicación política.
El 18 de marzo Mauricio Macri cumplirá sus primeros cien días como Presidente de la Nación. Seguramente, asistiremos a una catarata de notas periodísticas que darán ?a modo de resumen? un panorama de medidas, acciones y gestos del Primer Mandatario durante algo más de tres meses de acción de gobierno. “Los primeros cien días” se meterán en la agenda mediática. ¿Por qué son importantes? ¿Por qué cien y no doscientos, o quinientos? ¿De dónde viene esta tradición?
El nacimiento del concepto se remonta a Napoleón Bonaparte. El 20 de marzo de 1815 el mítico francés retornó a París después de un año de exilio en la isla de Elba y retomó el poder. La restauración de su imperio duró hasta el 18 de junio, cuando fue abatido en la Batalla de Waterloo. Diez días más tarde se produjo la segunda restauración de Luis XVIII como Rey de Francia. Ese período entre el regreso de Napoleón y su caída fue conocido como el período de los “Cien Días”.
Como muchas herramientas de la política moderna, la puesta en valor comunicacional de este período es una práctica heredada de la política estadounidense. Franklin Delano Roosevelt fue pionero en adoptar el término y usarlo en términos comunicativos. El demócrata enfrentó en sus primeros años de gobierno una profunda crisis económica que pudo superar gracias a su enorme capital político que le dio el respaldo para llevar adelante una serie de programas para los “primeros cien días de su gestión”. Esas medidas, que crearon el sistema de seguridad social estadounidense, fueron conocidas como “New Deal” y le permitieron a Roosevelt amasar una gran popularidad que lo llevó a ganar la presidencia en cuatro ocasiones.
Desde esa etapa, los gobiernos han querido aprovechar esa línea de tiempo para generar popularidad y los medios de comunicación lo han tomado como una referencia para medir la eficacia de sus políticas. El historiador David Greenberg cuenta que el Presidente John F. Kennedy estaba muy preocupado por las expectativas que se habían levantado en torno a cómo debía conducir el gobierno en sus primeros cien días. Para resolver este dilema, JFK le encargó a su asesor principal, Ted Sorensen, que intentara amortiguar la ilusión durante su discurso inaugural. Fue así como nació la famosa frase “Todo esto no estará terminado en los primeros cien días. Tampoco estará terminado en los primeros mil días? siquiera tal vez esté terminado en toda nuestra vida en este planeta. Pero comencemos de una vez”. Empero, el intento por bajar la espuma no tuvo eco. Unos días antes de cumplirse el famoso plazo, Sorensen fue enviado a redactar una nota sobre los logros del gobierno comparados con los de Harry Truman y Dwight Eisenhower.
Pero, finalmente, ¿son importantes los primeros cien días de gobierno o están sobrevaluados? Para el consultor catalán Pau Canaleta, los tres meses que siguen a la toma de posición del nuevo gobierno es la fase más útil que tiene para comunicarle a la ciudadanía cuáles son sus características y sus prioridades. Nunca tendrá otra oportunidad para dejar una clara impresión de lo que quiere lograr. Esto es así por una lógica temporal que se da en el interés en los asuntos públicos: a la gran mayoría de las personas no le interesa la política ni sigue al detalle su día a día. La gente tiene otras prioridades: familia, amigos, fútbol, etcétera. Por supuesto, hay una minoría que está siempre vigilante y sigue atenta cualquier movimiento que se da en el espectro político, pero no deja (dejamos) de ser una pequeña minoría que no representa al conjunto de la ciudadanía a la que el debate político no le interesa particularmente. Ese desinterés, sin embargo, se va reduciendo a medida que se acercan las elecciones y llega a su punto máximo de atención el día que éstas se realizan. Todos queremos saber quién ganó, quién perdió y qué dijeron, entre otras cosas. Esa atención hacia la política no desaparece de la noche a la mañana, al contrario, se mantiene los primeros días de la nueva administración. Con el correr de los días, la atención disminuye y vuelve al punto normal del que hablamos al principio. Por lo tanto, estos primeros días son clave para cualquier gobierno y su comunicación nunca tendrá una mejor oportunidad de ser escuchada por los ciudadanos.
Carlos Fara, en una visión interesante, apuntó que es un mito la idea de que lo que no se hace en los primeros cien días no se hace nunca. Todo depende la de la dinámica en la construcción de poder. Menem tardó un año y medio en destruir la inflación y consolidar su liderazgo, y el kirchnerismo tuvo grandes batallas en el quinto y séptimo años.
Lo importante consiste en reconocer que los primeros cien días son un producto en comunicación en sí mismo y una oportunidad para poner en escena nuestra hoja de ruta para los próximos cuatro años. Como rezaba una conocida publicidad “la primera impresión es la que cuenta”.