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Los riesgos de la integración

31 mayo de 2012

La moneda común está matando a Europa. ¿Pero puede salvar a la Argentina?

Si el mundo se cae encima nuestro, como afirmó la Presidenta, lo mejor es correrse. Insertarse, integrarse o globalizarse, verbos de moda hasta hace poco, puede ser contraproducente.

?Pero Portugal es diferente de Grecia ?soltó el entrevistador, en una mezcla de pregunta y ruego.

?Sí ?respondió el analista. ?La diferencia entre Portugal y Grecia es de dos años. Corría junio de 2011, y los presentes en el estudio de Radio y Televisión Portuguesa quedaron helados. Del otro lado de la pantalla, también.

Las imágenes de incendios y saqueos en Atenas habían conmocionado a la opinión pública, y el fantasma de que eso se repitiera en otros países comenzaba a recorrer Europa. El entrevistado continuó, comparando la situación griega con la argentina de 2001 y sugiriendo que el tipo de cambio fijo y sobrevaluado liquidaba la competitividad y llevaba al colapso en cuatro pasos: ajuste, ayuda externa (blindaje), default y devaluación, que en este caso significaría la salida del euro.

Recordó la violencia, el trueque y los patacones y cerró con una nota positiva:

?Europa sobrevivió a dos guerras mundiales y a un Holocausto; lo que viene ahora será malo, pero no tanto.

No era lo que el anfitrión y los espectadores esperaban escuchar como consuelo. Pero un año más tarde, son muchos los que recuerdan ese momento como un despertar anticipado. El euro está matando a Europa. Y falta poco para el desenlace. En junio los griegos votan otra vez, y la reincidencia agrava la pena: el mes siguiente deben pagar un vencimiento para el que no tienen fondos. Dependen de una transferencia de la Unión Europea, y Berlín promete que no les mandará nada si no hacen las reformas pactadas. Las reformas, huelga decirlo, no se hicieron mientras hubo gobierno y no se harán sin él.

Una de dos: o la UE está haciendo bluff o Grecia está afuera del euro. La corrida bancaria ya está en marcha y el corralito es cuestión de semanas, aseguran los optimistas. Precavidamente, Alemania y Francia concedieron dos “rescates” previos, lo que les dio tiempo a sus bancos para deshacerse de los títulos griegos y endosárselos al Banco Central Europeo. Eso significa que, cuando Grecia se hunda, el contagio no se producirá por un dominó de defaults del sistema financiero sino por corridas bancarias virales transmitidas por televisión. ¿Cuántos españoles querrán dejar sus depósitos en Bankia o similares, que son sólo la punta del iceberg?

Para no hablar de las comunidades autónomas que están quebradas, empezando por Cataluña y Madrid: ¡las más ricas! Todavía no está claro si los ciudadanos europeos verán arder el Partenón antes que La Moncloa o la Generalitat. Irónicamente, la catástrofe es evitable: depende de flexibilizar la actuación del Banco Central Europeo para que compre deuda soberana recién emitida. Pero esa decisión está en manos de Alemania, el principal antónimo de flexibilizar. Kalinihta entonces, República Helénica. Buenas noches, Europa. Y con el 32% del consumo mundial, la implosión europea derrumbará la economía del globo.

Es este escenario el que puede convertir a Cristina Kirchner en una Perón con éxito. El General apostó su estrategia autárquica a que habría una tercera guerra mundial, por lo que convenía cortar lazos con el mundo y fomentar el autoabastecimiento. Estuvo cerca, porque la guerra de Corea casi se desborda nuclearmente? pero casi es lo mismo que nada. El resultado fue que la Argentina quedó al margen de treinta años de crecimiento mundial vertiginoso. Si esta vez sale bien, Cristina habrá justificado la reforma del Indec, la reducción de la inversión extranjera, la inflación y a Moreno: bajarse del mundo es la mejor opción cuando éste insiste en caerse.

Y si sale mal, por lo menos la Argentina sobrevivirá como unidad política ?así como sobrevivió al fin de la convertibilidad? . Es más de lo que la Unión Europea podrá decir dentro de poco: los patacones no fueron el fin del mundo, pero el regreso al dracma, el escudo y la peseta podrán quebrar el mercado común y acarrear el fin de la integración. Ese será el momento en que los europeos se convertirán al peronismo y Torcuato Di Tella habrá cumplido su misión en la vida.

(De la edición impresa)

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